La actuación macabra de la Seguridad del Estado cubana

La policía política se ensaña con Otero Alcántara para aterrorizar a los artistas rebeldes

Sus captores dicen que está bien de salud pero no explican aún por qué lo tienen hospitalizado. (Facebook/Otero Alcántara)
Sus captores dicen que está bien de salud pero no explican aún por qué lo tienen hospitalizado. (Facebook/Otero Alcántara)
Luz Escobar

22 de mayo 2021 - 20:07

La Habana/Desde que Luis Manuel Otero Alcántara cayó en manos de la Seguridad del Estado hace 20 días, la narrativa de cada segundo de su existencia ha estado bajo el poder del Gobierno. A Luisma, como le dicen sus amigos, le gusta prender su celular y salir en directo cada vez que quiere contar algo, lo hace sin escribir antes las palabras que va a decir, sin medir sus gestos, lleno de vida.

Los gestos de Luisma son grandes, cuando habla, cuando levanta un brazo, cuando se ríe, cuando baila o besa, cuando abraza a sus amigos. Es espontáneo, sus ojos tienen cuerpo, su mirada es intensa.

Desde que lo sacaron de su casa a la fuerza el pasado 2 de mayo, no hemos visto más esa espontaneidad. Lo único que ha hecho el poder que lo tiene secuestrado en el hospital Calixto García es mostrarlo a través de imágenes editadas, primero en la televisión nacional, luego en páginas de Facebook que son instrumentos de la Seguridad del Estado.

Se le ha visto, según esa versión, entrar al hospital caminando por sus pies custodiado por varios médicos. Conversar con el médico que lo atiende, pasear por un patio del Calixto. Durante todos estos días no le han dado acceso a su celular, tampoco a un teléfono del hospital para que llame a sus allegados. Está secuestrado, denuncian sus amigos y colegas.

En el último video que fue difundido la noche del pasado miércoles, el artista lucía mucho más deteriorado físicamente que en los anteriores. Se le veía delgado, muy delgado, sus manos entre los muslos, su risa nerviosa, la bandeja llena de comida sobre sus piernas aunque no se le ve llevarse una cucharada a la boca, eran parte de una escena macabra que la Seguridad del Estado se empeña en poner ante nuestros ojos.

En el último video que fue difundido la noche del pasado miércoles, el artista lucía mucho más deteriorado físicamente que en los anteriores

Los que conocemos a Luisma sabemos de su fuerza arrolladora y ese que hemos visto ahí, aunque se parece a ratos, dista mucho del amigo, del creador que es Luis Manuel Otero Alcántara. ¿Qué están haciendo con él? ¿Qué pretenden con esos videos? ¿Qué tratamiento está recibiendo que no acaban de sacarlo del hospital?

Sus captores dicen que está bien de salud pero no explican aún por qué lo tienen hospitalizado. Dicen que están cumpliendo con lo establecido pero lo exhiben sin pudor, dando incluso detalles de su ficha médica en los medios oficiales y mintiendo.

A Luis Manuel ya intentaron llevarlo a la cárcel bajo la acusación de haber cometido supuestos delitos de ultraje a los símbolos patrios y daños a la propiedad pero no pudieron, lo liberaron después de 13 días. En esa oportunidad, las autoridades le señalaron su irrespeto a la bandera por su performance Drapeau, en el que proponía llevar, como una segunda piel, la bandera cubana sobre sus hombros durante un mes entero, las 24 horas del día. No ensució la bandera, no la tiró al suelo, no “ultrajó” el símbolo patrio como aseguran las autoridades en sus campañas de difamación.

Con 33 años, el artista es la cara más visible del Movimiento San Isidro (MSI). Por esa causa el aparato propagandístico del Gobierno no ha cesado de hacer campaña para desacreditar su imagen, acusándolo de protagonizar una “manipulación política” y de recibir instrucciones y apoyo financiero desde el exterior.

Pero el cerco del Gobierno sobre Alcántara se ha cerrado aún más desde el pasado mes de noviembre. Ya el problema no es si usa los símbolos patrios o el espacio público para sus performances, ahora se meten en su casa, arrancan las obras que el artista tiene en las paredes y se lo llevan detenido por la fuerza. De esa manera violenta fue que impidieron que continuara con la performance que consistía en estar en la sala de su vivienda, durante ocho horas y cinco días, sentado en un garrote vil, que también le fue arrebatado por las autoridades.

Esta vez no lo hostigaron por hacer obras de arte no convencionales en el espacio público, fuera de los marcos convencionales del arte, como sus acciones cuestionando la remoción de un busto del líder comunista Julio Antonio Mella de los bajos del lujoso hotel Manzana Kempinski. Esta vez lo han castigado con la brutalidad nunca antes vista por hacer lo que se supone que sí es arte dentro de los límites establecidos.

Esta vez lo han castigado con la brutalidad nunca antes vista por hacer lo que se supone que sí es arte dentro de los límites establecidos

Después de esa detención, cuando Alcántara regresó a su casa no hizo otra cosa que salir cada día a reclamar que se levantara el cerco de vigilancia que rodea su domicilio desde noviembre de 2020, que le devolvieran las obras de arte confiscadas o lo compensaran por los daños y que las autoridades respetaran el pleno ejercicio de la libertad artística para todos los creadores.

El Gobierno no solo ignoró sus demandas sino que lo mandaba a detener cada vez que salía a la calle, hasta que en el calabozo recibió amenazas de muerte de otro preso. Fue por eso que no salió más para seguir exigiendo sus derechos.

Solo en su casa, incomunicado completamente y rodeado por la Seguridad del Estado, fue entonces que comenzó la huelga de hambre y sed el 25 de abril hasta que en la madrugada del 2 de mayo fuera llevado al hospital Calixto Garcia en contra de su voluntad.

Fue así como llegamos a este punto, 20 días en los que las únicas noticias que se han tenido de Alcántara están pasadas por el filtro de la Seguridad del Estado, un filtro macabro que, lejos de aliviar temores, devuelve una imagen que es tan inquietante que parece diseñada únicamente para infundir terror y pánico.

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