Pasos de cangrejo: uno adelante, dos atrás
He estado un par de días sin conectarme a Internet, porque una nueva complicación ha aparecido en el camino de los bloggers alternativos. Varios hoteles del país exigen, para conectarse a la red, demostrar que uno vive en un punto fuera del archipiélago cubano. Los empleados de las carpetas me dicen –aunque son tan nativos como yo- que este carnet azulado no me sirve para saltar hacia la gran telaraña mundial. “Es una resolución que viene desde arriba” me aclaró una mujer, como si una decisión de ese tipo pudiera ser tomada en otro nivel que no fueran las oficinas del gobierno.
Veo difícil que pueda convertirme en extranjera de la noche a la mañana. De manera que sólo me queda protestar por semejante prohibición y hacer pública la existencia de un nuevo apartheid. Tendré que volver a sacar el disfraz de turista, aunque está vez deba aprender una lengua tan complicada como el húngaro, para despistar a quienes venden las tarjetas de acceso. Quizás me da por merodear los hoteles, dispuesta a pedirle a los extranjeros que compren -para mí- esa llave de entrada que me está vedada, ese salvoconducto para el que necesito “no ser cubana”.