Peleas de gallo, una tradición cuestionada

Niños en una pelea de gallo en las calles de Holguín. (14ymedio)
Niños en una pelea de gallo en las calles de Holguín. (14ymedio)
Fernando Donate Ochoa

27 de junio 2015 - 22:04

Holguín/El afán por conservar las tradiciones culturales choca a menudo con nuevas concepciones de la modernidad. Sin tocar el tema de las supersticiones, donde es fácil darse cuenta de la obsolescencia de ciertos hábitos, como cubrir los espejos cuando hay un fallecido en el hogar, o hacer la limpieza de fin de año lanzando un cubo de agua hacia la calle, hay muchas costumbres en vías de extinción en virtud de esa nueva conciencia ecológica que lanza una mirada crítica hacia nuestras relaciones con el resto de la naturaleza.

Una de esas tradiciones nacionales son las peleas de gallos. Animal beligerante, el gallo fue identificado como un símbolo del cubano contestatario que no ceja en el combate hasta ver eliminado a su contrincante. Por razones nunca bien explicadas, las vallas de gallo, especie de coliseo romano a mínima escala, fueron prohibidas en los primeros años después del triunfo de la Revolución. Pero, sin que nadie lo haya explicado tampoco, han regresado bajo las dos formas en que se manifiesta todo en Cuba, por la vía del Estado y de forma ilegal.

En esta versión nuestra de la corrida de toros, en el ruedo hay dos animales contendiendo, pero lo hacen instigados por los hombres, que los entrenan y azuzan para producir un espectáculo de alto contenido de violencia y casi siempre sangriento. Y digo “los hombres” porque rara vez hay mujeres y porque por regla general se prohíbe la presencia de menores de edad.

en las calles de la ciudad de Holguín es común ver a niños peleando gallos, una práctica que ha proliferado en toda la provincia sin que las autoridades intervengan

No obstante, en las calles de la ciudad de Holguín es común ver a niños peleando gallos, una práctica que ha proliferado en toda la provincia sin que las autoridades intervengan.

José Enrique Chacón es uno de estos infantes. Con solo ocho años de edad ya ha ganado dinero gracias a las victorias de su gallo. Para ello se ha dedicado a cuidar y a entrenar a su campeón, un animal que su abuelo tuvo la ocurrencia de regalarle con la intención de mantener una tradición familiar transmitida de generación en generación.

El niño dice que lo que sabe sobre el tema lo aprendió de su padre, a quien todavía no ha podido acompañar a la valla más grande de la provincia, situada en La Flora, un poblado a 20 kilómetros al sur del municipio cabecera, y administrada desde hace más de 15 años por la Empresa Nacional para la Protección de la Flora y la Fauna, entidad dirigida por el comandante Guillermo García Frías.

Sin embargo, José Enrique frecuenta vallas clandestinas donde ha adquirido experiencia en el arte del combate de gallos. Como parte del entrenamiento, el niño enfrenta a su animalito contra otro que quedó ciego producto de las peleas a las que su padre lo sometió. Una de las tácticas que utiliza durante los combates es gritarle contantemente al animal “pica y tira mi gallo”, frase con la que exhorta a matar al rival.

Muchos coinciden en afirmar que esta es la provincia cubana con mayor arraigo y tradición en las peleas de gallo, motivo por el cual en el mes de marzo aquí se celebra un torneo territorial, evento al que asisten galleros de todas las provincias orientales.

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