La maldita pereza de nuestra libertad

La "continuidad", el "reformismo leal" y la absurda "resistencia creativa" son vicios que nos han acompañado casi siempre, aplatanándonos en la fatalidad

Grabado de 1763 de la Plaza Vieja de La Habana durante la ocupación británica, por Elias Durnford.
Grabado de 1763 de la Plaza Vieja de La Habana durante la ocupación británica, por Elias Durnford.
Yunior García Aguilera

16 de agosto 2023 - 12:24

Madrid/¿Por qué Cuba demoró tanto en lograr su independencia? ¿Por qué, mientras la mayoría de los países vecinos conquistaban su libertad, Cuba seguía siendo "la siempre fiel"?

Y hoy... ¿Por qué el castrismo ha durado tanto tiempo? La dictadura de Videla en Argentina duró 7 años y medio; la de Pinochet, 17 años en Chile; el franquismo en España alcanzó los 36 años... ¡Pero el castrismo lleva en Cuba ya más de seis décadas! Y no solo se trata de exilio, represión y censura; se trata además de miseria, ruina y atraso. ¿Cómo es posible que no seamos capaces de salir de este bache?

Evito leer nuestra historia con pesimismo, aunque a veces resulta inevitable encontrar algunos rasgos que se han repetido en distintos momentos. La "continuidad" como pereza, el "reformismo leal" (cambiar para que todo siga igual) y la absurda "resistencia creativa" (me ahogo, pero gozo) son vicios que nos han acompañado casi siempre, aplatanándonos en la fatalidad.

Durante los once meses que duró la ocupación británica de La Habana, sus habitantes nunca vieron con buenos ojos aquello de trabajar para el inglés

Durante los once meses que duró la ocupación británica de La Habana, sus habitantes nunca vieron con buenos ojos aquello de trabajar para el inglés. Está claro que la lengua, la religión y la cultura nos acercaban más a Madrid que a Londres. Se dice que los campesinos se negaban a venderles frutas y que, incluso, algunos intentaron envenenar a los "casacas rojas" dándoles de comer plátanos en estado de embriaguez.

Sin embargo, los británicos tampoco enfrentaron demasiada oposición. En algunas mansiones se comenzó a servir el té a las 5 de la tarde y más de un funcionario se ofreció gustoso a colaborar con ellos. Sus uniformes tenían el color del mamey y por eso a la hora de la ronda se le comenzó a llamar "la hora de los mameyes". Pero el mamey, a fin de cuentas, era una fruta bien sabrosa. Unos versos de la época reflejan así la atracción de las habaneras por los británicos: "Las muchachas de La Habana no tienen temor de Dios / y se van con los ingleses en los bocoyes de arroz". En julio de 1763 los ingleses nos canjearon por Florida, y se fueron... sin demasiados traumas.

Fue entonces cuando España nos empezó a mimar un poco. El despotismo ilustrado derrochaba su natural paternalismo: "Todo para el pueblo, pero sin el pueblo". Y Cuba parió a uno de los hombres más geniales y brillantes de su época, según cuentan, don Francisco de Arango y Parreño. El historiador e hispanista norteamericano Allan J. Kuethe dice de él que "podía haber sido un Bolívar, pero murió como burócrata real". Más allá de sus aportes en beneficio del comercio y el desarrollo en la Isla, Arango y Parreño era solo un reformista, un tipo "inteligente", un hombre leal a la corona.

Cuba está sufriendo la peor crisis de su historia, y hoy son otros los que se benefician de nuestra desgracia

Haití fue el primer país de América Latina y el Caribe en obtener su independencia. Y hoy, algunos ideólogos del castrismo afirman que Cuba y Haití son de un gallo las dos espuelas. Pero lo cierto es que, tras la revolución haitiana (1791-1804), la élite de Cuba hizo todo lo posible por evitar que aquí ocurriera lo mismo. El "miedo al negro" fue más fuerte que el impulso de ser libres. Más que en solidarizarse, Cuba realmente se empeñó en ocupar el lugar que tenía Haití en el mercado. O sea, eso era para nosotros "tener espuelas".

Cuba está sufriendo la peor crisis de su historia, y hoy son otros los que se benefician de nuestra desgracia. ¿Cuántos negocios prosperan en otras latitudes gracias a que en Cuba hay una dictadura?

El poder, por su parte, tiene a sus reformistas, encargados de ofrecer parches de vez en cuando. Pero el sistema está más roto que una vieja pancarta de feria. Ni Murillo, ni mucho menos Gil, se paran al lado de Arango y Parreño.

Hay quien elige la sátira o el meme, como los habaneros en la hora de los mameyes. Otros son más tibios y prudentes, para seguir fichando como "interlocutores válidos". Hay quienes sostienen discursos muy radicales, pero en el fondo prefieren que Cuba siga igual, aunque sea para que sirva como mal ejemplo. Incluso existen quienes, desde un falso radicalismo extremo, se pasan las 24 horas atacando cualquier intento objetivo, cualquier iniciativa realista por conquistar la democracia.

Pero la libertad no entiende de perezas. Siempre ha costado sangre, sudor y lágrimas. De llanto y sangre estamos hasta las narices. Ya es tiempo de mojarnos un poco. El sudor es la sangre de estos tiempos.

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