Cuba performance

Yoani Sánchez

23 de febrero 2009 - 05:59

 

Hace algunos días, pudimos ver en nuestra casa el documental Cuba  performance, dedicado a la labor artística del grupo Omni Zona Franca.  La sala se llenó de peludos y hasta algunos autores extranjeros,  invitados a la Feria del libro, subieron los catorce pisos por la  escalera. Amaury –el protagonista del filme– no estuvo presente, porque  hace unos días le nació un hijo que lo tiene ahogado entre pañales y  noches sin dormir. Era viernes trece y había luna llena, pero la  superstición no nos impidió disfrutar de algunas horas de creación,  libertad y descarga.

La directora del documental, Elvira Rodríguez Puerto, convivió durante  semanas junto a Eligio, David y los otros artistas de Alamar. Gracias a  esa cercana interacción, logra mostrarnos la mezcla de poesía, pintura,  zen y grafiti con la que estos talentos autodidactas han llenado las  calles de la proyectada ciudad del “hombre nuevo”. Disfuncional y  estigmatizada, la singular villa del este es hoy un sitio en el que  pocos quieren vivir, lleno de bloques de concreto repetitivamente  idénticos. Allí habita y hace su arte Amaury, un hombre grande, negro,  que se pasea con un casco de minero y con una saya amplia. Él logra  involucrar a los vecinos en sus acciones plásticas, les hace olvidar las  jabas vacías con las que vuelven del mercado y les ayuda a aflojar el  rictus de incredulidad con que lo miran todo.

La vida nuestra está llena de performance y de acciones plásticas  cargadas de simbolismo, aunque nos parezcan totalmente lineales y  cotidianas. Esa es la sensación que me ha dejado escuchar la filosofía  de este risueño poeta que camina apoyado en su báculo de madera.  Esperar el ómnibus, hacer la cola para el único pan del racionamiento,  intercambiar productos en el mercado negro, construir una pequeña balsa  para echarse al mar y hasta fingir que se está de acuerdo, son parte de  un guión que hemos interpretado durante décadas. Sólo que añoramos la  soltura del happening y la espontaneidad con que se mueve Amaury, tan  lejos del miedo, las convenciones y los controles.

 

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