"No quiero más personas del DTI en mi casa", denuncia una estudiante de Medicina en Las Tunas

Tarifazo

Otra universitaria advierte, ante el avance de la dolarización, que el país "también pertenece a los que no tenemos dólares”

La futura doctora responsabiliza a la Seguridad del Estado de cualquier daño en la salud que su madre sufra debido a estas estrategias de coacción.
La joven responsabiliza a la Seguridad del Estado de cualquier daño en la salud que su madre sufra debido a esta coacción. / Captura de pantalla
14ymedio

13 de junio 2025 - 18:19

La Habana/“No quiero más personas del DTI en mi casa”, suelta de golpe una joven estudiante de Medicina, frente a sus profesores y condiscípulos, con el coraje que solo da estar harta. La escena, capturada en video y viralizada en redes sociales en las últimas horas, ha puesto rostro, nombre y angustia al nuevo capítulo de la represión universitaria en Cuba. 

Anisleydis Reyes, estudiante de la Universidad de Ciencias Médicas de Las Tunas, ya no teme hablar, aunque pudiera perderlo todo. Su delito: levantar su voz contra el tarifazo de Etecsa. La futura doctora denuncia que la policía política ha visitado su vivienda y responsabiliza a la Seguridad del Estado de cualquier daño en la salud que su madre sufra debido a estas estrategias de coacción.

“Es una lástima que estudies seis años para que al final, la especialidad no te llegue”, le soltaron a Reyes

Desde que los precios de los paquetes de datos se dispararon el pasado 30 de mayo, las aulas se convirtieron en trincheras. Los estudiantes protestaron como pudieron: denunciaron la sumisión de sus representantes con cargos en el aparato de control estudiantil, dejaron de ir a clases y colgaron comunicados en las redes. Lo que vino después fue un manual ya gastado de la Seguridad del Estado: advertencias, interrogatorios, manipulaciones, amenazas veladas (o no tanto). “Es una lástima que estudies seis años para que al final, la especialidad no te llegue”, le soltaron a Reyes, mientras la acusaban de cabecilla, de incitadora y de contrarrevolucionaria. 

Pero el perfil de Reyes en las redes sociales no es el de una activista, mucho menos de una opositora. Es una adolescente, como muchas, que comparte fotos en la playa o con amigas, que le gusta leer El Principito y sigue a famosos jugadores de fútbol. Si algo han marcado estas protestas, es que el hartazgo y el enfrentamiento abierto con el poder ya no constituye una rareza ni una excepción, es un sentimiento generalizado entre los jóvenes.  

En los videos que circulan se escucha decir a otra estudiante: “Este país también pertenece a los que no tenemos dólares”. Otra joven cuestiona: “Si nuestro Gobierno incumple sus propias leyes, ¿cómo pretenden entonces reclamarnos cuando nosotros las infringimos?” 

Las presiones no fueron selectivas. Raymar Aguado Hernández, uno de los activistas que apoyó abiertamente las protestas desde La Habana, recibió en su casa una visita poco grata. Fueron a buscarlo, lo montaron en una patrulla y lo llevaron a la estación de Zanja y Dragones. El primer interrogatorio fue tibio, casi burocrático. Luego vino el encierro en un cuarto sin ventanas y una amenaza directa, susurrando el nombre de la cárcel predilecta de la Seguridad del Estado: “Villa Marista te espera”. No firmó el acta. Le quitaron sus documentos. Y le advirtieron que, sin ellos, salir a la calle podría costarle un arresto. 

Aguado, de 24 años, sabe bien lo que eso significa. En 2022 dejó la carrera de Psicología tras sufrir acoso constante de la policía política. Le dijeron que no volvería a pisar un aula oficial en Cuba. Hoy estudia Humanidades en el Centro Félix Varela, publica ensayos, organiza actividades culturales, se mueve en el siempre estrecho espacio del activismo en la Isla. Y aunque ha ganado experiencia, nunca perdió esa vulnerabilidad que da tener al poder midiendo sus pasos. 

El modus operandi es ya conocido: visitas nocturnas, conversaciones “informales” con decanos, amenazas sobre el futuro académico, interrogatorios que empiezan como diálogo y terminan como sentencia. En los pasillos de las universidades hay miedo, pero también dignidad. La indignación por el tarifazo fue la chispa, pero el combustible viene de antes: becas insuficientes, alimentos de mala calidad, apagones constantes, escuchar a sus padres pidiéndoles “hablar bajito” y una sensación de deterioro general imparable a nivel de país. 

Sus reclamos no son solo contra el 'tarifazo'

Los rostros de Aguado y Reyes, en cambio, han logrado atravesar la muralla del silencio. Sus reclamos no son solo contra el tarifazo. Es contra un sistema que convierte a estudiantes en enemigos, que responde a las protestas con vigilancia, que reduce la universidad a un campo de lealtad política.  

En redes sociales, el video ha despertado solidaridad y furia. Muchos recuerdan que no es la primera vez que una protesta estudiantil termina en expedientes cerrados, expulsiones o exilios forzosos. En 2021, el joven David Martínez Espinosa fue expulsado como docente de la Universidad de Ciencias Médicas de Cienfuegos por publicar en plataformas digitales "cuestionamientos en contra del proceso social cubano" y manifestarse "con abierto desafío y crítica” al sistema político. 

Pero lo nuevo de este momento es la sincronía. Las protestas por el tarifazo no fueron un estallido aislado, sino un movimiento que se extendió espontáneamente por todas las regiones del país. Y aunque el Gobierno logró apagar el fuego con el viejo método de la intimidación, algo quedó. Una grieta. Un mensaje. Un teléfono encendido que no pudieron detectar. 

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