La lanchita de Regla reanuda su servicio después de una interrupción de varios meses

Las autoridades de La Habana anunciaron que, como homenaje por sus 504 años, habían decidido restaurar la pasarela de abordaje

Circunspecta, junto a una ventana, una adivina le “tiraba” las cartas a una mujer de rostro angustiado. (14ymedio)
Circunspecta, junto a una ventana, una adivina le "tiraba" las cartas a una mujer de rostro angustiado. (14ymedio)
Juan Diego Rodríguez

15 de noviembre 2023 - 20:11

La Habana/Mucho más desahogada que las guaguas que circulan por las calles habaneras, la lanchita de Regla atravesaba este martes la bahía con unos 35 pasajeros inquietos por el vaivén de la embarcación. Las autoridades de la ciudad anunciaron que, como homenaje por sus 504 años, habían decidido restaurar la enclenque pasarela de abordaje –cuyo mal estado denunció varias veces este diario– y el embarcadero de Regla.

La lanchita tiene capacidad para transportar a 120 pasajeros, según el gobierno capitalino, pero últimamente muy pocos cubanos y extranjeros la usaban para cruzar la bahía. Afincados a los postes o sentados, con rostro ausente, en la cabina de la embarcación, los habaneros se mueven con mochilas, bolsas e incluso bicicletas, e intentan no desperdiciar el tiempo del monótono trayecto.

Alivia a los viajeros, por fin, no tener que caminar por el puente oxidado y a punto de caerse, cuya precariedad –entre otras causas– llevó al cierre del servicio durante el mes de julio. Según la prensa local, el arreglo fue responsabilidad de una empresa militar, la Industrial Granma, aunque su financiamiento dependió del "apoyo permanente" del Partido Comunista local, enfatizó Tribuna de La Habana.

"Nunca se ha visto esta lancha tan llena", comentaba este martes uno de los pasajeros, que intentaba evitar que el manubrio de una bicicleta le golpeara el abdomen. Circunspecta, junto a una ventana, una adivina le "tiraba" las cartas a una mujer de rostro angustiado. "¿Ves algo?", preguntaba. "Sí, un viaje en camino", aseguraba la cartomántica, girando los cartones. A su alrededor, dos jóvenes se burlaban de la predicción: entre el parole y las carreras para buscar los mandados, la vida del cubano es un eterno viaje.

Lo cierto es que viajar a Regla, donde está el santuario de la "Virgen negrita", vestida –como la orisha Yemayá– de azul, siempre tiene algo de peregrinación. Sin embargo, lo espiritual queda aplastado por la solidez de lo material, como lo demuestra el pregón de un santero, que vende un collar blanco de Obatalá –otra deidad de origen africano– a 200 pesos. "Hasta el propio Obatalá se lo pensaría dos veces", dicen alzando las cejas varios clientes, frustrados.

Ramos de flores, ya bastante secas, a 500 pesos; adornos más modestos de 150 a 200; estampas, velas y otros artículos religiosos, a precios nada piadosos. Ni a la vera del santuario de Regla, donde acuden los devotos a estar un rato en silencio o a pedir un favor a la imagen, la economía da tregua al cubano.

Sin embargo, los que entran al pequeño templo colonial disfrutan de un bien ya raro en La Habana: tranquilidad, un poco de fresco –los ventiladores no dan abasto– y paredes recién pintadas con un esmero que, casi seguro, no se debe a la orientación del Partido por el 504 aniversario de la ciudad.

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