En Camagüey los vecinos de Coppelia viven con las fugas de amoniaco

Quienes residen cerca de la fábrica temen que las consecuencias de un último vertido sean más graves de lo anunciado

Fábrica de helados Coppelia en Camagüey. (14ymedio)
La fábrica fue construida antes de 1959 y su propietario la situó a las afueras de la ciudad, pero con los años los barrios fueron creciendo y rodearon la instalación. (14ymedio)
Ricardo Fernández

04 de diciembre 2017 - 14:46

Camagüey/Cinco días después de un escape de amoníaco que mantuvo en vilo a parte de la ciudad de Camagüey, los vecinos de la fábrica de helados Coppelia temen que las consecuencias del vertido sean más graves de lo que se ha dado a conocer y reprochan a las autoridades de no haber advertido y evacuado a la población.

En los medios locales se achacó el escape a "una incorrecta manipulación del operador de turno de la sala de máquinas" y ubicaron el momento del derrame entre las 6:20 y 6:30 de la mañana del pasado miércoles. A esa hora la mayoría de las familias residentes en el reparto Las Mercedes dormía o se preparaba para salir de casa.

El fuerte olor de la sustancia química se extendió hasta el Casino Campestre, a unos dos kilómetros del lugar donde está ubicada la planta, según testimonios recogidos por 14ymedio. "Empezamos a temer que algo había pasado cuando sentimos un olor desagradable y muy fuerte", cuenta Dinora, enfermera y vecina de Coppelia.

Cercana al casco histórico, la fábrica fue construida antes de 1959 y su propietario la situó a las afueras de la ciudad, pero con los años los barrios fueron creciendo y rodearon la instalación. Por uno de sus costados también discurre la línea del ferrocarril y sus calles aledañas son muy transitadas.

El fuerte olor de la sustancia química se extendió hasta el Casino Campestre, a unos dos kilómetros del lugar donde está ubicada la planta

Los residentes en las cercanías lamentan que el día del accidente no se procedió a evacuar las familias más cercanas y tampoco se informó masivamente del incidente para advertir de lo sucedido y evitar daños para la salud.

Aunque los bomberos y la policía llegaron al lugar rápidamente, muchos pensaron que se trataba de un incendio u otro tipo de emergencia dentro de la fábrica. Solo cuando sintieron el fuerte olor se dieron cuenta de que había sucedido la fuga de algún producto químico.

"En concentraciones elevadas el gas irrita la garganta, inflama los pulmones, daña las vías respiratorias y los ojos", explica a este diario el doctor Alejandro Torres. "Según aumenta la concentración puede llegar a producir un edema pulmonar".

El galeno considera que el mayor riesgo en el escape de amoniaco de Coppelia lo corrieron "los trabajadores de la fábrica porque están expuestos a mayores concentraciones del químico". Sin embargo, las autoridades aseguran que el escape de la sustancia no fue importante y que no existe riesgo para la vida de los trabajadores.

"No es la primera vez que ocurre un escape de amoniaco en la fábrica Coppelia", explicó a 14ymedio Ivis Regueiro, vecina del lugar. "Lo que sí me sorprendió fue el despliegue de la policía y los bomberos, eso sí que nunca había pasado".

En la zona, muchas familias cuentan con pozos de agua en los patios de sus casas, una manera de garantizar el suministro en una ciudad que ha estado seriamente afectada por los problemas creados por la deteriorada infraestructura hidráulica y una larga sequía.

"Nadie nos ha dicho si podemos seguir tomando o no agua del pozo", lamenta una vecina a pocos metros del lugar del escape. "Nadie explica el daño para la salud y si el amoniaco derramado ha contaminado las aguas de la zona", se queja. "La noticia que han dado es que todo está controlado, pero la gente no lo cree".

Jesús Tejeda Jorge, jefe de producción de la Empresa de Productos Lácteos, aseguró a la prensa local que el amoníaco líquido que se usa en el proceso de refrigeración, una vez derramado, "en vez de ir a la atmósfera se evacuó por tragantes y registros de desagüe".

Las tuberías con las aguas residuales de la fábrica se unen también a las que llevan las aguas albañales de la zona y van a parar al río Hatibonico, muy contaminado en la actualidad

Tejeda reconoció que la fábrica no cuenta con todos los medios de protección, a pesar de haberlos solicitado a la Empresa de Productos Lácteos. En la sala de máquinas donde sucedió la fuga de amoníaco "solo hay un traje isotérmico para el operador de turno", detalla.

Las tuberías con las aguas residuales de la fábrica se unen también a las que llevan las aguas albañales de la zona y van a parar al río Hatibonico, muy contaminado en la actualidad.

La activista medioambiental Inalkis Rodríguez ha denunciado en repetidas ocasiones la indolencia del Gobierno ante la situación del Hatibonico. En su cuenta de Twitter publicó hace tres años una imagen acompaña de la siguiente frase: "Todos los ríos de la ciudad de Camagüey se encuentran en estas pésimas condiciones de contaminación". Desde entonces la situación se ha agravado.

Un estudio llevado a cabo por especialistas de la Facultad de Química de la Universidad de Camagüey advirtió de los efectos que los vertimientos de aguas residuales, sin un eficaz tratamiento, estaban provocado en el río. El Hatibonico se halla gravemente contaminado con materia orgánica, nutrientes y metales pesados, aseguran los investigadores.

Según un académico consultado por '14ymedio', "la contaminación por amoniaco tendrá un impacto muy negativo en el río Hatibonico"

Uno de los académicos que llevó a cabo el estudio habló con este diario bajo anonimato para informar de que "la contaminación por amoniaco tendrá un impacto muy negativo en el río Hatibonico, [...] que ya presentaba un deterioro en su cuenca, donde parte de la vida natural ha perdido la batalla contra las industrias y las aguas albañales".

"El accidente se veía venir porque la fábrica tiene un alto grado de deterioro y los trabajadores deben lidiar con muchos problemas cada día para mantener la industria produciendo", agrega el ingeniero. "Es un milagro que esto no pase más a menudo y en volúmenes más peligrosos".

El académico apunta que cada día miles de residuos contaminantes acaban en el río y que las industrias responsables no aplican los protocolos de tratamiento de desechos recogidos en los informes de la Universidad de Camagüey.

Los camagüeyanos no solo llevan décadas contaminando un río convertido en un estrecho arroyo de aguas grises, sino que también han tenido que aprender a convivir con frecuentes vertidos industriales. Lo sucedido en Coppelia no es nada nuevo para ellos, aunque sí les parece inédito la difusión que hizo la prensa oficial de un tipo de incidente que normalmente no aparece en los medios.

La Fábrica de Cerveza Tínima, en la circunvalación norte de la ciudad, es escenario frecuente de este tipo de accidentes. La incidencia es tan alta que los estudiantes del cercano Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas Máximo Gómez Báez cuentan con un protocolo de emergencias que deben ejecutar varias veces al año, confirman a 14ymedio numerosos alumnos.

Los camagüeyanos no solo llevan décadas contaminando un río convertido en un estrecho arroyo de aguas grises, sino que también han tenido que aprender a convivir con frecuentes vertidos industriales

En la cercana ciudad de Nuevitas se ubica la Base Receptora de Amoniaco, única de su tipo en Cuba, cuyas frecuentes roturas derivan en ocasiones en derrames de gas. Los pobladores de los alrededores se protegen con paños sobre la nariz y la boca, o se refugian en casas de familiares.

En septiembre de este año ocurrió otro derrame de amoniaco cuando el conductor de un carro cisterna de la Unión de Camiones de Cuba en Guantánamo no midió correctamente la altura al entrar al depósito de una empresa cárnica y se averió el tubo de la descarga al chocar contra una viga del techo. Durante unos 15 minutos se produjo una fuga de amoniaco en forma de gas.

En 2008 medio centenar de personas recibió atención médica por afectaciones respiratorias y de la piel de carácter leve, y entre 4.000 y 5.000 fueron evacuadas tras un escape de amoniaco en un frigorífico de la zona franca de Berroa, en las afueras de La Habana.

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