En Cuba, si cambias un pomo de champú por un paquete de café, vas a la cárcel

Detenida una mujer de Sancti Spíritus por vender su cuota de arroz de la bodega

Operativo policial contra 'revendedores' en Sancti Spíritus. (14ymedio)
Operativo policial contra 'revendedores' en Sancti Spíritus. (14ymedio)
Mercedes García

06 de noviembre 2020 - 20:54

Sancti Spíritus/"Cambio un pomo de champú por un paquete de café", escribió en su cuenta de Facebook Mileidy Martínez, una residente en la ciudad de Sancti Spíritus. Tres horas después, la policía hizo un registro en su casa y se la llevó detenida, según denuncia a este diario su familia, indignada por la desmesurada respuesta oficial.

"Llegaron, le revisaron hasta el teléfono móvil y se lo decomisaron", cuenta un pariente de Martínez a 14ymedio. "Aunque no encontraron nada más en la casa, porque realmente era solo un pomo de champú que tenía, que lo llevaba guardando hace un tiempo y decidió cambiarlo por café, de todas formas se la llevaron".

En el mismo barrio, un panadero fue arrestado en un registro policial tras publicar, también en un grupo de Facebook, una foto de una caja de cerveza que tenía a la venta. "Les pareció sospechoso que él tuviera un auto Hyundai, pero eso no está prohibido y su familia en el extranjero lo ayudó a comprarlo", advierte una vecina.

Sin viajeros y con buena parte de los emprendedores sin clientes, el trueque, que las autoridades llaman mercado negro, es vital para que los espirituanos puedan poner un plato sobre la mesa

Esto ocurre en una provincia que hasta hace pocos meses se consideraba una de las más dinámicas económicamente de la Isla por contar con varios de los centros turísticos más visitados, entre ellos la ciudad de Trinidad. Sin viajeros y con buena parte de los emprendedores sin clientes, el trueque, que las autoridades llaman mercado negro, es vital para que los espirituanos puedan poner un plato sobre la mesa.

Pero la represión policial contra los que se dedican a esos pequeños intercambios comerciales ha puesto en vilo a una ciudad que también lleva semanas atrapada entre los brotes de coronavirus y las limitaciones a la movilidad y a las compras en comercios estatales. A la vigilancia de colas y mercados se suma ahora el escrutinio de las redes sociales y los grupos de mensajería instantánea en busca de anuncios de compraventa.

"Están poniendo multas y llevándose presa a la gente por boberías", comenta un residente en la barriada espirituana de Colón. "Aquí cargaron con una vecina que estaba vendiendo el arroz que había comprado por la bodega, era su propia cuota, no se la había robado a nadie ni la desvió de ningún almacén estatal pero se la llevaron y sigue detenida", añade.

"En los años 90, cuando yo era joven, se lanzó la Operación Maceta y recuerdo que mucha gente que tenía algo de solvencia económica fue llevada a prisión", explica Wilfredo, un trabajador por cuenta propia que hasta hace poco gestionaba un próspero negocio de venta de pizzas, cerrado ahora debido a la pandemia. "En aquella época si te señalaban como maceta (rico), te lo quitaban todo".

"Recuerdo que en mi barrio se llevaron detenidos a varios vecinos y la gente hacía el chiste de que la policía iba a cargar con todo aquel que tuviera más de dos latas de leche condensada porque ya eso era ser maceta", rememora. "Ahora esa broma se ha convertido en realidad, porque el otro día vi cómo se llevaron preso a un viejito que estaba vendiendo el tubo de pasta dental que le dan por la libreta".

Con otros nombres y otras intensidades, las razias contra "acaparadores" y "nuevos ricos" no han dejado de hacerse en las últimas dos décadas. El Gobierno ha impulsado varias de ellas tras el paso de un huracán, los destrozos dejados por el tornado que azotó La Habana en enero de 2019 y los momentos de mayor tensión económica como la llamada "coyuntura" anunciada hace más de un año.

En la mira de estas operaciones han estado los ciudadanos que tienen una cantidad de materiales de construcción que las autoridades valoran como excesiva, pero también aquellos que pasan vacaciones en hoteles

En la mira de estas operaciones han estado los ciudadanos que tienen una cantidad de materiales de construcción que las autoridades valoran como excesiva, los que guardan en sus viviendas grandes volúmenes de alimentos, pero también aquellos que pasan frecuentemente vacaciones en hoteles o han comprado un auto moderno al contado. Estos golpes policiales también han fomentado la simulación como protección.

En varios Comité de Defensa de la Revolución en la ciudad de Sancti Spíritus, las autoridades han advertido a sus miembros más activos de que tienen que ayudar a detectar a los que "están lucrando con la necesidad del pueblo", una exhortación que ha avivado también las cacerías de brujas y las venganzas personales, según denuncian varios vecinos a este diario.

"En esta cuadra la presidenta del CDR señaló a un pobre hombre que lo único que hacía era sentarse en la puerta y vender algunos de los aguacates que da la mata que tiene en el patio de su casa", comenta Carmelo Gómez, un jubilado residente en las cercanías del céntrico parque Serafín Sánchez. "Después de horas de interrogatorio, le pusieron una multa de 2.000 pesos al pobre viejo que tiene una pensión de menos de 300".

Otros apuestan por la prudencia, como un joven de 26 años que participa en varios hilos de compraventa en WhatsApp con el seudónimo de Pillo Manigüero, y consideran que hay que cuidarse en estos tiempos de soplos y delaciones, pero no dejar de "resolver y de buscar lo que haga falta". Entre varios amigos han hecho un decálogo de uso para protegerse de la policía. "Nunca publicar con el nombre real, tampoco en la cuenta personal de Facebook", reza la primera recomendación.

"Para vender la mercancía quedar en un lugar público, con varias entradas y salidas. Llegar antes de la hora acordada y revisar bien el sitio por si hay sapos. Cualquier cosa que te atrapen, negarlo todo y borrar cada día el historial de WhatsApp para que no te puedan probar nada". La lista de instrucciones sigue, como si la mercancía fuera algo más peligroso que salsa de tomate, café o jabones.

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