Cómo sobrevivir a la lapidación pública y no perder la sonrisa en el intento

Generación Y

Van aquí mis modestos consejos, que sin pretender funcionar para todos, me han ayudado a mantener la cordura

Cuadro del pintor cubano César Leal, fallecido en diciembre de 2024.
Cuadro del pintor cubano César Leal, fallecido en diciembre de 2024. / César Leal

Un día el rostro en la pantalla fue el del poeta Armando Valladares, luego vinieron los ataques en el horario estelar de la noche contra Martha Beatriz Roque, Elizardo Sánchez y Dagoberto Valdés, hasta llegó el momento en que vi mi propio nombre en el noticiero rodeado de los peores adjetivos y, ahora, le ha tocado el turno a los editores de El Toque y al economista Pavel Vidal. La hoguera de la lapidación mediática y del fusilamiento de la reputación, que necesita mantener ardiendo el régimen, está urgida de leña, de nueva leña para agregar al fuego del victimismo oficial y a esas llamas que buscan echar a otros la culpa del fracaso del modelo cubano.

Todos y cada uno de los que hemos nacido en la Isla somos potenciales candidatos a aparecer en uno de esos programas en los que se intenta destruir moral y socialmente a una persona. No me salvé yo, no se salvaron tampoco del escarnio, sin derecho a réplica, los condenados en la causa de la Primavera Negra ni las Damas de Blanco, y tampoco te salvarás tú que lees estas líneas. Basta con que, en un instante, digas o publiques algo que no le guste a un grupo de intolerantes que han secuestrado el nombre de la nación, para que caiga sobre ti todo el peso de un poder que actúa con la total impunidad del que sabe que tiene el monopolio de las transmisiones televisivas, el control sobre los tribunales y, lamentablemente, todavía bajo su bota, a cientos de miles de ciudadanos adocenados. 

Responde poco o nada a los insultos, porque uno de los objetivos que buscan es distraerte de tus tareas cotidianas

Como no podemos cambiar la manera en que nos miran desde esa cúpula blindada en la que se han encerrado unos pocos vestidos de verde olivo, lo que nos queda a los vituperados es decidir la actitud que tomaremos ante semejantes intentos de aplastarnos. Van aquí mis modestos consejos, que sin pretender funcionar para todos, me han ayudado a mantener la cordura, la felicidad interior y la sonrisa. 

A ti, si ya te has convertido en "radioactivo" y te ha alcanzado el encono de la dictadura cubana, te sugiero:

  • Responde poco o nada a los insultos, porque uno de los objetivos que buscan es distraerte de tus tareas cotidianas, hundirte en el foso oscuro de las justificaciones y la contestación. No te creas aquello de que "el que calla otorga" y prefiere una versión menos neurótica de cómo reaccionar ante la ofensa: "a palabras húmedas, oídos impermeables".
  • Concéntrate en el trabajo. El trabajo lo cura todo o casi todo, incluso las heridas que deja el no poder tener acceso a esos mismos micrófonos desde donde intentan ultrajarte.
  • No apeles al ataque personal contra el que te denigra. Tú no juegas con las mismas reglas sucias de quienes te injurian. No dejes que te arrastren al fango del improperio al otro. 
  • Nunca te creas que es algo personal. Tú eres solo la nueva diana de la infamia pero debes saber que la propaganda oficial siempre necesita que alguien sea el culpable, no puede engrasar su maquinaria de adoctrinamiento y sumisión si no tiene un nombre o un rostro al que cargarle con la responsabilidad del descalabro nacional.
  • No te encierres en la autocompasión. Míralo como si te hubieran dado un premio, el preciado galardón de que un casposo autoritarismo abomine de ti.
Tómalo como un ciclo que va y viene. Hoy te tocó a ti, mañana insultarán a otro
  • Tómalo como un ciclo que va y viene. Hoy te tocó a ti, mañana insultarán a otro. Ten en cuenta que, muy probablemente, ahora mismo, ese "otro" es de los que se apartará de ti después de ver el libelo en tu contra, asegurará que él sí pertenece a los confiables y a los "revolucionarios", probablemente, incluso, usen su cara y su voz como testimonio para tratar de hundirte más. Lo que él no sabe es que su cuello puede ser el próximo en la picota pública de un régimen insaciable cuando de fabricar contrincantes se trata. 
  • Búscate un hobby si no lo tienes. Observar el cáliz, los pétalos, los estambres y el pistilo de una flor te dará la verdadera magnitud de inmensidad en la que somos una mera partícula de polvo y de lo que es trascendente o no lo es. Créeme, el castrismo es un evento efímero en el discurrir del tiempo cubano y humano. Basta con mirar un rato las constelaciones sobre tu cabeza para que los voceros oficialistas, en su pequeñez, te provoquen más risa que escozor, más lástima que enojo.
  • No paralices tu vida pública por temor a ser agredido por algún fiel al régimen. Te sorprenderá la cantidad de gente que te dará su apoyo, los mensajes de solidaridad que brotarán a tu paso y los guiños cómplices que te harán, incluso, aquellos que hasta ayer te parecían más extremistas.
  • Que no te quite el sueño ningún soldado disfrazado de periodista que mezcla imágenes, cifras y datos falseados. También ellos pasan y se reciclan, caen en desgracia unos y aparecen otros, como títeres de reemplazo en una decadente escenografía. Recuerda a otros tantos que hicieron ese lamentable papel y ahora están… en Miami.
  • No permitas que el ácido corrosivo de ese panfleto afecte tu autoestima. Tú no eres la persona que describen en esos programas ni te pareces a la caricatura malévola que han pintado sobre ti. 
La vida te ha regalado una experiencia que te hará más maduro, conocedor del alma humana y fuerte
  • Ten en cuenta que ese tipo de espacio televisivo lo conocen, si acaso, los cubanos que viven dentro de la Isla y unos cientos de miles en la diáspora, pero en Calcuta nadie sabe el nombre de sus presentadores, en Sidney a nadie le importa lo que diga el vocero de turno y en Buenos Aires tomarían un programa así como un espectáculo humorístico.
  • Siente una profunda gratitud por haber sido elegido para el ultraje público. La vida te ha regalado una experiencia que te hará más maduro, conocedor del alma humana y fuerte. Si sobrevives emocionalmente a esto, ya te puedes enfrentar a casi cualquier cosa. Pon en práctica todos aquellos recursos psicológicos que tenías guardados para un duelo, una enfermedad o una ruptura amorosa. Usa este vilipendio como un gimnasio para entrenar tu salud mental.
  • La prueba más difícil será quizás tratar de, cada día, hacer el ejercicio de la conmiseración hacia quienes te han ofendido. Imagínalos abandonados y enfermos en plena calle, como un perro al que su dueño, después de usar, desechó en una esquina. Proyéctate acercándote, curándoles las heridas y preguntándoles: "¿Le puedo ayudar en algo?" 
  • Si todavía no te sientes cómodo con apelar a la compasión hacia estos francotiradores de la afrenta, siempre parapetados en el poder, entonces imagínalos en situaciones rutinarias y hasta ridículas. Una imagen de uno de ellos sentado en el inodoro te hará restarle seriedad a todo lo ocurrido.
  • Descansa por estos días de las redes sociales o al menos no les regales tanto de tu tiempo. Ellos cuentan con la amplificación del escarnio que provocarán miles de usuarios compartiendo y discutiendo sobre los ataques que te han lanzado. Corta eso por lo sano con una buena dosis de "desconexión virtual".
  • Si tienes hijos, mascotas y amigos, dedícales más tiempo por estos días. Créeme, los ojos de un bebé, el pelaje suave de un gato o el abrazo de un viejo colega de la escuela hacen que cualquier material audiovisual en tu contra suene como un eco lejano, insignificante… pasajero.

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