'Cubadebate' exhuma el discurso de Castro que dio origen a las Umap y lo retira horas después

El 13 de marzo de 1963, los estudiantes que escuchaban al caudillo pidieron la pena máxima para los religiosos y los "flojos"

La mañana de este martes, la publicación, emitida como especial en 'Cubadebate', había sido eliminada sin ninguna explicación.
La mañana de este martes, la publicación había sido eliminada sin ninguna explicación.
Xavier Carbonell

14 de marzo 2023 - 19:11

Salamanca/Universidad de La Habana, 13 de marzo de 1963. Fidel Castro se afinca al podio, colocado en la escalinata frente a miles de estudiantes. De traje, con muecas recias, están el presidente Dorticós, el geógrafo y aventurero Antonio Núñez Jiménez, el dirigente juvenil José Rebellón y los padres de Camilo Cienfuegos, muerto pocos años antes. Pronuncia un largo discurso. Al día siguiente, la prensa repite el mismo titular: Castro promete "mano dura" para los "flojos", los "vagos", los "religiosos", los "pitusas", los "lumpen" y toda clase de "gusanos".

Sesenta años después –este lunes– la prensa del régimen desempolvó el que fue uno de los discursos más siniestros que pronunció el caudillo después de 1959. La mañana de este martes, la publicación, emitida como especial en Cubadebate, había sido eliminada sin ninguna explicación. El discurso, sin embargo, sigue accesible con el enlace de la versión en caché creada por Google y que Cubadebate no puede borrar.

El llamado "discurso de la Escalinata", que propició la creación de las Unidades Militares de Apoyo a la Producción (Umap) y la persecución de homosexuales, miembros de distintas religiones e intelectuales "desviados", se ha intentado matizar e incluso justificar.

Figuras como Mariela Castro Espín, sobrina del líder y fundadora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) no han mirado con buenos ojos la embestida de Castro contra los homosexuales y tratan de atribuir su intolerancia a la "época" y no a una estrategia política.

¿Por qué le interesa rescatar al régimen una pieza oratoria que acaba pidiendo el fusilamiento de los Testigos de Jehová y la pena capital para los delincuentes comunes? La respuesta, dada por el contexto de radicalismo ideológico que impulsa el Partido Comunista hoy día, es inquietante.

Hojear los periódicos de entonces o la popular revista Bohemia permite tomarle el pulso a la época. Consignas militares, amenazas contra cualquier actitud "elvispreslianas" –barbarismo de Castro que pasó a la historia–, entrevistas a dirigentes y noticias de la Unión Soviética. Incluso el humor gráfico es eminentemente misógino y sexual, para reafirmar el mandato del dirigente: 1963 tenía que ser, incluso "a la cañona", el Año de la Organización en todos los ámbitos de la vida.

Cuando Castro subió al podio universitario, se suponía que conmemorara el sexto aniversario de la muerte de José Antonio Echeverría y los jóvenes que tomaron el Palacio Presidencial y la emisora Radio Reloj en 1957. Tras el fracaso del atentado contra el dictador Batista, el grupo acabó asesinado brutalmente.

Sin embargo, el comandante dedicó una mención a Echeverría –líder católico de fuerte personalidad, a quien Castro vio siempre como un rival– para "disculparse" por haber consentido que un grupo de radicales borrara del testamento del joven "una invocación a Dios". Aquel suceso, dijo, era "erróneo y no revolucionario".

Acto seguido, el discurso "conmemorativo" dio un giro espectacular y se instaló en los problemas del presente. El pie forzado fue la religiosidad del propio Echeverría: "Hoy voy a hablar de otros que, invocando a Dios, quieren hacer contrarrevolución".

Castro los acusó de supersticiosos, de ofender a la patria y a la bandera, y luego preguntó qué se debía hacer con ellos por "predicar idioteces". Ningún joven titubeó: "¡Paredón!"

En un par de frases neutralizó a la jerarquía de obispos católicos, que habían publicado furibundas cartas contra la infiltración del comunismo soviético en la Isla. Su Gobierno, aseguró, "no cerró iglesias, no obstaculizó las actividades de ningún sacerdote dispuesto a desempeñar sus funciones propiamente religiosas, e incluso puede decirse que comenzaron a desaparecer los conflictos entre la Revolución y la Iglesia católica".

Las aguas habían "tomado su nivel" con los obispos, mintió Castro. Su verdadero objetivo era otro: los Testigos de Jehová, el Bando Evangélico Gedeón y la Iglesia Pentecostal, tres "sectas yanquis" que habían penetrado en los campos cubanos y que, para disgusto de los militares, proponían una desobediencia civil pacífica.

Lo sacaban de quicio, admitió. "Cuando hay que hacer una recogida de algodón, o de café, o de caña, o un trabajo especial, y las masas se movilizan un domingo, o un sábado, o cualquier día, entonces llegan ellos y dicen: 'No trabajes el séptimo día'. Y entonces empiezan bajo el pretexto religioso a predicar contra el trabajo voluntario", o bien, decían: "No uses armas, no te defiendas, no seas miliciano".

Castro los acusó de supersticiosos, de ofender a la patria y a la bandera, y luego preguntó qué se debía hacer con ellos por "predicar idioteces". Ningún joven titubeó: "¡Paredón!".

Era sólo el comienzo del discurso. El entonces primer ministro continuó hablando sobre otros males que les había legado "el pasado capitalista", y cómo había que trazar una línea entre aquello y el presente revolucionario.

Quedaban numerosos "focos infecciosos", compuestos por "antisociales, ladrones, rateros y parásitos". Aseguró que la Policía se había corrompido y los jueces eran flojos en sus sentencias. "Resultado: la necesidad de tomar medidas severas", dijo, y preguntó a la multitud qué medidas se debían tomar. Otra vez, ebrios de entusiasmo, los universitarios contestaron: "¡Pena capital!", y también: "¡Fidel, paredón para el ladrón!".

Satisfecho, Castro aumentó la apuesta. ¿Qué se podría hacer, entonces, con los muchachos que se reunían en los "billares" y otros establecimientos recreativos, "llenos de vagos y de lumpen"? ¿Con las prostitutas, dedicadas al "repugnante oficio"? ¿Y con el resto de los religiosos? Invitó a que el que quisiera irse a Estados Unidos, se marchara. "¿Qué esperan?", preguntó y su público estalló en carcajadas.

Los "flojos" que se atrevan a quedarse, zanjó, "nosotros entendemos que deben ir a realizar trabajo físico, que es el que hace más falta en este momento, y que se vayan a trabajar en la agricultura", como un "refuercito, ¡y no de mucha monta!".

Entonces pronunció la frase más célebre de su discurso, la que decidiría el destino de miles de jóvenes en los años sesenta y que hoy la prensa oficial repite con toda intención, sobre lo que llamó un "subproducto" social de 15 o 16 años: "Muchos de esos pepillos vagos, hijos de burgueses, andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos; algunos de ellos con una guitarrita en actitudes 'elvispreslianas', y que han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides por la libre".

Con la arenga contra los "flojos de pierna" y los "árboles que nacieron torcidos" abandonaba el podio. Les dejaba, dijo, una gran lección: "Todo lo peor se junta"

Con la arenga contra los "flojos de pierna" y los "árboles que nacieron torcidos" abandonaba el podio. Les dejaba, dijo, una gran lección: "Todo lo peor se junta. No lo olviden nunca, no lo olviden nunca".

En 1965, ya estaba activo en Camagüey el sistema de las Umap. "Nosotros hemos hecho nuestros cálculos", advirtió Castro sobre aquella medida y su impacto en el "hombre nuevo" que deseaba la Revolución. Gracias a un discurso que acaba de cumplir 60 años, desfilaron por las Umap personajes notables de la cultura cubana como el futuro cardenal Jaime Ortega, el trovador Pablo Milanés y el escritor José Mario.

El 31 de diciembre de 1963, Reinaldo Arenas –aficionado al "mundo de la farándula habanera"– abrazó a su amante, un joven llamado Miguel, y le deseó un feliz año nuevo a pesar de las "persecuciones sexuales". Miguel le devolvió el abrazo entre lágrimas y le dijo: "Es increíble que ya Fidel lleve cuatro años en el poder".

"Infeliz", escribe Arenas recordando aquel abrazo. "Pensaba que aquel tiempo era demasiado. Él terminó arrestado y llevado a uno de los campos de concentración. No lo volví a ver más".

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