En la isla de la piratería, no importa que el logo sea falso
Cuba
Las 'mulas' venden falsos Nike y todo tipo de imitaciones para adecuarse al bajo poder adquisitivo de los cubanos
La Habana/"De originales estos tenis no tienen ni la ‘o’", admite sin rodeos Liuba, una vendedora informal que despliega sobre la mesa un catálogo variado de zapatillas. Todas son falsificaciones, pero eso no parece molestarla. "No serán auténticas, pero yo solo vendo copias G5", dice con un tono de orgullo. El término hace referencia a réplicas de alta calidad que imitan con gran precisión el diseño —y a veces hasta los materiales— de marcas populares como Nike.
Dos veces al mes, Liuba viaja a Panamá para abastecerse. Parte de la mercancía la trae en su propio equipaje, otra la envía por paquetería o la hace llegar mediante terceros que forman parte de la misma red comercial. "Lo que vendo son imitaciones de alta gama: se parecen mucho al original, pero cuestan lo que aquí la gente puede pagar", explica a 14ymedio.
Los precios hablan por sí solos: una copia G5 de unos Nike Air Max X Supreme se cotiza en 27.000 pesos cubanos —cuatro veces el salario de su madre, que trabaja en el laboratorio de un policlínico—; unos Adidas Campus rondan los 15.000; y unos Converse, también falsos, llegan a los 20.000. "No hay engaño: el comprador sabe lo que se lleva", subraya.
"No hay engaño: el comprador sabe lo que se lleva"
El fenómeno no es exclusivo de Cuba. Las falsificaciones —ropa, joyas, juguetes— se han sofisticado tanto que logran engañar incluso a los expertos. A pesar de que la mayoría de las leyes prohíben su comercialización, el mercado global de copias sigue creciendo, sobre todo en internet y entre consumidores jóvenes que desean marcas reconocidas a precios reducidos.
En la Isla, la demanda se dispara por el deseo de los jóvenes de lucir logos famosos a un precio acorde con su bajo poder adquisitivo. Según la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea, en 2021 el valor de los productos falsificados y pirateados alcanzó los 467.000 millones de dólares a nivel mundial. China y Hong Kong lideran la producción.
Antes, los vendedores privados en Cuba juraban no vender falsificaciones aunque todos sabían que muchas mercancías no eran originales. Ahora lo admiten sin pudor, y sus clientes lo asumen con naturalidad.
Loly, una habanera de 19 años, se ha convertido en una influencer de lo falso. En Instagram posa con gafas Prada, bolso Saint Laurent y tenis Adidas Samba. En las fotos, lleva bolsas de compras como si viniera de una boutique; pero en realidad, son piezas adquiridas en el mercado negro, algunas de las cuales revende a sus seguidores. "A veces publico una foto con un bolso y en cinco minutos tengo diez pedidos. Con algunos productos hasta hay lista de espera", cuenta.
El auge de plataformas de moda ultrarrápida como Shein o Temu también ha influido. Muchos cubanos hacen pedidos baratos a través de intermediarios, familiares en EE UU o mulas que viajan con frecuencia. La mercancía llega a la Isla desde donde hay más tránsito de cubanos: Miami, Panamá, México, República Dominicana, Venezuela… pero las fábricas están más lejos: China, Turquía, Tailandia.
"A cada rato mi hija aparece con una blusa o unos tenis que, tras un solo uso, pierden el color o se les despega la suela"
En Telegram, Loly administra varios grupos con miles de miembros, donde publica fotos y precios de todo: bolsos que el original costaría 5.000 dólares, zapatillas, jeans, gafas… incluso ropa recién vista en pasarelas o conciertos de artistas famosos.
No todo brilla: "A cada rato mi hija aparece con una blusa o unos tenis que, tras un solo uso, pierden el color o se les despega la suela", lamenta Marilín, madre de una adolescente adicta a estos grupos de compraventa.
La aceptación de las copias ya no es tabú. "Hace años era símbolo de que eras pobre pero ahora hasta las exhibes con orgullo", opina la mujer. El factor económico sigue siendo el principal: acceder a un producto con apariencia de lujo sin pagar su precio real.
Las redes sociales y los influencers son clave. TikTok es uno de los epicentros de la promoción de falsificaciones en la Isla. Al Estado, que nunca ha respetado los derechos de autor, no le preocupa el fenómeno: es común encontrar imitaciones incluso en mercados oficiales. "Me han multado por no poner el código QR de pago, pero nunca por vender copias", confiesa Liuba, dueña de una tienda en El Vedado, señalando estantes llenos de gorras y bolsos de marca, todos falsos.
En algunos casos los anuncios de venta ni siquiera aclaran que no son originales porque nadie espera que en la Isla de la piratería pueda encontrarse algo más que copias
Solo cuando las copias afectan a la salud se encienden las alarmas. En 2022, el Centro para el Control Estatal de Medicamentos (Cecmed) advirtió sobre falsos fármacos como Amitriptilina o Diazepam vendidos al margen de las farmacias. Fuera de eso, el tema apenas ha sido abordado en los medios oficiales.
En el deporte, el mercado de camisetas de fútbol falsas es arrasador: de 10.000 a 35.000 pesos, con calidades que van de lo efímero a lo casi auténtico. En algunos casos los anuncios de venta ni siquiera aclaran que no son originales porque nadie espera que en la Isla de la piratería pueda encontrarse algo más que copias.
La lógica se repite: para muchos, una réplica es la manera de "pertenecer" sin vaciar el bolsillo. Karla, de 22 años, lo resume con humor mientras luce unas zapatillas con la "S" de Skechers: "Son más falsas que un selfi sin filtros, pero me gustan y mis amigos las reconocen de las redes. A nadie le importa que no sean originales".