Cuba y China refuerzan su alianza en Moscú, mientras La Habana busca oxígeno económico
Cuba-China
Manuel Marrero, por su parte, sostuvo reuniones con una delegación de la provincia de Zhejiang en la Isla
La Habana/En el marco de las celebraciones en Moscú por el 80 aniversario de la victoria soviética sobre la Alemania nazi, el presidente cubano Miguel Díaz-Canel sostuvo un encuentro con su homólogo chino Xi Jinping.
El diálogo, descrito por el mandatario cubano como “cordial”, sirvió —según dijo en la red social X— para “pasar revista al excelente estado de las relaciones bilaterales” y explorar vías para su “profundización”. Sin embargo, como es habitual en la retórica oficial, el anuncio estuvo plagado de vaguedades y carente de detalles concretos sobre los supuestos acuerdos alcanzados.
Este acercamiento no es aislado: se inscribe en una estrategia de supervivencia del régimen cubano, urgido de apoyo externo ante la aguda crisis económica, la creciente impopularidad interna y las críticas internacionales que siguieron a la represión desatada contra los manifestantes del 11J.
El alineamiento con potencias autoritarias como China y Rusia se ha convertido en el principal pilar de la política exterior de La Habana
El alineamiento con potencias autoritarias como China y Rusia se ha convertido en el principal pilar de la política exterior de La Habana, en un contexto de aislamiento respecto a las democracias occidentales. Díaz-Canel, en esta visita a Moscú, compartió tribuna con otros aliados del Kremlin como Nicolás Maduro, confirmando la conformación de un bloque geopolítico orientado a desafiar el orden liberal internacional.
Pese al discurso de hermandad entre Cuba y China, los intercambios comerciales siguen siendo limitados. En 2023, el comercio bilateral apenas superó los 860 millones de dólares, con un saldo deficitario para Cuba. Pekín exporta maquinaria, electrodomésticos y vehículos, mientras que las exportaciones cubanas —centradas en níquel y tabaco— han disminuido notablemente por la caída de la producción interna. Más significativa ha sido la ayuda no reembolsable, con donaciones de arroz, insumos médicos y paneles solares, acciones que reflejan más una asistencia paternalista que una verdadera asociación entre iguales.
La prensa oficial cubana, como el diario Granma y el portal Cubadebate, ha reproducido sin cuestionamientos los comunicados del Gobierno, exaltando la “amistad inquebrantable” y la “comunión ideológica” con China, sin mención alguna a las exigencias de transparencia o rendición de cuentas sobre estos acuerdos. Tampoco hay referencias a los impactos concretos que estas supuestas inversiones tienen en la vida cotidiana de los cubanos, que siguen enfrentando apagones diarios, desabastecimiento y una inflación descontrolada.
Suena más a aspiración propagandística que a planificación concreta
Mientras en Moscú se reafirma esta retórica de alianzas estratégicas, en La Habana el primer ministro Manuel Marrero intentaba mantener vivo el relato económico con reuniones con una delegación china de la provincia de Zhejiang. Marrero aseguró que se trabajará para “elevar los vínculos comerciales al nivel de los políticos”, una frase que, tras años de promesas incumplidas y de proyectos fantasma, suena más a aspiración propagandística que a planificación concreta.
La foto de Díaz-Canel con Xi Jinping en Moscú busca transmitir estabilidad, pero también delata una creciente dependencia de La Habana de potencias no democráticas, cuyas prioridades geoestratégicas distan mucho de las urgencias del pueblo cubano. En vez de buscar consensos amplios o diversificar relaciones con el mundo, el Gobierno cubano parece cada vez más encerrado en un eje ideológico donde la retórica antiimperialista sirve para justificar su inmovilismo y su desprecio por las libertades civiles.