Un bosque fósil quiere volver a la vida

Tronco de árbol hecho piedra en la finca La Estrella, en Nasaja, Camagüey. (Inalkis/14ymedio)
Tronco de árbol hecho piedra en la finca La Estrella, en Nasaja, Camagüey. (Inalkis/14ymedio)
Inalkis

19 de agosto 2015 - 22:18

Camagüey/Los árboles son hermosos cuando baten sus hojas al viento, pero también sus restos fosilizados por miles de años tienen una belleza particular. En el municipio Najasa, de la provincia Camagüey, se halla el más interesante de los hallazgos de vegetales fósiles en Cuba. En la finca conocida en la actualidad como La Estrella, se extiende esta maravilla de raíces, troncos y ramas petrificados que pertenecen al Área Protegida de Recursos Manejados, Sierra del Chorrillo.

Hace treinta años, mi abuelo Joaquín Rodríguez Mayo describía el increíble valor de este lugar en una entrevista que le hiciera el geólogo Manuel Iturralde Vinent. Sus palabras, publicadas en la revista Bohemia, incluían un llamado de alarma por la situación que ya vivía este museo al aire libre. Antes, decía, "era todavía una divinidad contemplar esos bosques petrificados, porque aquí se mantenían muchos tocones de palma paraditos y gran cantidad acostados", contaba. "Pero (...) hasta buldóceres han metido por esos terrenos y desbaratado un tesoro de piedra", aseguraba este hombre que siempre vivió pegado a la naturaleza.

El abuelo Joaquín quería "hacer algo, detener esa ansia de destruir, pero con solo hablar no se logra demasiado. Hacía falta que dictaran una ley que prohibiera mover una piedra o dañar siquiera una astilla". Como aficionado a la botánica se percató desde temprano que el lugar era "de gran interés y que se podía convertir en una especie de museo". Ante la duda de que no fueran a publicar sus palabras, se excusó de que "solo soy un campesino y a lo mejor estoy diciendo una barbaridad o un disparate descomunal".

Hoy el bosque sufre la destrucción y la desidia. Así que inspirada en mi abuelo conversé vía telefónica con Iturralde. Su respuesta me descorazonó, pues el geólogo es de la opinión que "casi es mejor dejarlo olvidado para que no vuelva a suceder otro destrozo". Percibí cierto tono de culpa en sus palabras, quizás porque cree que la exploración que realizó junto a un grupo de especialistas acarreó una atención sobre el lugar que terminó siendo perjudicial. "Mira lo que pasó cuando empezamos a darle publicidad e investigarlo", reflexionó.

El sacerdote clasificó 57 especies de árboles petrificados, entre ellos guano prieto, palma cana, corojo, coco, palma barrigona, palma real, guásima, majagua y caoba

El daño ocasionado a este peculiar bosque representa también una mancha en la memoria de todos los que emplearon largos años de su vida en explorarlo. En un principio, el lugar era casi como una leyenda que corría de boca en boca, hasta que llegó a los oídos del naturalista y sacerdote escolapio Pío Galtés, el primero en realizar investigaciones entre los años 1909 y 1911.

Galtés encontró troncos, ramas y raíces petrificadas, pero ningún fruto, hoja o flor, lo que dificultó la investigación para clasificar el vegetal. Sin embargo, no se dio por vencido, reunió unos cuantos troncos de la flora viva existente en ese lugar y al hacer la comparación entre fósil y madera, quedó asombrado por la gran similitud entre ambos.

El sacerdote clasificó 57 especies de árboles petrificados, entre ellos guano prieto, palma cana, corojo, coco, palma barrigona, palma real, guásima, majagua y caoba.

Pocos años después otro escolapio, Modesto Galofré, se interesó en el bosque fósil y descubrió que Galtés había cometido algunos errores en varias de las clasificaciones por lo que pidió ayuda a un especialista norteamericano y envió a Nueva York algunas muestras.

El neoyorquino concluyó que se trataba de una flora del periodo cretácico, en la era Mesozoica o llamada también de los reptiles, con una antigüedad mayor a los 70 millones de años. En el material enviado a Estados Unidos había un pedazo de conífera conocida como Sabina, una planta de la familia de las Taxáceas que puede encontrarse aún en nuestros días.

Lamentablemente la mayor parte de esa joya de la naturaleza fue destruida por buldóceres, bajo la orientación de entidades estatales

Después de los estudios de Galtés y Galofré, el bosque fósil cayó en un profundo silencio, hasta que en 1945 el Hermano León, reconocido botánico que escribió el estudio Flora de Cuba, hizo mención en uno de sus artículos a lo poco estudiada que estaba la flora fósil de la Isla. Así fue hasta décadas después, cuando la Academia de Ciencias hizo un levantamiento geológico de la provincia Camagüey.

El geólogo Manuel Iturralde Vinent realizó entonces un estudio de todo el material bibliográfico sobre investigaciones geológicas o paleontológicas relativas a esta región. En 1984 y con un grupo de científicos, visitó la zona que tanto había apasionado a Galtés y Galofré. Mi abuelo Joaquín les sirvió de guía en aquella ocasión.

Llegó a encontrarse hasta un árbol fosilizado de entre ocho y nueve metros, cuya edad aproximada de fosilización los científicos estimaron en más de un millón de años. Entre visitas y visitas, también se determinó que la cercanía de los ríos Yáquimo y Sevilla, también fue de suma importancia para el proceso que habían experimentado los árboles.

Lamentablemente la mayor parte de esa joya de la naturaleza fue destruida por buldóceres, bajo la orientación de entidades estatales. El lugar permaneció olvidado hasta que finalmente todo indicaba que se cumpliría el sueño de Iturralde y mi abuelo. Los restos que quedaban fueron declarados por la UNESCO Elemento Natural Destacado y pasó a pertenecer al Área Protegida. Los primeros tiempos la zona fue cuidada con dedicación y parecía que las autoridades habían recapacitado el error.

Puras fantasías. Apenas unos años después, el bosque fósil volvió a caer en la desprotección y el abandono. Sin embargo, no pierdo las esperanzas de que algún día vuelvan los científicos a estudiar estos fósiles, hacer pública la importancia de las raíces y troncos petrificados y que estos sean admirados, como mismo se admiran las hojas verdes que baten al viento.

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