Cuba busca inversión extranjera para entrar al lucrativo negocio del plasma
Biotecnología
Los laboratorios estatales han obtenido permiso del Gobierno para abrirse al financiamiento internacional
La Habana/Laboratorios Aica, una de las joyas de la corona del grupo BioCubaFarma, anunció que están abiertos a la inversión extranjera para impulsar la fabricación de medicamentos hemoderivados. El proyecto, en busca de un “inversor a riesgo” que lo financie, incluye la construcción de un centro de plasmaféresis. De tener éxito, Cuba se insertará en el lucrativo negocio de la extracción y comercialización del plasma y sus derivados.
Aunque son procedimientos afines, extraer plasma del cuerpo humano no es lo mismo que extraer sangre. El plasma –la sustancia viscosa que queda en la sangre al sacar los glóbulos rojos y blancos, compuesta por un 92% de agua y el resto de proteínas, grasa, oxígeno y otras sustancias– sirve para fabricar medicamentos, tras el proceso de separación artificial conocido como plasmaféresis.
John Wilber Arrazcaeta, director de Aica, aseguró a la prensa oficial que han obtenido permiso del Gobierno para abrirse al financiamiento extranjero porque el país no cuenta con el dinero necesario para sostener una industria de ese calibre y complejidad.
Comentó someramente las diferencias entre las donaciones de sangre y plasma, y aseguró que su empresa pretende –tras la plasmaféresis– devolver al donante el concentrado de glóbulos rojos. Es una información relevante, dado que mientras que el cuerpo puede recuperar el plasma perdido en 48 horas, la regeneración de glóbulos rojos tarda alrededor de ocho semanas en producirse.
Mientras que el cuerpo puede recuperar el plasma perdido en 48 horas, la regeneración de glóbulos rojos tarda alrededor de ocho semanas
Según Arrazcaeta, el proceso tiene “altos costos”, sobre todo a la hora de obtener kits de plasmaféresis –que suelen contener agujas, jeringuillas, depósitos y otros elementos–, cuyo precio oscila entre los 30 y los 50 euros en España.
La potencial apertura de un centro de plasmaféresis en Cuba abre múltiples interrogantes. Arrazcaeta plantea que “la recuperación de la inversión se realizará a través de la venta del plasma obtenido”, una afirmación que da por sentado la existencia de donantes en la Isla. Sin embargo, no explica cuánto pagará Aica a los donantes –una práctica común en el negocio del plasma– o si les pagará en absoluto por el “plasma con estándares comercializables” al que aspira.
Una empresa de vasta experiencia en el campo, como la española Grifols, deja claro que la remuneración por donar plasma es indispensable, puesto que la ganancia que saca una empresa de esa sustancia, además de su gran importancia en la producción de hemoderivados, es altísima. En el caso de Grifols, se entrega a cada donante una tarjeta de crédito, en la que se depositan los fondos según las cantidades de plasma entregados y la recurrencia de la donación.
Granma no planteó a Laboratorios Aica ninguna de estas cuestiones, aunque remata su artículo con una suerte de declaración de principios: la industria biotecnológica cubana funciona en “plena alianza” con el Ministerio de Salud Pública, un trabajo “coordinado” que en la práctica se traduce como subordinación.
BioCubaFarma no se libra de la crisis multisectorial que afecta a Cuba y que tiene un impacto brutal en los sectores farmacéutico y sanitario. El grupo empresarial debe entregar a Salud Pública “medicamentos, reactivos, sistemas de diagnósticos, entre otros productos” para cuya producción no tiene medios.
El grupo empresarial debe entregar a Salud Pública “medicamentos, reactivos, sistemas de diagnósticos, entre otros productos”
En dos recientes eventos internacionales –la Feria Comercial Salud para Todos y la V Convención Cuba Salud 2025–, sus directivos han recordado a los participantes que la empresa busca socios interesados en invertir en la industria biofarmacéutica cubana. El obstáculo, alegan, es Washington, cuyas sanciones espantan a los proveedores.
Los “inversionistas a riesgo” que decidan dar dinero a BioCubaFarma deberán estar preparados para ofrecer “inversiones de capital importantes”, a la altura, según los funcionarios de Salud, de los “productos muy innovadores” que Cuba planea lanzar, entre ellos los hemoderivados.
El tema de la donación de sangre ha sido, tradicionalmente, uno de los más polémicos cuando se habla de Salud en Cuba. Un informe de Archivo Cuba de hace unos años, en el que se afirma que el régimen ha forzado a los cubanos a donar para después vender su sangre, daba cuenta de las repercusiones históricas y políticas de la cuestión.
La investigación de Archivo Cuba, dirigida por María Werlau, argumenta que al menos desde 1961 el Gobierno cubano ha obligado a presos sentenciados a muerte a donar, con vistas a “nutrir” los bancos de sangre de la Isla. Según una frase de Castro que cita el reporte, Fidel Castro afirmó ese año: “La sangre de estos traidores se extrae antes de la ejecución para salvar la vida de muchos”.
Esta cita, no obstante, no figura en ninguno de los discursos de Castro –como Archivo Cuba admite– y solo aparece citada en el libro Diario de una traición: 1959, de Leovigildo Ruiz. La organización también propone interpretar en sentido literal otra frase, esta sí cotejada con los discursos del caudillo: “Al pueblo de Vietnam estamos dispuestos a darle no ya nuestro azúcar, sino nuestra sangre, ¡que vale mucho más que el azúcar!”.
Tras otras investigaciones, Archivo Cuba concluye que 31 presos –28 cubanos y 3 estadounidenses– fueron forzados a donar sangre entre 1960 y 1964, antes de su fusilamiento.
En cualquier caso, la situación planteada por el anuncio de BioCubaFarma esta semana es radicalmente distinta. Y los problemas que trae consigo no son históricos, sino vigentes: bancos de sangre vacíos, pacientes que deben conseguir sangre en el extranjero para intervenciones quirúrgicas y un sistema sanitario en crisis total.