Los comisarios culturales del régimen se han apoderado de la Escuela Internacional de Cine y TV
Censura
La cancelación de la presentación de los cortometrajes de graduación de los estudiantes marca el fin de un espacio libre de creación artística
La Habana/Lo que debió ser una celebración del arte joven y la libertad creativa terminó en un portazo sin explicaciones, bajo el disfraz de un “problema técnico”. El sábado 12 de julio, la Generación 30 de la Escuela Internacional de Cine y Televisión (Eictv), con sede en San Antonio de los Baños, se presentó en el Cine Acapulco de La Habana con sus cortometrajes de graduación en mano, dispuestos a compartir con el público el fruto de su talento, esfuerzo y formación. Pero nunca se encendió la pantalla, ni se abrieron las puertas y nadie dio una respuesta clara.
Desde hace más de tres décadas, la proyección de los trabajos de tesis de los egresados ha sido una tradición que no solo marca el cierre académico, sino que permite a los nuevos realizadores mostrar su mirada al mundo desde una sala pública. Este año, sin embargo, ese derecho les fue negado sin justificación oficial, sin interlocutores visibles y, sobre todo, sin transparencia.
“Un hecho sin precedentes en la historia de nuestra escuela”
Los estudiantes denunciaron el suceso en un comunicado que circula en redes sociales y ha sido respaldado por miembros del gremio cinematográfico nacional, incluyendo a la Asamblea de Cineastas Cubanos. La cancelación, dijeron, fue “un hecho sin precedentes en la historia de nuestra escuela”. Dos autobuses repletos de estudiantes, familiares, técnicos y profesores llegaron hasta el cine habanero solo para encontrarse con puertas cerradas, carteles ausentes y un silencio institucional que huele a censura.
Apenas veinte minutos después de la hora prevista para el inicio, un funcionario de la escuela informó, de forma escueta, que todo quedaba cancelado por “supuestos problemas técnicos”. Pero los estudiantes, y todo aquel que haya vivido en Cuba el tiempo suficiente, reconocen la estrategia. No hubo cartelera, equipo de proyección ni voluntad de resolver ni de reprogramar. Solo hubo una maniobra conocida: hacer pasar la censura por accidente.
Susana Molina ni siquiera ofreció explicaciones a los estudiantes
El gesto autoritario no es un hecho aislado. Como bien recordó la Asamblea de Cineastas, similares “fallos técnicos” impidieron la exhibición de filmes durante el último Festival de Cine, sin que ninguno de ellos fuera reprogramado posteriormente. Tampoco es una novedad que el Ministerio de Cultura –a través de su red de instituciones– mantenga el control absoluto sobre las salas del país, condicionando qué se proyecta y qué no, y dejando a la intemperie a muchos realizadores cuyas obras nunca llegan a encontrarse con su público.
Pero lo que este caso revela con particular crudeza es el nivel de intervención y manipulación institucional que ha alcanzado la Eictv, otrora símbolo de pluralidad e independencia creadora. Fundada en 1986 por Gabriel García Márquez, Fernando Birri y Julio García Espinosa –con la “protección” del propio Fidel Castro–, la escuela nació con vocación latinoamericana e internacional, abierta al diálogo entre culturas y al pensamiento crítico desde el cine. Hoy, su dirección parece subordinarse sin cuestionamientos al Partido único y sus mecanismos de control, relegando los principios fundacionales al archivo de lo incómodo.
La directora actual de la Eictv, Susana Molina, ni siquiera ofreció explicaciones a los estudiantes. Colgó el teléfono a un representante estudiantil cuando se le pidió una respuesta. Su silencio, según múltiples voces del gremio, no es casual ni nuevo. Su gestión ha sido señalada como opaca, represiva y funcional al poder político. Para muchos, ella representa el rostro de una institución que, en lugar de defender a sus estudiantes, prefiere alinearse con los burócratas que deciden qué cine merece verse y cuál no.
Los estudiantes, lejos de aceptar pasivamente la situación, exigieron públicamente “explicaciones del Ministerio de Cultura y la dirección de la Eictv; garantías de que las tesis serán proyectadas sin restricciones; y respeto a la autonomía académica y artística de la escuela”. Su comunicado fue claro y valiente: “No permitiremos que se silencie nuestro cine”.
La Generación 30 de la Eictv está formada por 42 jóvenes de más de una docena de países
Desde el mes de junio, el estudiantado ha venido expresando su descontento por el deterioro de los servicios básicos y las pésimas condiciones infraestructurales de la escuela. Las protestas obligaron a intervenir a Fernando Rojas, ex viceministro de Cultura y actual asesor directo del titular del ramo, Alpidio Alonso. Su presencia en el campus, y no la de representantes de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano –entidad que históricamente mediaba la gestión de la Eictv–, dejó al descubierto una verdad que ya se intuía: la escuela ha pasado a estar bajo el control directo del Ministerio de Cultura. Hoy, lejos de ser un espacio autónomo de creación artística, la Eictv funciona bajo la mirada vigilante de los comisarios culturales del Gobierno.
En un país donde las salas públicas están bajo control estatal y donde la Muestra Joven ha desaparecido sin mayor explicación, la censura no es excepción, sino norma. La Generación 30 de la Eictv, formada por 42 jóvenes de más de una docena de países, no solo reclama su derecho a mostrar lo que han creado. Pide el respeto a una promesa: que la escuela sea, como pregona la prensa oficialista, “la escuela de todos los mundos”, y no un engranaje más en la maquinaria del silencio.