Las paredes de la calle Monte siguen temblando dos semanas después del derrumbe

Los escombros de las obras van cayendo mientras pasan los vecinos y el martillo neumático hace retumbar todo el edificio

Subidos a un andamio, los jóvenes que taladran con el martillo neumático los viejos arquitrabes que han quedado de la esquina de Monte y Ángeles. (14ymedio)
Subidos a un andamio, los jóvenes que taladran con el martillo neumático los viejos arquitrabes que han quedado de la esquina de Monte y Ángeles. (14ymedio)
Luz Escobar

30 de diciembre 2021 - 09:57

La Habana/Aramirta Castan acomoda en su centro de mesa las flores que ha comprado este martes. "Me gasté un dineral pero, aunque la cosa esté así de mala, yo igual me compré mi ramo porque todos los años yo paso el 31 con flores en mi casa y este no va a ser diferente", dice.

Mientras ella habla, se sienten el ruido y las vibraciones de los golpes que provoca una brigada encargada de demoler los restos del inmueble vecino que se derrumbó el pasado 16 de diciembre y mató a un transeúnte en la calle Monte.

Los escombros de las obras van cayendo en la calle y sobre la acera mientras pasan los vecinos; el martillo neumático hace retumbar todo el edificio y, al igual que en cualquier casa de la zona, todo parece a punto de colapsar. "Aquí en mi comedor se están cayendo los pedazos de techo, todo está cimbrando, parece que estamos en un terremoto", lamenta esta mujer de 77 años, delgada como un pajarito. "Ese portal de allá afuera está en el aire, todo esto se está cayendo".

Castan vive con su perro en el segundo piso del 429 de la calle Monte. Tiene tres hijos, pero de ellos solamente vive en Cuba una hija; los dos varones se fueron del país. Sobre la mesa, al lado de las flores hay una cazuela con mermelada de guayaba y en la meseta de la cocina otra con casquitos.

"Para estas fechas siempre hago cena y dulces, pero este año no puedo preparar ni flan ni arroz con leche porque no se consigue nada; la cena, menos, no he tenido ánimos de nada", dice Castan mientras envasa sus dulces en unos pomos de cristal que previamente ha limpiado cuidadosamente con agua hirviendo.

Al día siguiente del derrumbe pasó horas en la farmacia del barrio esperando que terminaran de tumbar algunos muros que se habían salvado. No se le olvida que más tarde la visitó el arquitecto que fue a hacer el dictamen de su casa y le dijo que, como ella era propietaria, toda la reparación iba por su cuenta, porque, le explicó, "ellos no tenían nada que ver con eso a no ser que sea un derrumbe total".

Asegura que en la época en que ella trabajaba por cuenta propia en la Plaza de la Catedral se gastó "mucho dinero" arreglando su casa, pero insiste que en estos momentos algo así le es imposible de llevar a cabo.

"El arquitecto dice que puedo pedir un crédito, pero eso de igual manera es un dinero que tengo que devolver y yo no tengo esa posibilidad, sin contar que la casa es grande y no son cuatro pesos los que se necesitan para arreglarla", dice Castan. "Con lo que cuento es con la pensión de mi marido, que son 1.639 pesos. No tengo jubilación porque yo era enfermera y dejé de trabajar de un día para otro para irme por mi cuenta".

Apunta que sus compañeras de trabajo la criticaron mucho en aquel momento por esa decisión pero que "no tuvo alternativa" porque "el salario en Salud Pública era una miseria".

Castan vive en esa casa desde 1980 y ahí crecieron sus hijos. Según explica esa vivienda "está en derrumbe" desde hace años y el edificio "está declarado inhabitable" desde mucho antes de que ella se mudara a ese inmueble.

Antes de eso vivía alquilada con su esposo en varios lugares de esa misma zona y recuerda una vez que ella se estaba bañando y su esposo le gritaba: "Aramirta, no salgas, no vayas a salir del baño". Ella se preguntaba por qué esos gritos, si ni siquiera había terminado de darse la ducha, hasta que se asomó a la puerta y se percató de que delante de sus pies no había nada.

"Todo se había derrumbado y yo ni me di cuenta", rememora. "Pude salir porque mi esposo y otros vecinos colocaron unas tablas y pude caminar sobre el vacío".

En los bajos de Castan vive Miguel Alejandro Alderete con su madre y sus hermanos. El hombre explica que ahora están demoliendo "lo que quedaba en mal estado" pero que del destino de su casa "nadie sabe nada". Según contó este martes a 14ymedio, hace una semana fue a las oficinas de Vivienda a preguntar por la situación de su inmueble pero le dijeron que no atienden a ninguna persona hasta el mes que viene. "En enero sin falta voy al gobierno", aseguró.

Subidos a un andamio, los jóvenes que taladran con el martillo neumático los viejos arquitrabes que han quedado prácticamente colgando en el aire de la esquina de Monte y Ángeles confirman la orden que le han dado. En un momento que hacen una pausa para un breve descanso precisan: "Lo de nosotros es demoler lo que está en mal estado, fue la orden que nos dieron ahora, pero siempre es así. Nos mandan a los lugares cuando ya ocurrió el derrumbe o hay un muerto".

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