Otra vez María

Yoani Sánchez

07 de agosto 2012 - 19:31

Todas las mujeres de mi árbol genealógico llevan el nombre de María. Yo también, pero en segundo lugar, en una mezcla disonante de modernidad y tradición. Cargo con esta “Y” extravagante y –vaya contradicción- con la forma más común de llamarse una mujer. Así que las Marías han estado por todas partes a lo largo de mi vida: una me trajo al mundo, otra –de pelo canoso y tos de fumadora- me llevó por primera vez a la escuela y hasta jugué a las muñecas con una hermana que se llama también así. Años después, en Zürich, una de ellas me abrió las puertas de su librería para que trabajara rodeada de literatura y cariño. Y ahora ha venido en mi ayuda una nueva María, a la que aún no he podido conocer personalmente.

Comenzó a traducir mis textos al inglés ya hace más de cuatro años. Al principio, con muy pocos conocimientos del español, María José trataba de llevar mis pinceladas cotidianas a su lengua materna. Eran muy simpáticas sus primeras dudas después de leer mis posts… ¿Qué cosa es una malanga? ¿A cuánto equivale un peso convertible? ¿Qué es una cola?... Porque esta ingeniera en trasporte no tiene ningún temor a hacer preguntas, ni le parece para nada ridículo indagar sobre lo que desconoce. Y eso fue lo que me encantó de ella desde el primer momento: su humildad. Cuando uno ha interactuado con el mundo académico, donde cada cual exhibe sus conocimientos a la par que esconde sus lagunas, encontrar gente sincera –y para nada petulante- viene a ser como un bálsamo.

Así que curioseando mucho y trabajando todavía más, esta mujer que pasa ya de los cincuenta, creó una red de traductores solidarios alrededor de la blogósfera alternativa cubana. Empezó ayudando en mi blog para después extender su energía sobre muchos otros espacios virtuales que abordan la problemática de esta Isla. Madrina a distancia de estos inquietos ahijados, Mary Jo cuenta cómo su vida ha cambiado desde que se embarcó en semejante aventura. Y no se cansa. Busca traductores para las versiones al francés, al húngaro, al polaco o al japonés; subtitula entrevistas; ayuda a promover libros; va a las universidades norteamericanas a narrar su experiencia y aún así tiene tiempo para dedicarse a su profesión, atender a sus padres y a su hija. ¡Qué afortunada soy! Una María paciente y generosa ha llegado otra vez a mi vida, una María que sin estar en mi árbol genealógico ya es parte de mi familia.

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