Asamblea Nacional ¿abierta al pueblo?

Reunión de la Asamblea Nacional del Poder Popular
Reunión de la Asamblea Nacional del Poder Popular
Niurka Quiñones

03 de julio 2014 - 08:00

La Habana/Nunca ha rechazado un proyecto de ley, no tiene un sitio propio donde reunirse y ha sido más una tribuna para discursos que un cónclave de discusiones. La Asamblea Nacional del Poder Popular lleva 38 años de vida y es vista por la mayoría de los cubanos como una multitud que alza la mano para votar por unanimidad. Con una amplia representatividad de géneros, edades, orígenes sociales y regionales, este Parlamento se ha caracterizado también por exhibir un solo color político.

Por estos días se realiza el tercer período de sesiones de la octava legislatura, en el Palacio de las Convenciones de La Habana. A pesar de incluir en su nombre el calificativo "popular", la población no tiene acceso al recinto donde se discuten los más importantes temas de la nación. Carente de una zona reservada para que la ciudadanía siga el curso de los debates, estas reuniones ocurren a puertas cerradas y muchas veces ni siquiera la prensa acreditada puede permanecer en el lugar.

"¿Un balcón abierto al público? No, eso nunca ha pasado aquí" respondía esta mañana un empleado de la Asamblea Nacional a la pregunta de un ciudadano sobre si era posible entrar al salón de debates. "Sólo se acepta a gente con invitaciones, que entregamos por organismos", agregó una funcionaria consultada por vía telefónica.

Este jueves, los ómnibus con los parlamentarios procedentes de todo el país partían desde el Hotel Tulipán donde están hospedados durante los días de sesión. Un cordón policial evitaba que los transeúntes accedieran a la zona y se acercaran a los diputados. Toda la instalación hotelera ha sido reservada para ellos y no se permite usar ninguna de sus áreas a otros posibles clientes ¿Protección? ¿Aislamiento? Lo cierto es que de sus deliberaciones sólo se publica algunos extractos que transmite la prensa oficial. En los noticiarios, un breve resumen da cuenta de los temas discutidos y de algunas intervenciones seleccionadas para ser presentadas en televisión.

La nación se ha gobernado más a golpe de decreto que a partir de unas votaciones en el Palacio de las Convenciones

Entre los hitos más recordados de la Asamblea Nacional están las largas horas de discursos con que Fidel Castro ahogaba toda posible discusión durante los años ochenta y noventa. Fue también el lugar escogido por el Gobierno para presentar las ollas y los electrodomésticos que iban a ser repartidos durante la llamada Revolución Energética. En estas casi cuatro décadas pocas veces el guión se ha visto alterado con algún gesto de espontaneidad, como el de una diputada pidiendo justicia en un caso de sanción laboral.

Por el Parlamento cubano no han pasado las más importantes legislaciones de los últimos seis años: la ley de compraventa de viviendas, la reforma migratoria y las regulaciones para la venta de autos. Nada de esto ha sido resultado de una decisión de los 612 diputados. La nación se ha gobernado más a golpe de decreto que a partir de unas votaciones en el Palacio de las Convenciones. Los Consejos de Ministros también le han robado el poco protagonismo que aún le quedaba a la Asamblea Nacional, que ni siquiera tuvo la oportunidad de participar en el debate sobre el escaso crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), de apenas un 0,6 % en lo que va de año.

Sin embargo, algo está moviéndose en una estructura que fue creada más para aparentar una toma de decisiones conjuntas que para alcanzarlas. En ausencia de aquel orador tozudo que antaño rellenaba las horas del Parlamento, ahora el tiempo puede repartirse más entre las discusiones en cada comisión y el momento de someter a votación lo acordado. Las quejas de la población van ganando sitio en las agendas, en parte porque el nivel de inconformidad ha llegado a tal punto que ya no se le puede ignorar.

En las imágenes que han salido en la prensa nacional se ve a los parlamentarios cubanos debatiendo temas álgidos, como las dificultades en el sistema educativo, el fraude escolar, el aumento de las importaciones y la alarmante situación económica. Podría compararse esta situación a la de un grupo de personas sedentarias a las que de pronto se les obliga a trotar un poco. No están en una carrera contra reloj, ni pretenden romper ningún récord, pero ante la realidad que les rodea, se ven obligados a una mayor gesticulación.

¿Hay señales de que nuestra Asamblea Nacional esté pasando por un proceso de cambio que la podría convertir en un verdadero Parlamento? Es bastante improbable y, cuando llegue el momento de las votaciones, lo más seguro es que todas las manos se alzarán al unísono, sin una sola fisura.

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