Las nuevas matemáticas
Los cubanos nos estamos preparando para la engordada cifra de crecimiento del PIB que se nos anunciará a finales de este año. Sin habernos tragado –todavía- el 12,5 que se hizo público al concluir el 2006, ya estamos alucinando con el “numerazo” que se informará en diciembre. (Si esta vez llegamos hasta el incómodo “trece”, si que habrá material para alimentar una catarata de chistes durante todo el 2008).
Aún tratamos de encontrar evidencias que avalen el sorprendente índice de desarrollo económico del pasado año. Yo, particularmente, he buscado en mi billetera, en la cocina y especialmente en el refrigerador, mas el progreso económico no parece notarse por ahí. Tampoco está en la red de servicios o comercio, donde padecemos un decrecimiento en las ofertas y una notable subida de los precios. No lo percibo, ni siquiera, en el limitado auge constructivo y mucho menos en la deprimida producción agrícola. Con sólo visitar mi policlínico o entrar a la escuela más cercana descarto que sea en esas áreas donde puedan encontrarse los efectos del dinamismo económico.
Sin dejarme desanimar, he orientado mis pesquisas a la parte de la canasta básica que conforman los productos del racionamiento. Sin embargo, el inflado PIB no asoma sus positivos efectos tampoco en esa dirección. Las mismas menguadas cantidades y los conocidos anaqueles vacíos se mantienen en ese mercado subsidiado.
¿Dónde está la deslumbrante recuperación que semejante estadística económica pretende mostrar? ¿Qué complicado método de cálculo han usado los especialistas, que nosotros no podemos ratificar con nuestra realidad? Algo está pasando con las matemáticas y temo que al final de este año el engañoso ábaco del triunfalismo volverá a calcular nuestro exiguo desarrollo.