Renacer de sabores
Tímidos toldos de colores brotan de la nada, se estrenan sombrillas bajo las cuales abundan los batidos de frutas y los chicharrones de cerdo, los portales de algunas viviendas se convierten en improvisadas cafeterías con llamativas ofertas. Todo eso y más crece por estos días en las calles de mi ciudad, a raíz de las nuevas flexibilizaciones para el trabajo por cuenta propia. Algunos de mis vecinos hacen proyectos para abrir un taller de reparación de zapatos o un local donde componer refrigeradores, mientras avenidas y plazas se metamorfosean con el empuje de la iniciativa privada. La camisa de fuerza que atenazaba la iniciativa parece aflojarse. Sin embargo, también están los que esperan cautelosos, hasta comprobar si realmente esta vez las reformas en el plano económico resultan definitivas y no van a echarse atrás como ocurrió en los años noventa.
En apenas unos pocos meses, desde que se anunciara la ampliación del número de licencias para labores independientes, los resultados se muestran halagüeños. Hemos comenzado a recuperar sabores perdidos, recetas añoradas, comodidades escondidas. Más de 70 mil cubanos han sacado nuevos permiso para trabajar por su cuenta y riesgo y otros miles reflexionan en serio sobre las ventajas de abrir una pequeña empresa familiar. A pesar de la cautela de muchos, de los impuestos todavía excesivos y de la ausencia de un mercado mayorista, los recién estrenado comerciantes han comenzado a hacerse notar en una sociedad marcada por el inmovilismo. Se les ve montar sus timbiriches, colocar vistosos carteles anunciando las mercancías, redistribuir sus viviendas para crear una cafetería y ofertar servicios de peluquería o manicure. La mayoría tiene la convicción de que esta vez han llegado para quedarse, porque el sistema que tanto los asfixió y satanizó en el pasado ya ha perdido la capacidad de competir con ellos.