"Aquí no va a pasar nada", dicen en Artemisa sobre la pandemia

En las calles de Candelaria todavía pocos acatan el llamado de las autoridades a hacer "colas responsables" y al "recogimiento social"

Comprar jabón, pollo, arroz o los pocos medicamentos que quedan en la farmacia se ha vuelto primordial para muchos. (14ymedio)
Comprar jabón, pollo, arroz o los pocos medicamentos que quedan en la farmacia se ha vuelto primordial para muchos. (14ymedio)
Bertha K. Guillén

29 de marzo 2020 - 16:22

Candelaria (Artemisa)/Con tres casos positivos por covid-19, diez sospechosos y un total de 1.077 personas bajo vigilancia, Artemisa, una región agrícola y fronteriza con La Habana, vive con preocupación la pandemia.

En el país, las autoridades han hecho un llamado a las "colas responsables" y "el recogimiento social", como parte de las estrategias para detener la propagación del virus en la Isla. Pero en las calles de Candelaria, un municipio de Artemisa, pocos acatan esas medidas.

Al desabastecimiento crónico se le ha añadido la excepcionalidad de la situación y han creado en los vecinos una gran ansiedad por comprar productos básicos. Comprar jabón, pollo, arroz o los pocos medicamentos que quedan en la farmacia se ha vuelto primordial ante la probabilidad cada vez mayor de una cuarentena obligatoria.

"A la gente le preocupa más morir de hambre en sus casas que por coronavirus", asegura una jubilada que este jueves hacía una larga cola para comprar pollo

"A la gente le preocupa más morir de hambre en sus casas que por coronavirus", asegura una jubilada que este jueves hacía una larga cola para comprar pollo en una tienda de Candelaria. En la misma fila para entrar al mercado, otra mujer decía: "Entre cubanos no se pega, hay que evitar el contacto con los que vienen de afuera".

Acumular agua en cantidades suficientes para suplir las necesidades básicas es otro de los pendientes que mantienen ocupados a los candelarienses por estos días. Con continuos problemas de abastecimiento desde hace dos meses, la situación se vuelve más dramática en estos días y el gasto aumenta de manera considerable.

"El agua viene y se va, arreglan el pozo dos días y se vuelve a romper. Con la higiene que hay que mantener esto es insostenible", asegura Iraida, una vecina de la comunidad que aguarda junto a decenas de personas para acceder a la manguera de un carro cisterna con la que llenará algunos tanques y cubos para su vivienda.

Pero el comercio no es el único que se tensa con la situación de emergencia que vive el país. La transportación de pasajeros y de mercancías en el más importante granero de la capital cubana también se resiente con los temores y las medidas de restricción de la movilidad que se han tomado en los últimos días.

Agustín es uno de los pocos transportistas privados que cubre la ruta intermunicipal que comunica la capital de la provincia con Candelaria y San Cristóbal, los demás han dejado de hacerlo por temor a las multas y el contagio.

"La gente no ha dejado de viajar, muchos trabajan fuera del municipio, las paradas y las terminales siguen llenas", cuenta. Algunas personas se trasladan hasta la ciudad de Artemisa donde hay mayor cantidad de tiendas en busca de variedad para abastecerse. "Cerrar esa comunicación entre los municipios y la cabecera, sería condenarnos a no tener suministros nuevos", afirma. A pesar de ser una zona eminentemente agrícola, los vecinos de los pueblos interiores necesitan trasladarse para obtener productos como jabones, detergente y cárnicos.

La falta de información también hace mucho daño. No pocas personas aseguran que "aquí no va a pasar nada", otras restan importancia a la gravedad de la enfermedad en la Isla mientras comparan las cifras nacionales con las estadísticas de Estados Unidos, que la prensa oficial cubana ha desmenuzado hasta el límite.

Otros creen que Artemisa es territorio aparte y se rige por reglas propias. "¿Las medidas de la Mesa Redonda son sólo para La Habana?", cuestiona Martha Rodríguez, mientras intenta mantener su lugar en la cola para comprar pollo. "Aquí la gente anda como si nada y la policía está más preocupada por que no hagan fotos y videos para Facebook que por mantener la distancia", sostiene.

Puertas adentro del Policlínico de Candelaria la realidad es otra, las presiones del Ministerio de Salud Pública para hacer cumplir las medidas necesarias para evitar la propagación del virus, limitar el contacto directo con personas que pueden estar infectadas junto a las malas condiciones de trabajo hacen de estos días especialmente estresantes para los trabajadores de salud pública.

Natalia García, doctora en Medicina General Integral del municipio de Candelaria, asegura que son jornadas muy difíciles. "No todos han tomado conciencia de la responsabilidad que tenemos para evitar la propagación de esta pandemia", detalla. "Estuve días sin poder dormir, soñando que me enfermaba, ahora ya ni me estreso y me cuido pero si llega un paciente contagiado...", comenta con cierta resignación.

Las caras largas y ojerosas de los galenos son el reflejo del trabajo de los últimos días, nadie habla, nadie confirma ni desmiente alguna información

Las caras largas y ojerosas de los galenos son el reflejo del trabajo de los últimos días, nadie habla, nadie confirma ni desmiente alguna información, los rumores e historias novelescas alrededor de los "posibles contagiados" aumentan cada día.

"Desde que se anunció la presencia del primer caso positivo en la Isla hemos estado trabajando muy duro, la enfermera y yo no dormimos, todos los días me llega un viajero y hay que comenzar el seguimiento", asegura García "Hay muy poca educación sanitaria, hay muchos que se cuidan, pero la gran mayoría no", lamenta.

Por otra parte, varios de los propietarios y trabajadores de las casas de rentas ubicadas en la carretera a Soroa han decidido permanecer en cuarentena voluntaria tras recibir a sus últimos clientes.

"Decidimos no salir para evitar el contagio y porque tenemos nietos que cuidar", aseguran Jorge y María, una pareja que gestiona un hostal rodeado de orquídeas y con una vista espectacular a las montañas, pero que ahora está cerrado. Ningún ingreso económico vale la vida.

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