S.O.S por los Jardines de la Tropical

Cervecería La Tropical
Cervecería La Tropical.
Rebeca Monzó

22 de mayo 2015 - 07:25

La Habana/Las instalaciones de la antigua cervecería Tropical en La Habana se encuentran en un estado de total abandono, un proceso que se ha convertido en irreversible en algunas partes de este conjunto que llegó a ser uno de los símbolos de la modernización de la Isla.

En la segunda mitad del siglo XIX, Cuba estuvo inmersa en un profundo proceso de modernización. Todas las pequeñas industrias artesanales, zapaterías, sombrererías, jabonerías, tonelerías, platerías y tejares pasaron a la fase industrial a un ritmo vertiginoso.

Los Herrera, familia de inmigrantes españoles, se instalaron por aquel entonces en La Habana y comenzaron sus labores como dependientes de comercio y almacenes, hasta convertirse en propietarios. La familia invirtió gran parte de sus ingresos en la industria alimentaria, en la más antigua y mayor de las fábricas de cerveza, malta, y hielo, con las conocidas marcas de Tropical, Tropical 50 y Maltina.

El propietario de la cervecería y de sus jardines fue Julio Blanco Herrera Clavería, cubano descendiente de familia española, bisnieto del primer conde de La Mortera. Este rico mecenas creó una gran industria que proporcionó innumerables fuentes de trabajo y trajo cultura al país, tónica que distinguía mayormente a la burguesía local.

Una gran estrategia comercial empleada por la familia Herrera consistió en la creación, en 1904, de unos jardines en los predios de la fábrica, en la barriada de Puentes Grandes, donde se celebraban eventos privados y públicos, para promocionar la venta de sus productos. En ocasiones, en algunos de aquellas fiestas organizadas por la propia fábrica, el hielo y la cerveza se expedían de forma gratuita. En otros, se ofrecían a bajos precios a cuantos llegaban a celebrar en el lugar.

Los jardines de la fábrica de cerveza La Tropical fueron creados por los maestros de obras Ramón Magriñá y Jaime Cruanyas, ambos catalanes, que se inspiraron en las obras realizadas por Gaudí en Barcelona. El conjunto poseía grutas, laberintos, casitas en los árboles, saltos de agua, cenadores, kioscos y, entre otros, un espacioso salón de baile de original arquitectura, con capacidad para 500 parejas bajo techo, conocido como Ensueño.

En un nivel superior, ubicado sobre una terraza natural, se levantó un castillo de estilo neo árabe, cuyas decoraciones y espacios se inspiraron en la ornamentación de los pabellones de la Alhambra de Granada.

Años después, en 1990, fue remozado el castillo, según el proyecto de los arquitectos Emma Álvarez Tabío y Abel Rodríguez. En esta ocasión, el castillo se habilitó como restaurante, al que llamaron impropiamente Madrid, y se rediseñaron sus áreas exteriores, construyendo un estanque, también evocando al de la Alhambra. Lamentablemente, pronto fue inhabilitado, y este proyecto y todas sus áreas cayeron en el total abandono en que se encuentran hoy día, junto con los jardines y sus instalaciones.

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