La llegada de la papa y la del presidente, por orden de prioridad
La Habana/Amanece y la mañana es distinta. Una agitación recorre el barrio desde que la tarde anterior los vecinos avistaron un camión de papas mientras descargaba en el mercado de la esquina. La llegada del producto ocasionó madrugones, peleas y hasta la reventa de decenas de libras por los alrededores.
En el aire se percibe desde hace horas cierto olor a papa frita y en los pasillos del edificio la gente intercambia formas de preparar el alimento "para gastar poco aceite" o "para que dure más". Toda la vida parece girar alrededor de un tubérculo desaparecido desde hace meses de las tarimas estatales, donde ahora se venden solo cinco libras por persona.
Cabe preguntarse si tamaña expectación se hubiera generado en la Isla de haberse cumplido el primer calendario oficial para la salida de Raúl Castro de la presidencia. En caso de que hubiera terminado su mandato el pasado 24 de febrero, ¿la gente estaría hablando tanto del tema como hoy conversan sobre la llegada de la papa?
Probablemente no. La falta de entusiasmo ante un hecho que los analistas califican el más importante acontecimiento histórico de las últimas décadas en esta Isla, un "cambio de época" o el fin del reinado del apellido Castro parece tener muchas razones.
Hay más misterio en la llegada de un producto que nadie ve desde hace meses que en el aburrido juego político de reemplazar un nombre por otro pero mantener inmutable el sistema
Existe una extendida opinión de que nada va a cambiar en el país, sea quien sea el que tome el timón. También enfría las pasiones alrededor de esta sucesión parte de que la espera ha sido demasiado larga. Para algunos son décadas o toda una vida y la fatiga ha terminado por alcanzarlos.
Los ciudadanos comparten la percepción de que "pase lo que pase por allá arriba" no serán los beneficiarios últimos. Sin embargo, el desinterés fundamental brota de la falta de sorpresas de un proceso organizado para que nada cambie.
Unas delgadas rebanadas de papa echadas en una sartén pueden tener resultados más imprevistos que el cambio de rostro del presidente cubano. Hay más misterio y expectativa en la llegada a una barriada de un camión cargado con un producto que nadie ve desde hace meses que en el aburrido juego político de reemplazar un nombre por otro pero mantener inmutable el sistema.
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