La silla del represor
"Deseo que la libertad de prensa alcance a todos los medios actualmente censurados en esta Isla"
La Habana/Hay una silla de madera desvencijada y sucia. Solo sería un objeto deteriorado en la entrada de mi edificio, en La Habana, si no fuera porque representa el poder. Se trata de un baluarte, de la atalaya desde la que con frecuencia me vigilan para impedirme salir de mi casa a ejercer el periodismo. En este día mundial de la libertad de prensa, ese asiento raído es una declaración de guerra.
Cuando este domingo la agente de la Seguridad del Estado que vigila mi edificio me dijo "Luz, no puedes salir" ya sabía que iba a repetirse otra jornada de prohibiciones para evitar que ponga por escrito la cotidianidad de esta Isla. “No me temen a mí, le temen a la realidad”, me dije para evitar acalorarme con la represora, simple instrumento de algo más grande.
En las largas horas que estos agentes de la policía política aguardan en los bajos de mi casa nunca los he visto leer un periódico, revisar una revista, escudriñar un libro. Solo, de vez en cuando, se sumergen en sus teléfonos móviles y sus pantallas delatan que están inmersos en las redes sociales, esas mismas que sus jefes les aseguran que son “instrumentos del imperio para acabar con la Revolución”.
Cuando este domingo la agente de la Seguridad del Estado que vigila mi edificio me dijo "Luz, no puedes salir" ya sabía que iba a repetirse otra jornada de prohibiciones
Pero no leen prensa, o al menos eso parece. Allá abajo sirven de barrera para que un reportero no salga de su casa a desandar las calles y buscar una noticia, pero tampoco es que tengan un buen argumento informativo con el que responder. Son huérfanos de una prensa libre pero ni siquiera lo saben, ven al periodista como enemigo sin entender muy bien qué hacemos.
Deseo que la libertad de prensa alcance a todos los medios actualmente censurados en esta Isla y que mis hijas puedan ir un día al estanquillo de la esquina a comprar el periódico que mejor les parezca. También quiero que quien me vigile sepa al menos de qué se trata la libertad para decidir leer una información u otra. O mejor aún, que no haya nadie sentado en esa silla, desvencijada y sucia, que hoy representa para mi una mordaza.
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