Cartas son cartas

Yoani Sánchez

20 de diciembre 2013 - 04:45

Foto de Silvia Corbeille

El noticiero de la mañana dejó sin habla a Raidel. Justo ahora que iba a comprar un auto a precio subvencionado, anunciaron el fin de ese mecanismo de privilegios.

Tan sólo lograr la carta de autorización, con firmas y cuños, le había llevado largos meses de transitar entre una oficina y otra, un burócrata y otro. Lo más difícil fue demostrar que sus ingresos provenían del sector estatal, probar el origen de cada centavo obtenido al decorar centros turísticos. Con el permiso ya otorgado, aguardó durante cuatro años en una lista de espera que superaba los siete mil posibles compradores. Hasta esta mañana en que su sueño de ir al depósito y elegir un Peugeot o un Hyundai a bajo costo se esfumó con la misma brevedad que leyeron una nota en la televisión.

Recientemente, el Consejo de Ministros acordó implementar paulatinamente la venta de autos modernos –nuevos o de uso- a cualquier persona natural ya sea cubana o extranjera. Dos años después de la implementación del Decreto 292, la realidad se ha impuesto y ha obligado a ampliar los estrechos límites de esa regulación. A la legalización de la compraventa de vehículos entre privados,  se le añade ahora la adquisición en las agencias de otros con cero kilometraje o con más reciente año de fabricación. Pasaremos de tener sólo el permiso a comercializar un producto de segunda mano, a poder obtener otro “nuevo de paquete” y con ciertas garantías técnicas… pero eso sí, en las redes minoristas estatales, al precio que el gobierno determine y probablemente pagándolo al contado.

Una medida de este tipo beneficia a la emergente clase media, deseosa de poseer más y más modernos símbolos de estatus. Como efecto inmediato, aumentará las diferencias sociales que se han venido acrecentando dramáticamente en el último lustro. Aunque el discurso político siga hablando de igualdad y oportunidades para todos, esta flexibilización se dirige a los que tienen altas entradas en pesos convertibles. Ellos son los grandes ganadores de esta jornada, mientras los perdedores son los cubanos como Raidel, cuya carta de autorización para comprar un auto apenas si tiene ahora un valor museable. Gente que después de años de aplaudir, simular y trabajar duramente, comprenden hoy que el mercado se ha impuesto sobre sus méritos profesionales y políticos.

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