La pala contra el monstruo de la basura en La Habana
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Con cada movimiento, las pestes se revuelven y la fetidez se cuela por las persianas de un edificio cercano
La Habana/Era miércoles y, en la esquina de Factor y Conill, dos trabajadores de Comunales se enfrentan a un enemigo que ya parece mitológico: una de las tantas montañas de basura de La Habana, esta vez en Nuevo Vedado. Armados con palas, tratan de reducir lo que los contenedores azules ya no pueden contener: bolsas reventadas, cartones húmedos, restos de comida y hasta una vieja chancleta que asoma entre las moscas.
El camión, con más años que los propios empleados, aguarda con la compuerta abierta como una boca cansada. Uno de los hombres suspira antes de echar otra paletada pero el amasijo de desperdicios apenas se reduce sobre el asfalto. “Está duro esto”, dice, mientras el otro intenta espantar las moscas que zumban entre los desechos. A pocos metros, la puerta de un almacén, donde se guardan los alimentos que van al mercado racionado, permanece abierta.
La escena atrapa por la pose cansada de los trabajadores y los colores contrastados que imprime la luz solar a los desechos, pero el hedor se roba el protagonismo. Con cada movimiento de la pala las pestes se revuelven y la fetidez se cuela por las persianas de un edificio cercano. Algunos vecinos miran resignados desde los balcones y se convencen de que el monstruo ha vencido, de que, al estilo de las bestias fantásticas, poco después de que recojan algunos metros cúbicos de despojos, los tentáculos de la mugre volverán a brotar y a crecer.