En Cuba no todas la palomas son iguales: unas tienen estatuas, otras terminan en la olla

La Habana/El buche repleto y en el pico una rama de olivo, así es la escultura de una paloma que esta semana fue ubicada en la Tribuna Antiimperialista de La Habana. La estatua, colocada sobre una enorme bandera cubana de concreto, brilla bajo el sol de julio a pocos metros del muro del Malecón. La representación edulcorada del ave contrasta, sin embargo, con el trato que recibe este mismo animal en otras partes de la ciudad, donde el hambre ha regresado a muchos residentes de la capital a un pasado de cazadores-recolectores.

Cerca también del mar, pero esta vez en las proximidades de la bahía habanera, este viernes un hombre atrapaba palomas que luego, todavía vivas y aleteando, eran introducidas en un saco. "¿Qué miras? Esto es para comer", respondía soez el improvisado trampero a una mujer que cuestionaba el pavoroso espectáculo. Atraídos por la promesa de alguna miga de pan, los pájaros se acercaban al árbol donde se escondía el depredador que, haciendo uso de un tirapiedras, no discriminaba por tamaño ni por especie. También las rabiches, más pequeñas y delgadas, que cometían el error de aproximarse demasiado, terminaban golpeadas y metidas en el alijo.

Las dos viñetas, una frente a la Embajada de Estados Unidos y la otra aledaña al puerto, no podían estar más enfrentadas. Por un lado la propaganda política, llena de símbolos retocados y con un tono bucólico alejado de la realidad cubana. Del otro, una cacería implacable donde uno mata y otros mueren para servir de alivio al rugido que sale del estómago. Si la paloma de bronce está inmóvil en una plaza vacía, las que ya habían sido metidas en el saco por unas manos ágiles, seguían pataleando y moviendo las alas para tratar de escapar de su calvario.

Cuando los nuevos retoques de la Tribuna Antiimperialista estén concluidos, de seguro habrá algún acto político liderado por funcionarios de cuellos gruesos y abdómenes abultados. Por sus cabezas no pasaría siquiera la idea de que esa ave que han inmortalizado en una escultura también podría terminar en sus platos. Ellos no pueden entender al cazador-recolector que espera sigiloso entre las ramas de un árbol. Ellos pueden elegir qué comer y mandar a otros a buscar sus alimentos. Ellos han alcanzado un nivel superior tras imponerse a través de la selección, nada natural, del monopolio de un Partido.