Los nuevos micrófonos
Durante mucho tiempo para llegar hasta ese adminículo llamado micrófono, el único camino posible era traspasar innumerables filtros ideológicos. Bajo esa misma paranoia, hasta el día de hoy pocos programas de nuestra cartelera nacional se hacen en vivo, para que nadie pueda emitir –ante los ojos de los televidentes– opiniones contrarias al sistema. Y aunque en los últimos meses la crítica se ha abierto paso muy tímidamente en los medios oficiales, estos siguen cerrados para quienes no coinciden con el discurso oficial. De ahí, que hayamos tenido que hacernos de otros micrófonos, otros sets, otras cámaras. Improvisados y menos profesionales, sí, pero indiscutiblemente más libres que en los estudios de 23 y L, de Masón y San Miguel o en los radiocentros provinciales.
Desde la terraza de una casa, con una sábana colgada como cortina y unas luces prestadas por un músico, se pueden lograr filmaciones sin ese triunfalismo aburrido de la Mesa Redonda. Un ejemplo de estos nuevos espacios que emergen es el proyecto SATS donde “confluyen arte y pensamiento”, dirigido por Antonio Rodiles. En un marco muy amplio de debate, los invitados exponen sobre un tema para pasar después a responder las preguntas del público. Se analiza lo mismo la trayectoria de un músico de hip hop, el campo de trabajo de un asociación jurídica ilegalizada o la sociedad civil vista desde la óptica de un doctor en filosofía. Después, la filmación de cada jornada se distribuye en las mismas redes alternativas donde circulan blogs, filmes, documentales y opiniones.
Falta todavía, es cierto, en este espacio de SATS y también en Razones Ciudadanas, la presencia del “otro”. De aquel que defiende la versión oficial de los hechos y está dispuesto a decirla junto a nosotros y frente a una cámara. Pero por más que se han cursado invitaciones a personas de instituciones estatales, se les ha llamado a polemizar y mostrar sus argumentos, ellos prefieren no otorgarnos beligerancia con su presencia. Sin embargo, tengo la esperanza que un día acudirán. Más temprano que tarde llegarán, quizás antes de que nos ofrezcan sus propios espacios y nos permitan hablar desde “sus micrófonos”.