Las plagas en el Archivo de Trinidad afectan las peticiones de nacionalidad española

Los empleados de la institución relatan a la prensa oficial el calamitoso estado del registro

Las goteras caen sobre los documentos sin que existan materiales para reparar el techo o las grietas en las paredes
Las goteras caen sobre los documentos sin que existan materiales para reparar el techo o las grietas en las paredes / Escambray
Juan Izquierdo

21 de marzo 2024 - 20:42

La Habana/Los empleados del Archivo Histórico de Trinidad, en la provincia de Sancti Spíritus, aún no saben quién robó la valiosa correspondencia del año 1898 entre Máximo Gómez y el general Lino Pérez, o quién va a limpiar el excremento de murciélago que se acumula en sus instalaciones. El deterioro del edificio ha pasado a mayores y, entrevistados por la prensa oficial, han jugado su última carta: recordarle al Gobierno que, sin los papeles que allí se guardan, será imposible para cientos de cubanos documentar su ascendencia española. 

El periódico asegura haber entrevistado a varios espirituanos cuyos trámites “han sido frustrados” por el pésimo estado del registro. Varios, dice, no han podido “validar parentescos y otras cuestiones fundamentales”, por lo que les será imposible obtener la ciudadanía de sus antepasados.

Las necesidades del Archivo están claras desde hace años, pero su director, Alberto Entenza, vuelve a enumerarlas. Quieren “con urgencia mejorar la infraestructura, disponer de mobiliario nuevo y contar con los medios para digitalizar los fondos, dígase escáner, cámaras fotográficas, computadoras y discos duros para el almacenamiento”, explicó a Escambray

Los documentos –acumulados allí desde 1724– están expuestos al aire y la luz, "hacinados" por la falta de espacio en los anaqueles, con las páginas rotas o dobladas

Entenza se fotografió abrazando una de las estanterías “totalmente inapropiadas” del Archivo, confeccionada con cabilla y bagazo, y con apariencia de un almacén de víveres. Sin protección alguna, los documentos –acumulados allí desde 1724– están expuestos al aire y la luz, “hacinados” por la falta de espacio en los anaqueles, con las páginas rotas o dobladas.

Seleccionando con cuidado las expresiones para no subir demasiado el tono, sus subalternos fueron más específicos. Aludieron al comején que lleva años diezmando los papeles, a la humedad del edificio –un antiguo inmueble colonial, inadecuado para conservar documentos en su estado actual–, al “ataque de insectos, hongos y bacterias” que dañan también su salud y a la excesiva manipulación de los folios. 

Además, se producen filtraciones cuando llueve. Las goteras caen sobre los documentos sin que existan materiales para reparar el techo o las grietas en las paredes. En la misma situación están el archivo parroquial –que depende de la Iglesia católica– y los archivos de otras instituciones culturales.

Los empleados claman por la atención de los “ciudadanos en general”, pero subrayan que son las autoridades quienes deben desembolsar el dinero suficiente y “encender los botones de alarma” ante la situación. De lo contrario, el Archivo “está condenado a desaparecer”, urgió el propio Escambray

"Existen textos con tal grado de deterioro que ya resulta imposible su consulta", lamenta una de las trabajadoras del centro

Otro problema es la digitalización de los documentos, por ahora imposible. “Existen textos con tal grado de deterioro que ya resulta imposible su consulta”, lamenta una de las trabajadoras del centro. Lo poco que hay disponible para consulta digital se lo deben al Instituto Cubano de Historia, que fotografió varios documentos relacionados con la esclavitud del siglo XIX en Trinidad. 

Sin embargo, alega, “la documentación es tratada con sumo cuidado y ética”. Una fotografía de la sala de lectura la contradice. En la imagen, tres personas hojean libros antiguos sin guantes ni medidas de seguridad, en un salón –con la pintura desconchada y frente a un viejo ventilador– claramente inapropiado para el manejo de papeles históricos. 

El Archivo guarda una amplia hemeroteca de la época colonial y republicana, los libros de bautismos, matrimonios y defunciones de la villa, además de las papelerías de varios próceres y políticos. “Toda la información de la población en esa época se recoge en estos fondos. “Con quiénes se casaban las personas, cuántos hijos tenían, la composición racial, las causas de la muerte y hasta cuando había epidemias”, describe otro trabajador. 

El Centro de Documentación Manolo Béquer –un archivo público de menor envergadura, ubicado en el Palacio Brunet– tiene problemas similares. En él, los periódicos antiguos “ya no se pueden ni tocar” y los lomos de los libros “están comidos por algún tipo de insecto”, afirma la especialista Darisley Barrios. Celebró que “hace unos días se realizara una fumigación”, en un espacio también afectado por “ácaros y guano de murciélago”. 

"Las condiciones climatológicas nos afectan mucho, no contamos con equipo de climatización ni con los medios tecnológicos para la digitalización"

De la debacle no se salvan ni los museos que exaltan al castrismo, como el de la Lucha contra Bandidos, donde están los papeles “desclasificados” y alguna vez secretos de los primeros años de la Revolución de 1959. “Los desclasificados se encuentran bien”, explicó un directivo, “gracias al Proyecto San Francisco”, de corte artístico y que recibió el visto bueno del Gobierno para reparar las estanterías.   

“Las condiciones climatológicas nos afectan mucho, no contamos con equipo de climatización ni con los medios tecnológicos para la digitalización. Estamos hablando de uno de los centros fundamentales en la historia de nuestro país y con carácter nacional”, argumentó. 

La excepción, en Trinidad, es la Casa Malibrán, que cuenta con dinero de la Oficina del Conservador de la Ciudad –que disfruta de la tutela de La Habana desde la administración de Eusebio Leal– y financiamiento de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo. El edificio, aplaude Escambray, “muestra lo que se puede hacer con recursos, tecnología y preparación del capital humano”, además de “condiciones óptimas de climatización” de las que carecen los demás archivos locales. 

Las fotos son mucho más elocuentes para ilustrar el desastre del patrimonio trinitario que los testimonios de los trabajadores del sector. En una de las imágenes, sobre los mapas quebradizos del siglo XVIII y las actas capitulares ennegrecidas por el óxido, cuelga un cartel cuya ironía se cuenta sola: “Documentación sensible”.

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