Sin electricidad y sin gas para hervir el agua, Matanzas sufre un brote de hepatitis A
Hepatitis
Ante la falta de suministro en sus casas, miles de residentes llenan cubos en los salideros de las tuberías en lugares públicos
Matanzas/Cuando los primeros signos de debilidad comenzaron, Ana María, de 68 años, pensó que eran las carencias nutricionales que lleva acumulando por años. Jubilada del sector de la educación, con una pensión que no supera los 2.000 pesos mensuales, esta residente en la ciudad de Cárdenas, Matanzas, no concluyó de inmediato que el malestar se debía a un virus, el de la hepatitis A, y que le había llegado a través del agua.
En la casa de Ana María, como en la mayoría de las viviendas cardenenses, el agua que llega a través de las tuberías viene sucia, a veces con color marrón y un olor desagradable. La solución que durante décadas aplicaron las familias para contrarrestar la mala calidad fue hervir y filtrar el agua, pero los largos apagones y el encarecimiento del carbón para cocinar han obligado a aparcar esa sana costumbre.
"Tengo un filtro, de esos que dicen que eliminan un montón de suciedades, metales pesados y bacterias pero parece que no sirve para esto", cuenta a 14ymedio Ana María. A pesar de definirse como una persona "muy precavida" con todo lo que se lleva a la boca para evitar enfermedades diarreicas, esta vez el virus de la hepatitis A burló sus protocolos de higiene y ahora, desde su hígado, la obliga a guardar reposo.
Se debe "consumir agua potable de calidad, hervirla de ser posible", pero la falta de combustible dificulta esa tarea
El caso de esta jubilada no es aislado. El periódico Girón confirmó recientemente la aparición de un brote de hepatitis A en el Reparto 13 de Marzo y el barrio La Marina, en Cárdenas. El reporte advierte de que debe "consumir agua potable de calidad, hervirla de ser posible", pero la falta de combustible dificulta esa tarea. Puestos a elegir si usar el poco gas licuado, la leña o el carbón, a 1.300 pesos el saco, que consiguen para calentar los alimentos o el agua, la mayoría de los matanceros optan por lo primero.
La hepatitis A, una infección que se transmite por vía fecal-oral, generalmente a través de alimentos o agua contaminados, tiene normalmente un buen pronóstico de recuperación y el que la sufre una vez adquiere inmunidad de por vida. Pero el envejecimiento poblacional, la malnutrición y las dificultades para descansar y alimentarse según las recomendaciones médicas, o para mantener la higiene durante la enfermedad, lastran el proceso de superar el virus.
"En este barrio hay una viejita que se la tuvieron que llevar al hospital porque cayó con hepatitis A y ya estaba malita, postrada, con escaras y sola", detalla Ana María. El éxodo de los hijos y familiares más jóvenes ha dejado en una situación de extrema vulnerabilidad a muchos ancianos que, ante cualquier padecimiento de salud, se ven desamparados, sin cuidados hogareños y carentes de medicamentos.
"El médico ni siquiera pudo mandarme indicaciones del tipo de dieta que debo seguir porque dice que sabe que no la voy a poder conseguir"
"Me mandaron reposo y mucha agua, ya sé que es un virus y que no hay mucho que hacer, pero el médico ni siquiera pudo mandarme indicaciones del tipo de dieta que debo seguir porque dice que sabe que no la voy a poder conseguir". Pocas grasas, productos naturales, verduras, proteínas magras y nada de alcohol completan las sugerencias para quienes sufren de hepatitis A, justamente los grupos de alimentos con precios más altos en los mercados.
Otros, ni siquiera llegan a saber si ese cansancio que sufren se debe al virus que se extiende por la provincia. Abel, de 23 años, no puede levantarse de la cama hace días. Le achaca su flojera al agua proveniente de un punto de suministro en la ciudad de Matanzas frente a la base de ómnibus Transmetro, a pocas cuadras del barrio de Simpson. Tiene, además, fiebre intermitente y náuseas, pero la falta de reactivos para el análisis demoran los resultados y solo puede aventurar que está contagiado con hepatitis A.
Dos amigos de Abel ya han sido diagnosticados con el virus. "Ellos recogen el agua de la poceta que está al lado del Parque Zoológico Watkins, pero al final todo puede estar contaminado", advierte el matancero. Ante la falta de suministro en sus casas, miles de residentes en la ciudad se desplazan hacia los llamados registros, unas pilas instaladas en una esquina o algún hueco en la conductora que derrama su contenido en un espacio público, donde llenan cubos, pomos y tanques que luego acarrean hasta su vivienda.
"El otro día, un inspector de Salud Pública, viéndonos llenando las cubetas, nos advirtió que no cogiéramos esa agua, pero qué podemos hacer", reflexiona el joven. Su esperanza es que no ha perdido el apetito, uno de los síntomas más repetidos cuando se padece hepatitis A, y que, por tanto, su malestar pueda ser solo una infección estomacal de menor gravedad. Las enfermedades diarreicas agudas también están golpeando la provincia y se espera que en la medida que se acerque el verano aumenten su presencia.
"Si tuviera el dinero, un mensajero me traería agua de manantial hasta la puerta de mi casa", calcula Abel, que quiere evitar volver a pasar por futuros momentos de incertidumbre y fatiga. "Lo que estamos haciendo en la casa es utilizar cubiertos diferentes para comer, pero estamos obligados a usar el mismo baño y, la mayoría de las veces, no tenemos agua ni siquiera para descargar o lavarnos las manos”.
Debajo de la meseta de la cocina, la familia de Abel guarda unos envases con parte del agua que acarreó por varias cuadras. En ese líquido, tan necesario y vital, está su mayor aliado y puede también que su peor enemigo.