Todos estábamos en Pulse

Christopher Sanfeliz y Alejandro Barrios. (Facebook)
Christopher Sanfeliz y Alejandro Barrios, asesinados por los disparos de Omar Mateen en el local gay Pulse. (Facebook)
Yoani Sánchez

15 de junio 2016 - 14:14

La noticia enlutó el domingo, desgarró la semana y marcará para siempre la vida de los familiares de las víctimas. El club Pulse de Orlando, Florida, se convirtió en una trampa mortal para decenas de personas que quedaron a merced de un demente. Las motivaciones que llevaron a Omar Seddique Mateen a matar 49 seres humanos y herir a otros 53 todavía se están investigando, pero la solidaridad no necesita esperar por informes ni resúmenes del FBI, debe ser inmediata y sin tibiezas.

La prensa oficial cubana ha tratado con omisiones y remilgos el hecho de que el tiroteo ocurrió en un local gay. Mojigaterías de la televisión y los periódicos nacionales que, con ese silencio, sólo promueven la homofobia y desmienten su propio discurso de cambios. Esa ausencia también se hace notar en el mensaje de condolencias que Raúl Castro envió a Barack Obama, donde menciona el lugar de la tragedia como "un centro nocturno".

Los olvidos no quedan ahí. La prensa en manos del Partido Comunista retrasó hasta este miércoles la noticia de que entre los fallecidos se encontraban dos cubanos, cuando ya era vox populi en las calles. ¿Por qué la demora? ¿Por gays o por emigrantes? Esa doble condición debe sacar ronchas a unos cuantos en el Gobierno y por ende en sus periódicos, que funcionan a manera de ventrílocuos.

La prensa en manos del Partido Comunista retrasó hasta este miércoles la noticia de que entre los fallecidos se encontraban dos cubanos

Sorprende también que el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) se haya limitado a una formal declaración de condena y no haya convocado a una vigilia, unas flores dejadas en la puerta de las madres que perdieron a sus hijos o al menos una acción simbólica que refleje el dolor de la comunidad LGBTI cubana.

Nada de eso ha ocurrido, y no por falta de indignación o de tristeza, sino por la misma carencia de libertad de expresión que impide a un opositor hacer un reclamo público y a cualquier persona portar, de manera espontánea, una pancarta que reconozca: "Todos estábamos en Pulse".

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