Entre la boleta electoral o el boleto para salir de la Isla, los cubanos prefieren emigrar

Las autoridades temen un alza de la abstención el próximo domingo por el creciente descontento de la población

La inconformidad y la desconfianza que laten en la sociedad cubana podrían materializarse en un aumento de la abstención el próximo domingo. (14ymedio)
La inconformidad y la desconfianza que laten en la sociedad cubana podrían materializarse en un aumento de la abstención el próximo domingo. (14ymedio)
Natalia López Moya

23 de marzo 2023 - 20:20

La Habana/Votar o no votar en las elecciones para el Parlamento, el próximo 26 de marzo, es un dilema ante el que muchos cubanos ya han tomado partido. La crisis económica, la falta de esperanzas y la poca confianza en las instituciones del Estado favorecen la abstención en un país donde no asistir a las urnas es considerado una declaración política y puede entrañar represalias.

Entre quienes están venciendo el miedo y aseguran que no irán a votar hay desde jubilados a los que su pensión no les alcanza, jóvenes que no han visto otra cosa que escasez desde que nacieron y migrantes en potencia que tienen sus ojos puestos fuera de la Isla. La inconformidad y la desconfianza que laten en la sociedad cubana podrían materializarse en un aumento de la abstención el próximo domingo.

En la calle Infanta, un joven miraba este miércoles, en el interior de una bodega del mercado racionado, uno de los tantos carteles oficiales que en las últimas semanas promueven el voto unido por los candidatos a parlamentarios. La colorida publicidad destaca en el comercio, con apenas un par de productos en exhibición. A pocos centímetros, una pequeña pizarra anuncia que en el local se están vendiendo los cigarros y los tabacos correspondientes al mes de enero.

"No va a cambiar nada si voy o no voy", comenta a '14ymedio'. "Mi madre lleva 40 años asistiendo a todos esos procesos y ¿qué tiene ahora?: nada"

"No pienso ni salir ese día a la calle, voy a cerrar hasta las ventanas para que no me estén molestando para ir a votar", aclaraba otra joven que llegó a la bodega para preguntar por la llegada de la sal. "Hace dos años cumplí 16 y estoy en el padrón electoral pero no me interesa. No fui a votar por el Código de la Familia [en septiembre de 2022] y tampoco voy a ir esta vez", asegura tajante.

El motivo que expone la joven roza más con la indiferencia que con la rebeldía. "No va a cambiar nada si voy o no voy", comenta a 14ymedio. "Mi madre lleva 40 años asistiendo a todos esos procesos y ¿qué tiene ahora?: nada, una casa medio derrumbada, cuatro trapos viejos para ponerse y unos hijos que solo piensan en salir de este país en cuanto puedan".

Mientras habla, a la bodega llega una anciana que no se suma a la conversación y hace un gesto de negación cuando escucha las palabras de la joven. Es en la tercera edad donde la propaganda oficial del voto unido y la asistencia a las urnas como una muestra de apoyo al sistema cala con mayor profundidad. Son los que más temen a un cambio o han empleado más años de su vida en apoyar el Gobierno.

Frente a la puerta de su casa se extiende una calle que hace años perdió parte del asfalto, la basura se acumula en la cercana esquina, mientras que la cola para el único kiosco que vende alimentos en la zona casi llega hasta su ventana. Maurín, de 21 años, vive en la barriada habanera de San Pedro en el municipio de El Cotorro. "¿Cómo yo voy a ir a votar si ni siquiera nos han arreglado lo básico?", se indigna la joven.

Con un padre ingeniero y una madre enfermera, Maurín cuestiona el papel de los delegados del Poder Popular en su barrio y la posibilidad de los parlamentarios de mejorar la vida de los ciudadanos. "En San Pedro llevamos años y años reclamando en las reuniones de Rendición de Cuentas [ante los delegados] que nos arreglen las calles, que mejore la calidad del pan y que abran nuevas tiendas para comprar comida, pero nada de eso se ha resuelto".

El descreimiento se ha adueñado de muchos de los residentes en la zona, un fenómeno que se repite a lo largo del país. Para intentar despertar el entusiasmo, el oficialismo cubano se ha lanzado en las últimas semanas a una campaña que incluye reuniones con los electores, una avalancha de publicidad en los medios nacionales, la disminución de los molestos apagones y ferias agropecuarias para vender alimentos a precios un poco más baratos que en los mercados privados.

Sin embargo, la ofensiva ideológica no parece estar dando muchos frutos entre una población que está cansada de tantas dificultades cotidianas. Para Maritza, de 64 años, hasta hace poco empleada de una dependencia del Ministerio de Cultura, resulta llamativo cómo la gente en las calles ya no esconde que no asistirá al colegio electoral el domingo.

El Gobierno de Miguel Díaz-Canel parece temer un crecimiento de la abstención, que durante décadas se mantuvo por debajo del 10%, pero ha experimentado un alza significativa en los últimos años. En las elecciones municipales de noviembre pasado alcanzó un máximo histórico con un 30% de electores ausentes. Para el oficialismo, la asistencia se mide como señal de apoyo al sistema y al Partido Comunista.

"En la cola del banco escuché a dos empleadas que estaban hablando y decían que el domingo no van a votar. Para mí es inédito que en un centro de trabajo estatal la gente hable con ese desenfado en franco desafío al sistema", cuenta Maritza a este diario. "Antes eso era impensable y es una señal de que entre el miedo y el desafío, muchos están escogiendo el desafío".

Los disidentes cubanos también han subido el tono en los llamados a la abstención en la medida en que se acerca la fecha electoral y, por primera vez en mucho tiempo, han coincidido en la premisa del "yo no voto" a la que se han unido activistas de varios colores políticos.

"Todos los dirigentes siguen la misma ideología y no cambia nada una vez son elegidos"

En Santa Clara, Ignacio, de 47 años y trabajador por cuenta propia, también ha decidido abstenerse. "Los diputados no resolverán ningún problema porque son engranajes de esta maquinaria pero no su esencia, en su mayoría son un grupo de marionetas sin voz ni voto porque todo en Cuba está planeado desde siempre en ese manual de la 'continuidad'", lamenta.

Ignacio reconoce que otros sí irán a las urnas pero identifica su asistencia no precisamente con la creencia de que la Asamblea Nacional ayudará a mejorar la vida en la Isla. "De las cosas más tristes es la apatía política de este pueblo y la desesperanza que lo lleva a votar o tomar cualquier decisión dictada por el Gobierno, como el votar por todos", subraya.

Otros, como Jorge, un joven universitario de 23 años y residente en Camajuaní, Villa Clara, reconoce que irá a votar este 26 de marzo porque siente que la asistencia es "prácticamente obligatoria". No quiere señalarse públicamente y prefiere evitar las represalias docentes que le podría acarrear el no ir.

No obstante, reconoce que ningún candidato a parlamentario lo representa "porque la política que ellos defienden no tiene nada que ver" con la forma de pensar del joven. "El proceso eleccionario no resolverá absolutamente nada. Todos los dirigentes siguen la misma ideología y no cambia nada una vez son elegidos", concluye con escepticismo.

Los hay también que parecen impermeables a la campaña oficial por las elecciones del 26M y dicen ni siquiera estar al tanto de que ocurrirán unas votaciones en este mes de marzo. "Yo no estoy para eso, lo mío es sobrevivir cada día y esperar a que mi hermana me busque un patrocinador para irme para Estados Unidos", reconoce Jean Marcos, de 19 años. "A donde único yo voy a ir sí o sí es al aeropuerto cuando tenga mi vuelo".

Los amigos de Jean Marcos comparten su postura. Puestos a elegir entre la boleta o el boleto, parecen todos decantarse por algo que los saque cuanto antes de Cuba.

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