Despojados hace años de sus centros de vacaciones, los trabajadores cubanos piden su devolución

Sindicatos

Según la prensa oficial, hay decenas de reclamaciones por estas villas, muchas de las cuales levantaron con esfuerzo propio pero debieron devolver en torno a 2010

La villa El Raíl, antes de los trabajadores del sector eléctrico de Las Tunas, se encuentra en este penoso estado.
La villa El Raíl, antes de los trabajadores del sector eléctrico de Las Tunas, se encuentra en este penoso estado. / Reynaldo López Peña
14ymedio

12 de mayo 2025 - 08:24

Madrid/Han pasado once días desde que los trabajadores, llamados por el sindicato único, la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), salieron a la calle para mostrar su adhesión al régimen por el 1 de mayo. Como en la mayoría de países comunistas, en la Isla no se desfila para reclamar mejoras laborales y se escenifica el supuesto apoyo a un supuesto Gobierno del pueblo. 

Pero las exigencias existen y es hoy cuando la prensa oficial pone el foco en una de ellas: la devolución de las casas en la playa que, durante décadas funcionaron como estímulo y hoy, tras pasar a manos del grupo hotelero Islazul se han convertido en un montón de ruinas y despojos. 

“Creemos que tenemos la razón. La merecemos. La sentimos como una extensión de la fábrica, porque siempre fue­ron espacios para compartir con tus compañeros, con tu familia”, dice el empleado de una cementera de Sancti Spíritus. El medio Trabajadores dedica a este asunto una nota que parece, por momentos, un obituario sobre un proyecto que empezó dando beneficios, también materiales, y ha acabado siendo víctima del abandono. 

Oscar Hernández Pérez, de Cemento Siguaney, asegura que hay “un nutrido expediente de reclamacio­nes y denuncias a instituciones esta­tales, medios de prensa nacionales y entes gubernamentales sobre la de­cisión que eliminó importantes he­rramientas de estimulación”, afirma el medio, que no duda en señalar que la medida nunca supuso un cambio a mejor y que sería lo más adecuado regresar esas viviendas vacacionales “al movimiento sindical, a los trabaja­dores”.

Oscar Hernández Pérez, de Cemento Siguaney, asegura que hay “un nutrido expediente de reclamacio­nes y denuncias a instituciones esta­tales, medios de prensa nacionales y entes gubernamentales sobre la de­cisión"

El reportaje se remonta a la creación de estos centros de ocio, una idea del omnipresente Fidel Castro, que indicó tras el triunfo de la Revolución que las viviendas e instalaciones de las playas “exclusivas” de la Isla –hasta ese momento, las confiscadas a quienes se exiliaron– serían “para el disfrute de los trabajadores”. 

“Solo por las casas enclavadas en Playas del Este, en la capital cubana, pasaban cada año alrededor de un millón de trabajadores y familiares”, señala Gloria Esther Becerra, que estuvo al frente del programa durante 20 años. De acuerdo con sus cuentas, había en torno a 700 viviendas entregadas a los sindicatos de La Habana y Jibacoa (ahora en Mayabeque) para que sus empleados las arreglaran y disfrutaran posteriormente. 

Los trabajadores pagaban después un precio económico por el paquete, que tenía incluidos el transporte de ida y vuelta y la alimentación. También podían disfrutarlos vacacionistas en general, en este caso pagando un precio mayor, aunque también ajustado. El margen comercial rondaba el 5%, según cuenta uno de los entrevistados. El plan se extendía por todo el país, como detalla el texto, que menciona los casos de Las Tunas, Ciego de Ávila o Pinar del Río, entre muchos otros. 

“En Las Tunas fundamos un movimiento con em­presas y sindicatos, y aparecieron sitios para la estimulación, en la Agricultura y en el Ministerio del Azúcar, las dos activida­des económicas básicas del terri­torio”, cuenta José Vistorte Pupo, entonces alto cargo de la CTC provincial. En este caso se entregaron 100 cabañas en La Boca (Puerto Padre) que fueron repartidas y reparadas. 

“Tunazúcar era la meca, por sus condiciones, la calidad de sus ofertas y la cercanía a la ciudad capital. Sus instalaciones acogían a vanguardias nacionales y des­tacados de la zafra, macheteros y operadores de combinadas. Ade­más, disponíamos de 19 habitacio­nes en Varadero y 20 en el Hotel Las Tunas”, añade. Otro trabajador del sector recuerda que todas las empresas del sector azucarero tenían centros de este tipo, con el hospedaje incluido, salvo una en Majibacoa que hizo un ranchón con piscina. 

Elci Cecilia Martínez Couce, gestora en una empresa de construcción de Pinar del Río, relata también cómo los trabajadores tomaron la decisión de invertir las utilidades de ese año en levantar cabañas en la playa de Boca de Galafre, en el municipio tabacalero de San Juan y Martínez. Se compró terreno y se construyeron inicialmente 12, un proyecto que se convirtió en el balneario más grande de la provincia (Playa Bailén), con 37 villas y 80 cabañas, que hoy pertenecen a la empresa de Alojamiento y Gastronomía. 

Se compró terreno y se construyeron inicialmente 12, un proyecto que se convirtió en el balneario más grande de la provincia (Playa Bailén), con 37 villas y 80 cabañas, que hoy pertenecen a la empresa de Alojamiento y Gastronomía

Los entrevistados coinciden en que el hecho de saber que podrían disfrutar de esas casas provocaba un gran entusiasmo en los trabajadores, que se organizaban para participar en la construcción o rehabilitación, según el caso, en horas extras voluntarias. “Fue tal el júbilo que en algunas jornadas en la cons­trucción de Tunazúcar hubo casi mil trabajadores a pie de obra, provenientes de todas las empresas azucareras del territorio”, cuenta uno de ellos.

El texto da cuenta de un sistema “sostenible”, en el que existía un autoconsumo porque se aportaba comida, y que, además, generaba solidaridad entre distintos colectivos laborales que se ayudaban unos a otros. 

Hasta que entre los años 2009 y 2010 –durante el mandato de Raúl Castro, a quien ni siquiera se menciona– todo terminó de la noche a la mañana. “En la capital nos dijeron que las casas en Playas del Este no continuarían siendo atendidas por los sindicatos, que Islazul se encar­garía de eso. A partir de ahí, y en una primera etapa, el movimiento sindical solo recibía capacidades para estimular a sus destacados”, cuenta Gloria Esther, que lamenta cómo siguió la segunda etapa. 

“Al principio los alquileres eran bajos y las ofer­tas alimentarias bastante buenas. Posteriormente Islazul inició su comercialización para toda la po­blación, para quien quisiera y pu­diera, pero en CUC”, admite. No es el peor caso, En Las Tunas se tuvo que desmantelar y entregar una villa que solo llevaba tres años arreglada, mientras que otra, en Punta de Tomate, fue demolida.

Los trabajadores afirman que las excusas que se les ofrecieron –”las empresas y los sindicatos no están para eso, la economía no aguanta esas prestaciones, edifi­caciones sobre la duna”– nunca tuvieron en cuenta el impacto que produciría en los empleados. Algunos, de hecho, se mostraron hostiles hasta el punto de negarse a entregar lo construido. Es el caso concreto de los empleados de la fá­brica de Cemento Siguaney y la Empresa Agroindustrial de Gra­nos Sur del Jíbaro, que, además, mantienen vivo el reclamo pasada más de una década.

“Entregamos una villa de lujo, sin recibir remuneración alguna. No tenía nada que envidiarle a un hotel. Un total de 21 habitaciones acondicionadas, restaurante cli­matizado, televisión centralizada, bar-cafetería, un proyecto apro­bado de piscina con agua de mar y una de las cocinas mejor equipa­das de Trinidad”, dice Oscar Hernández.

El reportaje está salpicado con fotografías de algunos de estos lugares y los pies de foto no podrían ser más elocuentes. “Playa de Punta Alegre en Ciego de Ávila. Sin palabras”, dice uno de ellos

La nota afirma que en la mayoría de congresos de la CTC sale a relucir este asunto y agrega que es un factor de enorme descontento cómo no solo estos centros les fueron arrebatados a los trabajadores, sino que, además, los han dejado caer en el olvido, más aún desde que en la pandemia se usaron como lugares de aislamiento. El reportaje está salpicado con fotografías de algunos de estos lugares y los pies de foto no podrían ser más elocuentes. “Playa de Punta Alegre en Ciego de Ávila. Sin palabras”, dice uno de ellos.

Yosquel Res­quene González, vecino de una villa de recreo en Ciego de Ávila, explica que “el deterioro y el huracán Irma en 2017 se hicieron cargo de la insta­lación, pero su mayor enemigo fue el desinterés por recuperarla. De lo que no se llevó el ciclón se adue­ñaron personas, que la ocuparon al quedarse sin casas…”.

Las cabañas de La Boca, vandalizadas; el hotel de los azucareros de Ciego de Ávila, en ruinas; las casas de Playas del Este, “parecen más bien salidas de una conflagración bélica, aunque continúan siendo administradas por la cadena turística Islazul”... Todos ellos son escenarios de un pugna tapada entre trabajadores y Gobierno que se extiende por la Isla.

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