Vendo panteón con difuntos incluidos

Cementerio de Colón de La Habana. (14ymedio)
Cementerio de Colón de La Habana. (14ymedio)
Zunilda Mata

14 de octubre 2017 - 15:35

La Habana/“En esta calle hay cinco panteones a la venta”, cuenta Boris Fernández mientras camina por el cementerio de Colón en La Habana. “Esa tiene la lápida de granito pero la gente con dinero prefiere el mármol”, explica. Su negocio es “garantizar el descanso en la otra vida”, dice a 14ymedio este vendedor que vive del negocio funerario.

“La primera vez que vendí una tumba fue casi por accidente”, recuerda el ingeniero, convertido en agente inmobiliario para el más allá. “En 2011 me contactó una señora que quería rematar todo para irse del país. A lo primero que le encontró comprador fue al panteón familiar", dice.

La cremación de cadáveres compite duramente con los enterramientos tradicionales de Fernández. En 2013, se incineraron 5.045 cadáveres en todo el país. Sin embargo, el trabajador asegura que “todavía hay mucha gente que prefiere pasar la eternidad en un lugar bonito como esta tumba”, explica mientras señala una lápida con letras de bronce.

Con los años, el negociante ha ido especializando sus servicios y cada cliente satisfecho le recomienda a su vez nuevos clientes. “He aprendido a tasar las tumbas, los panteones y los osarios porque hay muchos detalles que hay que tener en cuenta”. Ha estudiado “hasta un poco de historia del arte” para determinar estilos e influencias.

En 2011 me contactó una señora que quería rematar todo para irse del país. A lo primero que le encontró comprador fue al panteón familiar

“Este de aquí es de líneas redondeadas y el panteón incluye dos jardineras art decó”, dice al describir una tumba próxima a la capilla central de la más grande necrópolis cubana. “Aquella no baja de 5.000 CUC porque tiene mármol de Carrara, proveniente de Italia y muy apreciado por su blancura”.

Los vendedores son, en su mayoría, gente que proviene de familias de antiguo abolengo que “está pasando las de Caín para sobrevivir económicamente y decide deshacerse del panteón familiar” o “personas que quieren emigrar y les hace falta completar [cierta cantidad de dinero] para el pasaje”, explica el agente funerario.

El trámite de traspaso debe hacerse ante notario pero la gran mayoría de los involucrados prefiere simplemente pasar de manos el título de propiedad aunque siga a nombre de alguien fallecido hace más de cien años. “El que tiene los papeles es el dueño, así de sencillo”, aclara Fernández.

“Estas son operaciones que muchas veces se hacen marcadas por el apuro y basta entregar los documentos para que el nuevo propietario tome posesión del lugar”, apunta. “Hasta el momento no he tenido ningún cliente que se haya metido en problemas y he ayudado a muchas personas a encontrar un lugar para sus difuntos”.

Las autoridades del cementerio son conscientes de que las desigualdades económicas afloran nuevamente en una de las necrópolis más lujosas de América Latina. “Hay mucho negocio de venta pero hay zonas que están congeladas porque pertenecen al área patrimonial”, explica uno de los guías que hace el recorrido para turistas.“La mayor movilidad la tenemos en tumbas que no son de las más llamativas y que pertenecieron a familias de la burguesía republicana”, aclara. “La razón principal es económica, porque muy poca gente se deshace de algo así porque no tenga tiempo para cuidarlo o ya no le interese”.

“Hemos tenido casos de gente que ha vendido el panteón hasta con algunos difuntos dentro”, informa alarmado el trabajador que acompaña a los visitante en un recorrido por los enterramientos más famosos del lugar.

Una realidad que confirma Abelardo, un vecino de la calle Colón cercana al cementerio capitalino que se dedica al negocio de venta de lápidas, jardineras y floreros. “Ha venido gente para que le ayude a vender una tumba pero el comprador debe comprometerse a dejar los restos que están en el osario”, detalla.

“En ese caso se hace un precio especial y el nuevo dueño da su palabra de no sacar los huesos de la familia anterior, se trata de un acuerdo entre caballeros”, puntualiza.

“Ha venido gente para que le ayude a vender una tumba pero el comprador debe comprometerse a dejar los restos que están en el osario”

Además de los ornamentos que vende en el portal de su casa, Abelardo tiene contactos para todo tipo de tareas relacionadas con los difuntos. “Ofrecemos flores naturales y plásticas, estas últimas han ganado mucha demanda después de las campañas contra el mosquito Aedes Aegypti [transmisor del virus del dengue y otras enfermedades] por el que se han eliminado muchos jarrones con agua del cementerio”.

“Tengo también un amigo que hace la limpieza espiritual de la tumba para que los nuevos dueños puedan estrenarla sin malas influencias”, agrega a su rosario de ofertas. “Para los católicos lo hace con oraciones, para los santeros tiene una oferta que incluye despojo con hierbas y si son espiritistas entonces la ceremonia puede incluir velas y copas con agua”.

El aumento de la venta de tumbas no es un fenómeno que se dé solo en la capital, sino que tiene presencia en todos los camposantos del país.Niliana vende un panteón familiar de cinco metros cuadrados “en la mejor zona del cementerio Tomás Acea de Cienfuegos”, enfatiza. Debido a que que el camposanto está más lejos de la ciudad los precios son más bajos, pero aún así se mantienen inaccesibles para quienes viven de su salario oficial.

Por 560 CUC, el comprador puede enterrar a sus parientes en una necrópolis declarada “Patrimonio Nacional desde 1978 por sus valores artísticos, arquitectónicos, históricos y ambientales”, explica la propietaria.

Por el doble de ese precio se comercializa una tumba mucho más modesta en la necrópolis de Colón. “Esto es como las casas, la ubicación determina el precio”, aclara Boris Fernández. “El que tiene una mejor situación económica puede elegir una buena calle o estar al lado de un panteón famoso”.

“Ahora tengo como cliente a un pintor que quiere una tumba con un árbol que le dé sombra y lo más cerca posible de la Capilla”, precisa. “Mi trabajo es complacerlo: yo pongo el lugar y él pone el muerto”.

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