Con la pandemia, la producción de licor clandestino se ha duplicado en Cuba

Armando vive bien gracias a la elaboración de 100 litros mensuales de warfarina en su propia casa

En la actualidad, un tercio de un litro de warfarina en Holguín cuesta unos 40 pesos. (Cubanet)
En la actualidad, un pomo de un tercio de litro de warfarina en Holguín cuesta unos 40 pesos. (Cubanet)
Fernando Donate Ochoa

13 de marzo 2021 - 12:02

Holguín/El fuerte olor a azúcar y alcohol inunda la estancia, una oscura habitación sin ventanas. Armando se mueve ágil y seguro alrededor del enorme tanque plástico, de 55 galones, que expele gases de destilación de licor y que logró instalar en su hogar de manera clandestina. Hace tanto calor que tiene que secarse el sudor de su frente a cada instante, casi como si fuera un reflejo.

Armando, que pide reservar su apellido para hablar sobre su trabajo ilegal, tiene 43 años y produce lo que en Holguín se llama warfarina, un ron casero y de baja calidad, que en otras partes de Cuba es conocido como alcohol de reverbero, mofuco, chispa e' tren, champán de hamaca, espérame en el suelo o bájate el blúmer.

Los gases que se acumulan en ese estrecho espacio son tan volátiles que los visitantes deben tener una precaución extrema porque cualquier descuido podría provocar una explosión.

El negocio, aunque existe desde hace décadas, está reviviendo durante la pandemia por las restricciones sanitarias y la crisis económica

El negocio, aunque existe desde hace décadas, está reviviendo durante la pandemia por las restricciones sanitarias y la crisis económica.

En la actualidad, un pomo de un tercio de litro de warfarina en Holguín cuesta unos 40 pesos (1,6 dólares) y el de tres cuartos de litro, unos 100 pesos (4 dólares). No existe en el mercado un licor a precios tan bajos.

La desaparición de licores baratos de las tiendas de algunas ciudades ha sido aprovechada por los fabricantes de licor clandestino. "Llevo casi diez años haciendo y vendiendo warfarina y este año (2020) ha sido el mejor para mi negocio", dice Armando. "Es un trabajo agotador y arriesgado, pero me deja beneficios".

Según sus cálculos, desde que comenzó la pandemia, la venta de su producto se ha duplicado y ya no da abasto para satisfacer la demanda.

En un momento en el que la producción azucarera está a la baja y las empresas estatales –que tienen el monopolio de la producción de licores– centran sus esfuerzos en obtener divisas exportando ron a grandes transnacionales como Diageo y Pernod Ricard, el alcohol que consumen los cubanos de menos recursos sí escasea.

El consumo en aumento de licor clandestino constituye un problema de salud. Una enfermera del policlínico Julio Grave de Peralta confirma que durante los meses de pandemia se ha incrementado la atención a personas que sufren males asociados al alcoholismo.

"El deterioro de la salud de estos pacientes tiene que ver con la ingestión de bebidas alcohólicas hechas en casa que no son aptas para el consumo humano", dice la especialista, que pide mantener el anonimato.

"El deterioro de la salud de estos pacientes tiene que ver con la ingestión de bebidas alcohólicas hechas en casa que no son aptas para el consumo humano"

En este escenario se teme que aumenten las probabilidades de un desastre, como el ocurrido en 2013 en el municipio de La Lisa, en La Habana, cuando una intoxicación masiva por ingesta de licor clandestino causó la muerte de al menos siete personas y dejó decenas más hospitalizadas.

"Existen las condiciones para que un hecho parecido vuelva a ocurrir", afirma un sanitario del policlínico René Ávila, de Holguín, quien también reserva su nombre por temor a ser despedido. "La venta del licor clandestino ha aumentado por la escasez de bebidas alcohólicas".

Aunque las autoridades provinciales aún no se han referido a la escasez de alcohol en Holguín, su carencia es obvia. Muchos de los bares y cantinas que antes ofertaban licores a tres pesos el trago (unos diez centavos de dólar) hoy están cerrados.

Los que permanecen abiertos son los de más categoría, orientados al turismo y a la población con más ingresos, donde una bebida suele costar alrededor de 20 pesos (casi un dólar), el diez por ciento de un salario mensual en Cuba.

Los comercios estatales, que solían poner a la venta bebidas alcohólicas baratas como los rones Bariay y Pinilla y que se vendían a 57 pesos la botella (poco más de dos dólares), hoy lucen desabastecidas.

En contraste, en las tiendas en moneda libremente convertible (MLC) es posible encontrar desde vino chileno a whisky irlandés, a precios que van desde los siete a los 26 dólares.

"No hay ron en Holguín entero", dice Gonzalo Martínez, cliente habitual de un concurrido bar en el que una botella de ron solía costar 31 pesos (1,3 dólares) y ahora está cerrado por desabastecimiento.

En las tiendas en MLC es posible encontrar desde vino chileno a whisky irlandés, a precios que van desde los siete a los 26 dólares

En la misma situación está Cubanito, entre las calles Mártires y Maceo. Hasta allí ha llegado Ramón Quiroga en una bicicleta, en cuyo cesto lleva un pomo de plástico vacío.

"He recorrido todo Holguín y no he encontrado ron", dice, y confiesa haber tomado recientemente "un poquito" de alcohol de 90 grados de uso sanitario. "No pude resistir la tentación y me lo tomé".

Tradicionalmente, el abastecimiento de ron de baja calidad no había sido tan problemático como el de otros productos. Al igual que el tabaco, el licor, que es exclusivamente producido por el Estado, no necesitaba ser importado. Sin embargo, su elaboración depende de un insumo que ha dejado de ser tan abundante como en el pasado: el azúcar.

En los últimos tiempos la zafra ha rondado los 1,2 millones de toneladas y, para este año, las previsiones son peores. En diciembre pasado, representantes de la industria azucarera anunciaron que debido a la falta de insumos solo se había logrado sembrar un 76% de la caña prevista para la cosecha de esta temporada.

A su vez, el país ha aumentado sin cesar la exportación de rones de calidad como el Havana Club que, como han asegurado las autoridades, se ha convertido en una actividad "estratégica" por su capacidad de generar divisas.

Entre 2016 y 2019 la exportación de licores creció un 20% en volumen y un 54% en valor, según los datos oficiales de la Oficina Nacional de Estadística e Información.

Los perjudicados de esta estrategia son los consumidores cubanos de bajos recursos, que ahora están viviendo una situación similar a la que se dio en 1968 cuando, durante la Ofensiva Revolucionaria, Fidel Castro ordenó nacionalizar prácticamente todos los negocios privados, entre los que se encontraban los bares.

Los perjudicados de esta estrategia son los consumidores cubanos de bajos recursos, que ahora están viviendo una situación similar a la que se dio en 1968

Quiroga recuerda cómo en aquellos años el único licor que se ingería era el llamado "alcoholite", un desinfectante que se utilizaba en los centros de salud.

Antes de convertirse en productor de licor clandestino Armando tuvo empleos estatales mal pagados como vigilante de seguridad. Ahora mantiene una licencia como albañil por cuenta propia para guardar las apariencias, pero vive gracias a la elaboración de unos 100 litros mensuales de warfarina y, aunque prefiere no revelar cuánto gana, la casa en la que vive y sus electrodomésticos son un indicativo de que obtiene buenos dividendos.

Su labor comienza con la obtención de los insumos, el azúcar principalmente, que debe ser conseguida en el mercado negro, lo que añade aún más riesgo a una actividad ya de por sí ilegal. Actualmente, su precio en el mercado informal asciende a 40 pesos la libra (1,6 dólares), lo que reduce considerablemente los márgenes de beneficio.

Además, también se necesita algún producto que active la fermentación, como levadura o, si no se encuentra, heces humanas. "La caquita de niños menores de un año es la mejor porque su pH (nivel de acidez) es alto y esto acelera el proceso", explica.

Después, el producto se traslada a otro recipiente metálico que tiene adaptado un serpentín ―un tubo en forma de espiral― donde se produce la destilación y, finalmente, el alcohol se envasa en pomos plásticos de 20 litros para facilitar el traslado a los puntos de venta que son, normalmente, otras casas de la ciudad para que a las autoridades les sea más difícil detectar la ubicación de la fábrica.

Como nunca se puede determinar con precisión la graduación alcohólica de la bebida, algunas personas se refieren a ella como "analfabeta", explica Armando.

La actividad está perseguida por suponer un riesgo sanitario, además supone un desafío al monopolio que posee el Estado sobre el comercio minorista.

Otro vendedor de licor clandestino, que solicitó anonimato por temor a represalias, relata cómo recientemente un colega sufrió la incautación de sus productos en un operativo policial. "Le decomisaron todo. Se descuidó porque vendía la warfarina en su propia casa".

"Le decomisaron todo. Se descuidó porque vendía la warfarina en su propia casa"

Pero los riesgos, físicos o económicos, no detienen a la mayoría de quienes se dedican a esta actividad. Saben que sus clientes nunca desaparecen, menos aún en un momento de escasez como el que atraviesa Cuba.

En la esquina de las calles Maceo y Agramonte, dos hombres sentados en la acera comparten la bebida que contiene un pomo plástico. Visten ropas sucias y harapientas. Uno está descalzo y el otro lleva unos zapatos rotos. Las barbas tupidas que cubren sus rostros ocultan el movimiento de los labios. El tono aguardentoso de sus voces matiza sus palabras.

"Yo no te puedo decir qué estamos tomando", dice uno de ellos antes de tragarse un buche. "A mí me da lo mismo un ciquitraque (un tipo de petardo) que una bomba. Yo soy fuerte y esto no me va a matar, ya he enterrado a 59 amigos y aquí estoy vivo. A mí no me entra el coronavirus".

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