Quiso ser músico y terminó limpiando cazuelas
Cuba
Jorge Joan Beltrán lleva 20 años puliendo calderos para darles una nueva vida
Guanabacoa (La Habana)/“Mi técnica a nadie yo se la enseño, estas son cuchillas especiales”. Jorge Joan Beltrán habla con detalle y orgullo del trabajo que desempeña desde hace 20 años: limpiar cazuelas. Sentado en la puerta de su casa, en la calle Venus, del municipio habanero de Guanabacoa, junto a Heydi Rodríguez, su pareja desde hace un lustro, presume de los artilugios recién pulidos, apilados y relucientes.
Mientras con una cuchilla va desencrustando la grasa de una sartén, negra por fuera y por dentro, el hombre va contando su historia. Comenzó en el oficio por necesidad, pero ahora le apasiona. “Me gusta hacerlo bien”, decreta.
“La gente inventa echándole líquido a las cazuelas y es pura química”
No cualquiera sabe ni le pone interés. “La gente inventa echándole líquido a las cazuelas y es pura química”, refiere, explicando cómo se estropean los calderos. Heydi abunda: “Lo mismo le echan desincrustante, que desengrasante, que sosa cáustica, y todo eso es lo que come el material”.
Otros lo limpian “con candela”, una técnica que hay que manejar con conocimiento: “Tienes que saber el tiempo específico, porque si no, la cazuela se parte”.
¿Deja mucho este oficio? “Da para el diario”, responde Jorge Joan, “en la comida se nos va todo”. Para completar, chapea y pinta casas e iglesias.
Tanto Jorge Joan como su mujer muestran, pese a todo, un compromiso fiero con el trabajo. “Las personas se dedican a esto deben hacerlo porque les guste su profesión, porque les guste hacer el trabajo. No es hacerlo por adquirir dinero. Es preferible hacer bien el trabajo, y no perder clientela, que ganarse el dinero a lo fácil y perder clientes”, dice ella.
Heydi también cuenta cómo, por ser débil visual, a su pareja “no le quieren dar trabajo en ninguna parte”. En Asistencia Social, denuncia, no le dan nada, e incluso “se burlan de su impedimento”. A veces, asegura, “vamos a la farmacia y no encontramos las gotas de sus ojos”.
El hombre tiene que tener cuidado, por esto mismo, al limpiar las cazuelas. “Lo que no me puede es caer mucho el polvo, porque después se me nubla mucho la vista”, indica Jorge Joan.
“Las personas se dedican a esto deben hacerlo porque les guste su profesión, porque les guste hacer el trabajo”
Debido a un accidente, tiene una prótesis en un ojo y en el otro ve con mucha dificultad. Logra resolver con sus espejuelos, aunque están casi despedazados por el uso. “Los espejuelos ya están pa’ cambio, pero no hay”, dice tomándoselo con filosofía, mostrando los cristales amarrados precariamente a la montura con cintas adhesivas.
Jorge Joan, natural de Playa, relata también que pudo ser baterista. Su abuelo le enseñó, y él tocaba y estudiaba. Pero lo dejó. “No tenía que haberlo dejado”, parece lamentarse por un segundo. Y enseguida se repone, señalando la pila de calderos de cocina por los que dejó la música: “Pero esto me gusta y le tengo tremendo amor a este trabajo”.