A falta de maestros, en una escuela de San José de las Lajas el recreo es permanente

Educación

El déficit de personal convierte las tardes, en la escuela primaria Camilo Cienfuegos, en horas docentes perdidas

Un abuelo se acerca con su bicicleta y, a través del enrejado, conversa con su nieta.
Un abuelo se acerca con su bicicleta y conversa con su nieta. / 14ymedio
Julio César Contreras

23 de diciembre 2025 - 05:42

San José de las Lajas/A las cuatro de la tarde, la Avenida 40 respira un aire espeso frente a la escuela primaria Camilo Cienfuegos, en San José de las Lajas. Bajo la sombra gruesa de los flamboyanes, los padres se agrupan frente a la reja que separa la calle del patio interior. Hacen equilibrio entre la paciencia y la frustración mientras observan a los menores corretear sin orden entre piedras sueltas, charcos, mochilas abandonadas y árboles con raíces salidas de la tierra. No parece hora de clases. No hay pizarras ni libretas, solo carreras improvisadas, tacos de papel, juegos a las escondidas y ruido. Mucho ruido.

Entre ellos destaca Marlén, con el uniforme de su hijo doblado sobre un brazo y la cara cansada. "Cuando no está lleno de churre, le falta un botón a la camisa", dice, con la mirada fija en el pequeño que juega al borde de la valla. "Lo obligan a venir por la tarde supuestamente porque tiene clases, pero la mayoría de las veces pasan esas dos horas jugando en el patio, sin nadie que los cuide y menos que los enseñe". Desde el curso pasado, su hijo no tiene maestra fija. Lo que antes era rutina ahora parece improvisación: una escuela sin enseñanza, un horario sin contenido.

Desde el curso pasado, su hijo no tiene maestra fija. Lo que antes era rutina ahora parece improvisación

Las imágenes alrededor lo corroboran. Un abuelo se acerca con su bicicleta y, a través del enrejado, conversa con su nieta, que le muestra una carpeta arrugada. Más allá, una madre se apoya en el metal y apenas parpadea mientras observa a su hija correr detrás de un grupo que ha convertido el patio en un laberinto. Dos niños juegan a lanzarse piedras pequeñas, otro hace malabares con un palo, y una adolescente, con la pañoleta zafada, levanta polvo con los zapatos que ya no son tan blancos. A unos metros, la única auxiliar pedagógica que debería mantener el control mira la pantalla de su teléfono.

A través de la verja se distingue la vieja pintura del mural escolar, ya casi borrada por el sol
A través de la verja se distingue la vieja pintura del mural escolar, ya casi borrada por el sol / 14ymedio

"Antes, en este lugar había maestros en cada aula", recuerda Marlén, quien estudió allí en los años noventa. Ahora cada jornada está marcada por las ausencias: falta personal pedagógico, faltan profesores, faltan clases. Y, mientras tanto, esos niños que deberían aprender las tablas de multiplicar, ortografía o lectura comprensiva, pasan horas al sol, en un recreo extendido que ningún padre pidió.

La escuela cumplió 70 años este curso. Recibió un Premio a la Trayectoria otorgado por el gobierno local. Pero nada de eso impide la escena que se repite cada tarde: estudiantes de primera sin actividades, sin supervisión adecuada y sin seguridad. La institución estatal, fundada en 1956 como la escuela Eliodoro García, parece hoy atrapada en una pausa indefinida.

A unos metros, la única auxiliar pedagógica que debería mantener el control mira la pantalla de su teléfono

"En su afán por cambiarlo todo y no resolver nada, el gobierno ya ha perdido hasta los educadores", opina Marino, abuelo de una alumna de quinto grado. Habla mientras espera, bicicleta en mano, que se abra el portón principal. "La niña tiene que venir por las tardes los cinco días de la semana y no le dan ni educación física. Si esto sigue así, no la traigo más después del mediodía".

Muchos familiares llegan antes de las cuatro. Se alinean frente a la cerca metálica esperando la señal de salida, que en teoría debería ocurrir a las 4:20. Aunque pueden ver y hasta conversar con los pequeños desde la calle, la puerta permanece cerrada con candado. "Ponen las reglas por capricho, porque lo manda el Ministerio de Educación, aunque ni los maestros estén de acuerdo", insiste Marino.

Mientras esperan, vendedores ambulantes aparecen con confituras y galletas dulces. Una madre aprovecha para alimentar brevemente a su hija a través de la reja, que se queja del menú escolar del mediodía: "Lo que dan aquí no sirve ni para los puercos", dice sin rodeos.

La maestra de su hija, asegura, tiene 67 años y a las 11:00 de la mañana "ya no da más"

Al fondo del patio se eleva la fachada del edificio: columnas, pasillos abiertos y paredes descascaradas. La bandera parece pequeña ante el tamaño del problema. Donde debería haber libros, hay desorden; donde debería escucharse el dictado de alguna oración, se oyen gritos. "Están tratando de cubrir la docencia con estudiantes universitarios", cuenta Marisol, quien ahora se encarga de dos sobrinos porque su hermana emigró. "Los pocos maestros viejos que aún quedan están dando clases porque no les queda más remedio". La maestra de su hija, asegura, tiene 67 años y a las 11:00 de la mañana "ya no da más".

A través de la verja se distingue la vieja pintura del mural escolar, ya casi borrada por el sol. "Todos los días vienen con la historia de que las maestras piden la colaboración de los padres", suspira Marisol. "Eso significa traer escobas, frazadas de piso, tizas, dinero para la fiesta del Día del Educador… todo". Pero lo que más le pesa no es la lista de materiales, sino lo que ve cada tarde desde la calle: "Los niños haciendo de todo menos estudiar. Y al final, no hay a quién reclamarle".

Cuando por fin se abre el portón, los padres consiguen abrazar a sus hijos. El patio queda atrás, lleno de polvo levantado con las carreras.

La institución estatal, fundada en 1956 como la escuela Eliodoro García, parece hoy atrapada en una pausa indefinida
La institución estatal, fundada en 1956 como la escuela Eliodoro García, parece hoy atrapada en una pausa indefinida / 14ymedio

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