El lamento de un médico cubano en Argelia

El autor ha pedido mantenerse en el anonimato para evitar represalias de la Seguridad del Estado, que vigila al personal de las misiones en el extranjero

El entonces Ministro de Salud Pública, Roberto Morales Ojeda, con sanitarios cubanos en Argelia, en 2018. (Embajada de Cuba en Argelia)
El entonces Ministro de Salud Pública, Roberto Morales Ojeda, con sanitarios cubanos en Argelia, en 2018. (Embajada de Cuba en Argelia)
Anónimo

16 de mayo 2021 - 16:06

Argel/La misión médica cubana en Argelia es, según las apreciaciones del Ministerio de Salud de la Isla, un ejemplo ante el mundo y referencia internacional. Se vanaglorian en las redes para opacar las verdades a gritos que salen de los poco más de 850 profesionales que trabajamos acá.

Puedo hablar con propiedad, dado que soy uno de ellos. En este lejano país llevo varios años, muy a mi pesar, alejado de mi familia, con el pensamiento equivocado de que mejoraría mi nivel de vida y cargando a mis espaldas el peso que supone saber que un régimen esclavista gana a mi costa.

La mayoría de las personas que he conocido en mis andares internacionalistas sale de Cuba con la mente llena de esperanzas y el mismo objetivo: ganas de progresar en lo económico y en lo profesional, buscando oportunidades que nuestro propio país constantemente nos niega.

Estar acá tanto tiempo me ha hecho cambiar la percepción, la posición y la actitud hacia aquellos con quienes firmé un contrato muy provechoso, pero no precisamente para ambas partes

Pero estar acá tanto tiempo me ha hecho cambiar la percepción, la posición y la actitud hacia aquellos con quienes firmé un contrato muy provechoso, pero no precisamente para ambas partes.

Según el contrato revelado en el Journal Officiel (equivalente a la Gaceta Oficial cubana) de Argelia el pasado mayo, el régimen cubano recibe al año casi 65 millones de euros. Los cuatro hospitales incluidos en el convenio están situados, estratégicamente, en los cuatro puntos cardinales del país norteafricano, para tener accesos viables.

El mayor de ellos, centro de referencia nacional de Oftalmología –la especialidad que más dinero aporta–, está en Djelfa, a 300 kilómetros de la capital, Argel, y es el primero de los hospitales fundados para que trabajáramos nosotros. Ahí radica la jefa nacional del Programa de Atención Materno Infantil (PAMI), además de jefa nacional del Partido Comunista de Cuba, y hay una casa de tránsito, es decir, alojamiento para los profesionales cuando se hace escala desde otros lugares (porque las distancias son enormes). Hacia el este se encuentra el hospital de Bechar (donde se desarrolla el programa de Urología), hacia el oeste, el hospital de El Oued, y hacia el sur, el de Ouargla (el del programa de Oncología).

El personal cubano que trabaja en dichos hospitales se somete a una doble jefatura. Por una parte, la dirección cubana, una extensa cadena de inútiles que deambulan por los centros sin más cometido que señalar con el dedo y anotarse los méritos sudados por otros. Estos jefes deberían exigir a la contraparte argelina el abastecimiento de los insumos necesarios para el funcionamiento cabal del centro, dado que según los propios convenios son responsabilidad de los argelinos, pero sucede un fenómeno contrario, muy parecido al que ha sucedido en Cuba con la siembra de los hurones: no exigen los medios de trabajo y optan por el látigo benévolo del verbo persuasivo para caer en la mayúscula estupidez de hacer más con menos.

Salas de neonatología sin esterilizar, salones de partos donde los gatos deambulan como personas a la espera de que una placenta fugaz caiga al suelo y le sirva de alimento a sus cachorros, salas de supuesta terapia intensiva donde no se cumplen protocolos de esterilización

Con escaseces todo el año, con instrumental quirúrgico obsoleto y de mala calidad, con equipos viejos que constantemente necesitan remendarse, con exigencias estadísticas cuestionables, amparadas para las cirugías oculares en una clasificación, de mayor o mediana complejidad, hecha por alguien que ni siquiera es médico y mucho menos oftalmólogo, prefieren el silencio cómplice que les garantiza un cargo y sus beneficios a exigir una correcta clasificación basada en estándares internacionales. Pero claro, sería poner en riesgo su interés personal.

Es mucho más sencillo exigirle a un médico que opere con un candil y degradar su profesionalidad porque para esta misión, el doctor, más que una persona, representa un número de prestaciones que luego se convierten en dinero fresco y verde, del que le gusta al régimen. Las condiciones de trabajo son malas, las exigencias altas y el discurso, victimista y pasado de moda, es que ese dinero lo necesita la patria.

En cuanto al PAMI, es el que está en peores condiciones, pues se encuentra repartido por tantos lugares de esta geografía desértica, que en muchas ocasiones el pueblo más cercano donde habita otro cubano está a varias decenas de kilómetros.

Los que trabajan en Oftalmología viven en residencias cerca del hospital y con muy buenas condiciones, pero los que laboran en los demás programas, en concreto los del PAMI, se alojan en viviendas que están muy mal y con una falta total de recursos.

El programa materno infantil es un burdo intento de copia de una atención primaria de salud como la que tenemos en Cuba. A los altos mandos les brillan los ojos de intentarlo, porque significaría más personal aquí y, por ende, más dinero en sus bolsillos. No tienen en cuenta las condiciones precarias a las que someten a los profesionales: salas de neonatología sin esterilizar, salones de partos donde los gatos deambulan como personas a la espera de que una placenta fugaz caiga al suelo y le sirva de alimento a sus cachorros, salas de supuesta terapia intensiva donde no se cumplen protocolos de esterilización y donde el paso constante deja las puertas abiertas a cualquier bacteria.

Los cubanos estamos donde los profesionales argelinos no quieren estar por razones obvias: lugares intrincados, de difícil acceso o de climas hostiles

El sistema de salud público de Argelia es bastante desastroso, aunque reciba mucho dinero. Los buenos profesionales generalmente emigran o se van a la mínima oportunidad al medio privado, donde las condiciones son mucho mejores. Los cubanos estamos donde los profesionales argelinos no quieren estar por razones obvias: lugares intrincados, de difícil acceso o de climas hostiles.

Por lo demás, la mayor parte de la población que es atendida por nosotros es bastante agradecida y no tenemos problemas serios con los compañeros argelinos (todo lo más, algún lío de faldas y celos).

Aunque trabajamos codo con codo con argelinos, debemos adaptarnos a su lentitud. Cuando nuestras manos no son suficientes para salvar una vida, aun a sabiendas de que hemos hecho todo lo posible y los propios familiares nos tocan los hombros y no nos increpan, los cuestionamientos por parte de quienes deberían darnos más aliento se elevan tanto que nos hieren profundamente.

No cuentan las escaseces, no cuenta la morosidad del transporte, no cuenta que hicimos todo lo que pudimos, no cuenta que un hospital deba tener cinco médicos entre ellos tres argelinos, y esas plazas no estén ocupadas, y solo dos de nosotros asumamos todo el trabajo. Simplemente cuenta hacernos sentir peor de lo que ya estamos por no poder ejercer el arte de mantener con vida a alguien.

A todo esto, se dan el lujo de mentirnos como niños y en muchos casos retenernos acá porque no aparece un relevo, como si fuera nuestra culpa, como si estuviéramos condenados a permanecer en el fuego eterno de la explotación.

Dándoselas de estricto y revolucionario, acepta sobornos, por ejemplo, de aquellos en posiciones cómodas que prefieren quedarse más tiempo acá del estipulado por las leyes, en un ejercicio de doble moral

Lo cierto es que ya todos saben lo que es esto y esta misión está lejos de ser el paraíso que pintan. Para colmo de males, y es más que conocido, el salario que ganamos y que nos deben abonar mensualmente nunca está en tiempo y forma. En 2020 nos pagaron solamente cuatro veces con justificaciones absurdas por unos retrasos sin explicación y rodeados de silencios cómplices. Nadie deja de trabajar, de operar, de hacer una guardia y, de la misma manera, nadie debe dejar de comer o de tener aseo personal. Además, te exigen estar comunicado por una línea telefónica que costeas tú mismo. ¿Cómo lo hacemos?

Ahora, un fenómeno nuevo acrecienta nuestros pesares y preocupaciones. Con el cambio monetario, de manera automática y sin conciencia absoluta de los efectos, nuestras cuentas fueron cambiadas de CUC a pesos y aparecen en el horizonte nuevas tarifas astronómicas y en MLC para recoger en Cuba las cajas con los menajes de casa que compramos aquí con nuestro sudor y sacrificio para hacer nuestros hogares un poco más cómodos.

La conclusión más realista que se puede sacar es que esta misión está dirigida por personas profundamente incompetentes, empezando por el jefe máximo, el doctor Reinaldo Menéndez García. Dándoselas de estricto y revolucionario, acepta sobornos, por ejemplo, de aquellos en posiciones cómodas que prefieren quedarse más tiempo acá del estipulado por las leyes, en un ejercicio de doble moral.

Con un discurso siempre jaranero, oculta su desprecio total por nosotros, mintiendo descaradamente y queriendo aparentar normalidad donde no la hay, supuestamente haciendo gestiones para beneficiarnos y que, casualmente, no fructifican, mientras todos sabemos la buena vida que él se da.

La podredumbre humana avanza, y cuando ves tantas miserias humanas juntas te desencantas y, o te unes a eso o decides, como decía Nietzsche, salir del rebaño. Por eso escribo y hago saber lo que aquí es una realidad oculta para el mundo: esta misión es, como dijera Estela Reynolds, una gran caca pintada de purpurina.

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