La laguna de Bohemia
Comenzaba a leerla por la última página, donde aparecía el humor gráfico y alguna que otra caricatura de gente famosa. Después llegaba hasta el crucigrama y para cuando alcanzaba los reportajes, comenzaba a temer que pronto se me terminaría la lectura. Debía esperar otros siete días a que un vendedor voceara su nombre de connotaciones lejanas y sacudiera cerca de nuestra ventana aquellas hojas con olor a tinta. Mis abuelos me frenaban el entusiasmo, diciendo que aquel semanario no era ni el espectro del que una vez ellos compraron en los estanquillos.
Bohemia, la más antigua revista de Cuba y de Latinoamérica, nació en 1908 y ahora se nos ha muerto en vida. Aunque le siguen agregando años en activo, lo cierto es que hace más de una década dejó de ser referencia. Aquella Bohemia de la Libertad donde se mostraron los cuerpos masacrados por la anterior dictadura derivó en una publicación aburrida, triunfalista, prescindible. Fue empequeñeciéndose, perdiendo páginas. Sus artículos repitieron la misma cantaleta edulcorada que el resto de la prensa oficial. Hasta su portada pasó a confundirse con la de "Mar y pesca" o con la timorata "Somos Jóvenes". Toda su personalidad se escurrió por el caño de la censura. Fue reeducada por un sistema al que no le gustan las revistas incómodas ni los periodistas incisivos.
Cada día camino cerca del edificio donde radica Bohemia. Tiene el busto de José Martí más hermoso que he visto en La Habana. Hago un esfuerzo para explicar a mi hijo que allí dormita una de las más importantes revistas que una vez disfrutó este país y toda la región. Para los de su edad, aquella zona cercana al Consejo de Estado es simplemente un lugar donde se acumula el agua cuando llueve, una charca natural que impide a los autos pasar después de un chaparrón. La laguna de Bohemia le dicen, aunque yo les explico que antes de ser conocido por sus inundaciones, en ese sitio latía la prensa, se preparaban las planas que ojos como los míos disfrutarían después.