Numancia

Yoani Sánchez

16 de noviembre 2008 - 20:24

 

Una pionerita grita consignas en el matutino de su escuela. El color enrojecido de la cara y una vena latiéndole en la frente reafirman sus exclamaciones. Entre las frases que repite, hay una metáfora pavorosa: “primero se hundirá la isla en el mar, antes que renunciar a la gloria que se ha vivido”. En el mural de un CDR unas palabras ocupan toda la parte superior: “Si avanzo sígueme, si me detengo empújame, si retrocedo mátame”. Otro tanto mostró el periódico este sábado, cuando el Máximo Líder publicó en una de sus reflexiones:  “después de las vidas ofrendadas y tanto sacrificio defendiendo la soberanía y la justicia, no se le puede ofrecer a Cuba en la otra orilla el capitalismo”.

Numancia vuelve a mi memoria y me resisto al tremendismo que ella implica. Ya me creí esa historia alguna vez, cuando de niña corría al refugio bajo la sirena presagiando una invasión que nunca llegó. La plataforma insular no colapsará –lamento darles esa noticia a los heraldos de la debacle– porque tengamos un gobierno u otro, un sistema de tal tipo o de más cual. Los árboles no se inmutarán, las piedras que vieron extinguirse a los indígenas no cambiarán de lugar y probablemente ni el propio mar se dará cuenta. Así que, por favor, no me asusten con cataclismos ni apocalipsis. Ya estoy muy grandecita para eso.

Todo esto pasará, ya está pasando. Numancia sólo ocurrirá en la mente de algunos, en la de otros el futuro será más largo que lo dejado atrás.

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