Cuando el imperio Arechabala daba de comer a Cárdenas

Una vecina recuerda a la familia creadora del ron Havana Club

Vista de la fábrica Arechabala en Cárdenas, Matanzas, en los años 50. (Archivo)
Vista de la fábrica Arechabala en Cárdenas, Matanzas, en los años 50. (Archivo)
Roma Díaz

10 de octubre 2020 - 12:20

Cárdenas/A sus 75 años, Isis recuerda con mucho cariño a la familia Arechabala, fundadora de un emporio industrial a finales del siglo XIX en Cárdenas, Matanzas. "La empresa Arechabala dio mucho de comer a este pueblo", dice con nostalgia.

Arechabala poco dice a los oídos de hoy, pero uno de sus productos, el Havana Club, creado en 1934, sigue siendo la marca cubana de ron más conocida del mundo.

Bautizada con el nombre de La Vizcaya en honor a la tierra de nacimiento de su fundador, José Arechabala y Aldama, en 1878, la destilería llegaría a ser una de las empresas más importantes del país, solo superada en producción de ron por Bacardí.

Ellos tuvieron mucho que ver en el desarrollo de Cárdenas, que llegó a ser conocida como "la Holanda de América" o "la Barcelona de las Antillas"

Cuenta Isis que su padre era el propietario de una de las caleras –canteras de cal– más importantes de Cárdenas, y su familia, de apellido Larrauri, también de ascendencia vasca, mantuvo buenas relaciones con los Arechabala.

Ellos tuvieron mucho que ver en el desarrollo de Cárdenas, que llegó a ser conocida como "la Holanda de América", por haber ganado terreno firme a la ciénaga desecada que la rodeaba, o "la Barcelona de las Antillas", por su prosperidad.

Isis certifica lo que dicen los documentos oficiales: que en 1944 Cárdenas había recibido, gracias a los Arechabala, un nuevo litoral con un malecón, nuevos espacios verdes, una marina y un monumento conmemorando el primer vuelo de la bandera de la estrella solitaria sobre suelo cubano.

La mujer sabe de memoria la historia del patriarca José: a los 16 años, en 1862, dejó su Gordejuela natal para embarcarse a Cuba, y sus logros fueron muchos en muy poco tiempo. "Él mismo creció tan vigorosamente que la compañía, a pesar de perder más de 50.000 dólares después de un ciclón en 1888, se mantuvo en pie", relata admirada.

En 1921, la familia reconvierte la firma en la moderna José Arechabala S.A., que pasa a manos de los herederos con la muerte del patriarca poco tiempo después, en 1923.

Los Arechabala estuvieron al frente de su compañía hasta el 31 de diciembre de 1959, cuando un grupo de hombres armados liderados por Calixto López irrumpieron en las oficinas y obligaron al personal a abandonar las instalaciones

Son años en los que la destilería tiene tecnología punta para la época: amplias secciones de fermentación, depósitos y cómodas instalaciones, donde se elaboraban en primera fase el Alco-Elite –alcohol puro, con fines sanitarios–, además de los rones especiales bajo el nombre Havana Club y Añejo 75 Arechabala.

Isis tuvo una relación especial con María del Carmen, llamada Carmelina, una nieta de José, que llegaría a dirigir la empresa. "Recuerdo que me decía ¡oye, estoy en la ventana!, y nos sentábamos a conversar en las tardes. No fue una persona equivocada, se sabía el nombre de todos los empleados y mantenía buenas relaciones con ellos. Era una persona católica y muy humana".

Los Arechabala estuvieron al frente de su compañía hasta el 31 de diciembre de 1959, cuando un grupo de hombres armados liderados por Calixto López irrumpieron en las oficinas y obligaron al personal a abandonar las instalaciones. Gran parte de la familia se encontraba fuera de la Isla por las fiestas de Navidad y jamás regresó.

En la actualidad, la fábrica lleva el nombre de Cuba Ron. "De Arechabala S.A. solo queda la ronera y la destilería", cuenta un trabajador.

El empleado asegura que su marca de bandera, Perla del Norte, resulta más "refrescada" que la del año 70, pues "no posee aceleradores ni aromatizantes y su añejamiento es natural".

La casa de Carmelina se convirtió con los años en la Biblioteca Municipal José Antonio Echeverría, y no alberga ninguna huella de la familia Arechabala. Según los trabajadores, "De Carmelina, solo quedan los espejos".

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