Llegan los limones, se pierden los jabones

La Habana/Finalmente aparecieron los limones, regresaron de una inexplicable ausencia de meses, de un desabastecimiento que los habían convertido en un producto añorado en las cocinas y los bares. Usando la jerga derivada del mercado racionado, se puede decir que los preciados cítricos “vinieron” o ya “están saliendo” a las tarimas de los mercados.

Con esa desproporción que desborda cualquier sentido de la exageración, por estos días los limones ocupan la mayor parte de las estanterías de los mercados agrícolas. Se les ve, verdes y relucientes por todos lados. De costar hasta dos pesos un solo limón han pasado ahora a la rebaja de cinco pesos la libra. Así que los clientes aprovechan los nuevos precios y compran abundantemente en previsión de tiempos peores.

Las limonadas, el mojo criollo y las ensaladas de aguacate vuelven a tener el necesario ingrediente.

Sin embargo, nada es perfecto. Casi al mismo tiempo del retorno triunfal del limón empezaron a esfumarse los jabones. Desde luego que no hay una razonable relación de causa y efecto entre la recuperación de la cosecha del cítrico y la desaparición de este imprescindible elemento de la higiene personal, que no logra encontrarse ni en las shopping más caras.

A veces le toca al vino seco o a la cerveza, al papel sanitario o a la yuca, a los fósforos o al detergente de fregar. Parece como si estuviera científicamente planificado el cumplimiento fatal del conocido chiste del infierno socialista donde no podían llevarse a cabo los tormentos porque cuando no faltaba el aceite para las calderas donde se castigaba a los pecadores, era la leña para el fuego o cualquier otro componente del suplicio.

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