La escuela de los otros

La Escuela Internacional de La Habana en la calle 18, en Miramar. (14ymedio)
La Escuela Internacional de La Habana en la calle 18, en Miramar. (14ymedio)
Luz Escobar

02 de febrero 2016 - 09:48

La Habana/No lleva uniforme, tampoco una bolsa con merienda ni una pañoleta atada al cuello. Sin embargo, a sus nueve años, Malena va hacia la escuela, un centro docente para hijos de diplomáticos donde ha logrado matricular con los recursos económicos de sus padres y un pasaporte español heredado de la abuela.

La educación en Cuba ya no es la misma para todos. Hay aulas donde los alumnos disfrutan de una conexión a internet sin restricciones, climatización y mobiliario nuevo. En el comedor, el menú es variado, abundan los vegetales y es común escuchar a un niño contar que pasó el fin de semana en Cayo Coco o que su papá cambió de camioneta.

Fundada hace más de cuarenta años, la escuela internacional de La Habana se pensó en un inicio para los hijos de embajadores y personal consular. Con la década de los noventa llegaron los niños de extranjeros que trabajaban en empresas mixtas, pero desde hace unos años han aparecido los cubanos que puedan pagar las altas matrículas y mostrar un pasaporte de otro país.

Para matricular un niño en la escuela internacional o en el Centro Educativo Español de La Habana se deben mostrar documentos que lo acrediten como extranjero

A diferencia de los colegios públicos, donde los recursos materiales escasean y el déficit de maestros crece, la Escuela Internacional de la calle 18, en el exclusivo barrio de Miramar, tiene una biblioteca, un centro multimedia y un parque de diversiones. La lista de interesados en entrar a trabajar en el atractivo lugar podría alcanzar para llenar todas las plazas vacías en las aulas primarias y secundarias a lo largo del país.

Para matricular un niño en la escuela internacional o en el Centro Educativo Español de La Habana, cercano al Acuario de Miramar y fundado en 1986, se deben mostrar documentos que lo acrediten como extranjero. Una condición que hasta hace algunos años era exclusiva de hijos de diplomáticos, pero que ahora comparten los vástagos de los emigrados retornados y los nacionalizados españoles a través de la Ley de Nietos, como Malena.

La inscripción tiene entre sus requisitos presentar las calificaciones anteriores del estudiante y estar dispuesto a pagar la matrícula. Un curso en los primeros grados de la enseñanza primaria puede costar el equivalente a 4.000 dólares y 10.450 si es entre kindergarten y el grado quinto.

A pesar de las altas tarifas existen cubanos que pueden pagar esa suma para evitar que sus hijos vayan a la escuela pública. Entre ellos quienes después de vivir largos años en el extranjero se niegan a aceptar la ideologizada enseñanza cubana. "La niña nació en Madrid y no está acostumbrada a nada de eso que se ve en las escuelas de aquí", comenta a este diario la madre de una adolescente que cursa la enseñanza media en la llamada "escuelita española". Casada con un artista conocido y después de más de una década en el barrio de Salamanca, ahora hacen malabares para pagar la factura del colegio.

"Pero hacemos el sacrificios, porque ahí le enseñan a ser creativa y a tener criterio propio", comenta la orgullosa mujer. "No quiero ni imaginarme lo que sería tener que matricularla en una escuela de por aquí", señala en su casa de Centro Habana. La joven comparte aula con hijos de corresponsales extranjeros radicados en Cuba, gerentes y nuevos ricos.

Los profesores de estas escuelas, junto a los encargados administrativos y de servicios, son contratados de manera directa a través de recomendaciones. En este caso no median las bolsas controladas por el Estado como sucede en la mayoría de las plazas donde recibe una remuneración en moneda convertible o vinculadas con extranjeros.

Un curso en los primeros grados de la enseñanza primaria puede costar el equivalente a 4.000 dólares y 10.450 si es entre kindergarten y el grado quinto

Lina, una joven graduada de la Academia de Bellas Artes de San Alejandro, gracias a su buen dominio del inglés, impartió clases de artes plásticas durante varios años en uno de esos centros. Ahora cuenta que el salario era "magnífico" pero que lo más importante era "el ambiente de libertad que se respiraba nada más entrar". En su página digital la escuela internacional se define como "una institución progresista".

Más de un tercio de los profesores de ese colegio viene de Canadá, Reino Unido, Holanda, Alemania y Portugal. El resto son contratados cubanos que debieron demostrar estar "capacitados en métodos pedagógicos modernos". Al finalizar los estudios, los alumnos obtienen títulos válidos para sus países de origen, homologados en la Unión Europea u otras naciones.

El currículo de asignaturas no es muy diferente al de la enseñanza gratuita, aunque sí la forma en que se imparte. Entre las materias que deben estudiar en la educación primaria están Matemáticas, Inglés, Español, Educación Artística Plástica y Música, junto a la Educación Física, Computación y la Educación en Valores. Esta última sin una pizca de ideología.

La irrupción de los cubañoles en esta modalidad educativa aumenta la demanda en centros docentes que apenas dan abasto. El director de la escuela internacional, Ian Morris, informó en el último boletín del colegio que "no se ha encontrado una opción adecuada para ampliar nuestra instalación para el próximo curso académico". En lugar de ello, la Junta Directiva y la Administración de la escuela decidieron "mantener el actual límite de matrícula y ajustar la política de reinscripción".

Con el pasaporte español recién obtenido, Ivette, dueña de una paladar en la Habana Vieja decidió ahorrarle a su niña "los baños sucios, la bandeja metálica llena de grasa, la maestra que fuma y que grita", explica la próspera empresaria sobre las experiencias escolares de su infancia. "Este es el mejor dinero que yo he gastado en toda mi vida", asegura la mujer cuando habla de la "escuelita para yumas" a la que va su hija Malena cada mañana.

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