No soy yo
Un muchacho se me acerca para preguntar si soy “Yoani”. Me extiende una mano sudada y fría. Tengo miedo que venga a darme el primer bofetón, pero sólo apunta “Ojalá que seas verdad. ¡Porque ya hemos visto tanto!”. Me dan ganas de seguirlo y de mostrarle mi ombligo. No hay mayor prueba de que uno existe y de que es “verdad”, que un ombligo anudado en el abdomen. Se va y deja todo el peso de su duda y de su fe sobre mí –esto último es lo que más me asusta–. No me da tiempo a advertirle que no pretendo fundar ningún credo, por tanto sus incertidumbres me dejan más aliviada que su posible convencimiento.
Si el muchacho de la mano fría y las frases breves leyera este post, quiero indicarle que no puedo salvarlo. No soy yo a quien deba cargarle la responsabilidad que deberíamos llevar juntos. Yo también he visto tanto… gente que aplaude y que después delata; manos que palmean el hombro y finalmente empujan; gritos de vivas que se transmutan en susurros de odio… Sin embargo, yo no tengo que saber quién es él para estar segura de que compartimos dudas, sueños, culpas.