La mala organización y el poco personal retrasan el proceso de vacunación en las escuelas

El día empezó con la esperanza de la inmunización pero se fue torciendo con la poca eficiencia y lentitud

La espera comenzaba en la acera, en las afueras del extenso inmueble que se lleva toda la manzana desde la calle Tulipán hasta Lombillo. (14ymedio)
La espera comenzaba en la acera, en las afueras del extenso inmueble que se lleva toda la manzana desde la calle Tulipán hasta Lombillo. (14ymedio)
Luz Escobar

12 de septiembre 2021 - 18:25

La Habana/El tiempo de una jornada laboral, el picor de la piel bajo el sol y las caras largas de los niños cansados de esperar son parte de lo vivido y observado durante el proceso de vacunación de mis dos hijas el pasado viernes. Un día que empezó con la esperanza de la inmunización pero se fue torciendo con la poca eficiencia y lentitud del proceso.

Entre los padres que esa jornada llevaron a sus hijos a vacunarse contra el covid-19 en la escuela José Luis Arruñada, en La Habana, reinaban la incertidumbre y las quejas. Sin embargo, las críticas iban más a los problemas organizativos que a cuestionar la efectividad de Soberana 02, de factura nacional y rodeada de una intensa propaganda oficial.

Las preguntas sobre el proceso incluían desde la forma de acceder al local de vacunación hasta la falta de asientos exteriores, en una jornada marcada por el calor y la incomodidad de una larga espera. No obstante, la fila -lenta y por momentos paralizada- fue el escenario para intercambiar deseos y temores ante un posible inicio de las clases presenciales.

Entre los padres que esa jornada llevaron a sus hijos a vacunarse contra el covid-19 reinaban la incertidumbre y las quejas

Los que llegaron hasta la escuela, del municipio de Plaza de la Revolución, lo hicieron llamados por un aviso que, al igual que a mí, les llegó vía telefónica o a través del grupo de Whatsapp que los padres mantienen con los maestros. En el mensaje nos detallaron horarios por grupo. Todo parecía muy organizado, pero la realidad fue bien diferente.

"Estamos atrasados con el horario porque la vacuna llegó con casi dos horas de retraso", advertían varios profesores nada más que comenzaron a elevarse las primeras quejas. "Vamos lento porque la vacuna le hizo reacción a unos muchachos y tuvimos que parar para atenderlos", explicaban.

Con una sola enfermera vacunando, el proceso se prolongó por horas y en algunos casos, familias con hijos en diferentes grados escolares debieron esperar el tiempo equivalente a una jornada laboral completa para poder regresar a casa con sus dos hijos ya inmunizados con esta primera dosis, de un total de tres que se espera reciban los niños y adolescentes.

Desde temprano en la mañana en la puerta se amontonaron los estudiantes de la mano de un familiar. En la convocatoria, se explicó que era un requisito indispensable ir acompañado de un adulto y también fuimos armados con pomos de agua, las baterías de los móviles cargadas y algo de merienda. En pocas horas ya éramos decenas amontonados frente a la escuela.

En mi caso corrí con suerte, porque mis dos hijas, la pequeña que cursa el sexto grado y la más grande que está en octavo, estaban citadas para el mismo día

La espera comenzaba en la acera, en las afueras del extenso inmueble que se lleva toda la manzana desde la calle Tulipán hasta Lombillo, un colegio gestionado hace más de medio siglo por los católicos Hermanos de La Salle y que desde hace años alberga una escuela primaria y otra secundaria, rodeadas por un área deportiva venida a menos.

En mi caso corrí con suerte, porque mis dos hijas, la pequeña que cursa el sexto grado y la más grande que está en octavo, estaban citadas para el mismo día. Pero no iba a ser fácil porque a pesar de ir juntas tenían que inmunizarse por separado, cada una en el momento en que le tocará a su grupo docente. Así que después de esperar llamaron a la menor y, aunque intenté convencer a la maestra de inyectar a ambas, mis palabras no la persuadieron y la mayor debió quedarse fuera, sentada en un muro.

A pesar del tropiezo, estábamos aliviadas porque habíamos logrado vencer el primer obstáculo y entrar a la escuela. Ya en la sombra y justo después de pasar el umbral de la puerta una señora tenía la tarea de poner en cada mano un chorro de agua con cloro, un saco sucio salpicado también de ese líquido hacía la función del "paso podálico". En una de las aulas habían improvisado una sala de espera con sillas colocadas a metro y medio de distancia.

Cuando entramos al vacunatorio, la enfermera esperaba a los muchachos en una esquina del salón donde tenía todo listo sobre una mesa mientras a su lado otra enfermera se ocupaba de registrar el lote y confeccionar la tarjeta de vacunación. Pero antes había que pasar por otra mesa con una doctora que tomaba la temperatura a los estudiantes y les hacía algunas preguntas: ¿Eres alérgico a algún medicamento? ¿Padeces de alguna enfermedad? ¿Has tenido covid recientemente? ¿Estás tomando antibióticos?.

Después de responder, ya era solo dar unos pasos hacía donde estaba la enfermera y recibir la inyección. Nos tocó esperar a que terminara con otro niño, el padre sacó el celular para tomar una fotografía y ella le dijo: "puedes pero que yo no salga por favor". "No te preocupes, es para el abuelo que no quiere perderse este momento", respondió.

Mi pequeña tomó asiento y le pusieron su primera dosis de Soberana 02 que será completada luego con una segunda, dejando pasar 21 días entre cada una de ellas y una tercera que es con Soberana Plus. Ahora tocaba una hora de espera en el comedor de la escuela, para monitorear su estado tras ser inmunizada.

A pesar del tropiezo, estábamos aliviadas porque habíamos logrado vencer el primer obstáculo y entrar a la escuela

Era casi mediodía y a la otra niña ya se le había pasado el horario indicado en el mensaje de convocatoria. Un profesor advirtió que tuvieron que parar el proceso "porque a unos niños les había subido la presión arterial". Así que mi hija menor y yo salimos de la espera reglamentaria y nos fuimos para otra cola donde estaban los estudiantes de secundaria.

Nada se había movido, el reloj marcaba las 12 y ni un solo estudiante de octavo grado se había vacunado.

Por supuesto que la cola de estos adolescentes no se parecía a la de los muchachos pequeños que venían de la mano de sus padres. Se reunían en grupos para conversar mientras sus padres hacían la cola y claro que cada saludo estaba mediado por un abrazo y un beso: ¿Quién controla la euforia y la algarabía de estudiantes de 13 y 14 años que llevan meses sin verse en persona?

Pero las tres estábamos hambrientas y cruzamos Tulipán para merendar en una cafetería que está justo en un costado de la escuela. Aunque nos demoramos, al regresar el panorama era el mismo. A las dos y media comenzaron a organizar la cola para los estudiantes de octavo grado y al poco rato le tocó a mi hija porque era de las primeras.

El proceso fue casi el mismo, a diferencia de que ahora no nos permitían pasar al comedor para acompañarlos durante la hora de observación. "Pero y eso por qué, el objetivo de que vengan con sus padres es ese, que los acompañemos, ellos no se van a quejar así que hay que estarlos vigilando por si se sienten mal", protestó una madre pero la maestra al frente fue intransigente: "Ustedes tienen que esperar afuera".

Hablando luego con otras madres pude escuchar historias bastante similares: retraso en la llegada de las vacunas, poca organización y, de manera general, lentitud en el proceso

Cuando pasó la hora, nos fuimos a casa y al salir vimos que todavía afuera quedaban decenas de estudiantes esperando bajo el sol inclemente de septiembre. El proceso que debió ocurrir en una mañana se alargó hasta entrada la tarde, ampliando innecesariamente la interacción física entre los muchachos.

Después de la vacuna, la única queja que ha llegado de las niñas, sobre todo de la pequeña, es un dolor fuerte en el brazo. Fuimos a ver a la doctora, pero ella advirtió que eso es normal y que los signos de alarma eran más bien si había enrojecimiento del brazo o si se ponía muy dura la zona donde recibió la inyección.

Hablando luego con otras madres que también pasaron este viernes por el mismo proceso, pude escuchar historias bastante similares: retraso en la llegada de las vacunas, poca organización y, de manera general, lentitud en el proceso. "Lo peor es que todavía debemos pasar por esto dos veces más y no creo que será diferente", comentó con pesimismo una. "Para la próxima hay que llevar sombrilla, un banquito y más agua fría", apuntó.

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