Tres elecciones, un país

Yoani Sánchez

09 de octubre 2012 - 11:03

¿Cómo es la voz de Henrique Capriles? me preguntó hace unos días un vecino. No supe decirle si era aflautada o firme, suave o enérgica, pues los medios de difusión cubanos evitan transmitirla. En su lugar, sólo hemos tenido la posibilidad de escuchar la gritería agitada de Hugo Chávez, los ataques verbales que lanzó a su joven contrincante durante la campaña presidencial. Así que esta mañana hemos visto al mandatario, que lleva ya 13 años en el poder, celebrando su nuevo triunfo electoral. Está claro que un nuevo sexenio para él es también una garantía de sobrevivencia para el gobierno de La Habana.

El gobierno de Raúl Castro se jugó demasiado en los comicios de este 7 de octubre. Pudo haber perdido el apoyo imprescindible de su aliado más dadivoso. El subsidio venezolano le ha permitido al General Presidente implementar, con suma tibieza y lentitud, cambios que se reducen a la esfera económica. Pero este tipo de dependencia, una vez que se establece, termina convirtiéndose en una situación crónica. Ni la entrega de tierras en usufructo ni la ampliación de licencias a los cuentapropistas han logrado que Cuba dé sus primeros pasos en dirección de la autonomía material o de la soberanía financiera. Más que una coyuntura, la necesidad de manutención desde el exterior es parte medular del castrismo, fruto directo de su incapacidad para gestionar acertadamente la economía nacional. No olvidemos la voluminosa renta enviada desde el Kremlin… ahora sustituido por Miraflores. Otra vez a la Plaza de la Revolución le han vuelto a firmar un cheque en blanco, por seis años más.

El 54% de los venezolanos ha ratificado a Hugo Chávez como líder del país, el raulismo tiene entonces un respiro. Pero la elevada polarización en que ha quedado sumida la patria de Bolívar hará más difícil sostener públicamente la manutención de Cuba. Al gobierno de La Habana se le avecinan meses complicados. La de Venezuela ha sido la primera de un ciclo de tres elecciones que influirán en mayor o menor medida sobre nuestra vida nacional. Las presidenciales en Estados Unidos se ubican inmediatamente después en la lista de procesos electorales que nos aguardan. Mitt Romney ha anunciado mano dura con las autoridades de la Isla, pero Barack Obama también puede resultar muy corrosivo para el sistema cubano si profundiza su política de acercamientos familiares, académicos y culturales.

El primer mandato de cinco años de Raúl Castro concluirá en febrero de 2013. Pocos apuestan a que piense retirarse del cargo para dar paso a una figura más joven. Esas elecciones, las terceras que nos aguardan en los próximos meses, son también las últimas en importancia y en expectativas generadas. Ya han comenzado con el proceso de nominación de delegados del Poder Popular y concluirán en la obediente Asamblea Nacional, que aprobará la candidatura para el Consejo de Estado. Si en las urnas venezolanas se ha decidido un subsidio de miles de millones y en las boletas norteamericanas está en juego la relación de esta Isla con el poderoso vecino del Norte, los comicios cubanos huelen a jugada cantada de antemano. Ni siquiera hace falta hacer encuestas, ni sondeos sobre la intención de votos. No hay posibilidad alguna de sorpresas.

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