Verde que te quiero libre

Yoani Sánchez

11 de enero 2012 - 16:55

La última vez que Mahmud Ahmadineyad pisó suelo cubano, la enfermedad de Fidel Castro llevaba anunciada unas semanas y había generado toneladas de especulaciones. En aquel septiembre de 2006, el mandatario iraní fue testigo de cómo se le entregaba la presidencia del Movimiento de Países No Alineados a un jefe de estado incapacitado físicamente de ejercerla. En lugar del Máximo Líder, en el Palacio de las Convenciones se escuchó el discurso de su hermano menor, mientras en los pasillos y frente a las cámaras, los voceros oficiales auguraban que muy pronto el Comandante en Jefe reaparecería. Pero mentían. En la foto final del evento –sobre la hierba y bajo un sol juguetón- quedaron plasmados los gobernantes invitados, pero faltaba el principal anfitrión. A la luz de hoy, esa fue una imagen casi premonitoria porque marcó la pérdida de protagonismo en la vida política internacional del otrora guerrillero.

Ahora, Ahmadineyad ha regresado para una nueva instantánea. Esta vez será a puertas cerradas, apenas sin testigos y en el lugar donde convalece Fidel Castro y desde el que escribe sus larguísimas reflexiones. Mucho ha cambiado para ambos en estos cinco años. El primero de ellos se encuentra en medio de una escalada de tensiones con Washington y ha amenazado incluso con cerrar el estrecho de Ormuz; el segundo transita por el apagamiento paulatino de su imagen dentro y fuera del país y ha perdido buena parte de la ascendencia que alguna vez tuvo.

El impulsivo político que estuvo a poco de desencadenar en 1962 -cuando la Crisis de los Misiles- la tercera guerra mundial, recibe hoy al líder persa que podría formar parte del próximo conflicto. Los dos necesitan con urgencia de esta nueva foto de familia. El uno para probar que no está tan sólo como la diplomacia norteamericana quiere hacer ver y el otro porque precisa demostrar que sigue vivo, a diferencia de lo que se rumora en las redes sociales. Pero será una retrato casi en sepia, pues estará ausente el color verde que en este lustro ha pasado a ser una tonalidad incómoda para ambos. A Fidel Castro le recuerda lo que fue, el uniforme desde el que emanaba parte importante de su poder, mientras a  Ahmadineyad le evoca a los jóvenes protestando en las calles, a Neda y al verano de 2009.

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