'Rebelión en la granja' sigue prohibido en Cuba por ser un espejo incómodo para el régimen
Totalitarismo
El arsenal represivo implantado en la Isla, eficaz pero primitivo, encarna de forma casi literal la maquinaria descrita por George Orwell hace 80 años
Madrid/En 2016, en plena Feria Internacional del Libro de La Habana, la editorial estatal Arte y Literatura puso sobre la mesa 1984, de George Orwell. El gesto venía envuelto en un prólogo del historiador oficialista Pedro Pablo Rodríguez que funcionó como hoja de ruta para “leer correctamente” al escritor británico en Cuba. Allí se definía la publicación como una “empresa editorial seguramente polémica” destinada a “activar un debate intelectual”. Sin embargo, jamás se han atrevido a publicar Rebelión en la granja.
La novela 1984 pudo circular tímidamente en la Isla porque el régimen creyó que había logrado “domesticarla” a través de prólogos y lecturas oficiales que la presentaban como una advertencia genérica sobre la vigilancia y los totalitarismos en abstracto, pero sin aludir directamente al sistema cubano. Granma repitió las líneas del prólogo, pero se cuidó de no establecer paralelos con la estructura de poder doméstica. El libro se anunciaba, se vendía y se comentaba, pero con barandas interpretativas.
'Rebelión en la granja' dispara de forma demasiado directa hacia la panza de una Revolución que prometía igualdad y terminó instaurando una casta privilegiada
En cambio, Rebelión en la granja dispara de forma demasiado directa hacia la panza de una Revolución que prometía igualdad y terminó instaurando una casta privilegiada. El parecido con la burocracia y el generalato verde olivo es tan evidente que hasta ahí llega el “atrevimiento” de las editoriales cubanas.
En esta novela satírica no caben prólogos neutralizadores. Los cerdos que cambian las reglas y se convierten en nuevos amos resultan imposibles de reinterpretar sin que salte a la vista el paralelismo con Fidel y Raúl Castro, Miguel Díaz-Canel o Manuel Marrero Cruz. Por eso el Estado se atreve a gestionar la lectura de 1984, pero teme perder el control con Rebelión en la granja, cuyo simbolismo desnuda la lógica del poder cubano sin margen para el maquillaje ideológico.
El 17 de agosto de 1945, en un Londres exhausto por la guerra, la editorial Secker & Warburg publicó aquella fábula breve y feroz: Animal Farm. Orwell había conseguido, tras varios rechazos, poner en circulación una sátira que desnudaba la corrupción del poder nacido de la Revolución Rusa y la posterior era estalinista en la Unión Soviética. Ocho décadas después, Rebelión en la granja sigue siendo un espejo incómodo para cualquier régimen que se proclame redentor mientras refuerza su propio privilegio.
En las universidades, los alumnos más curiosos debían cerciorarse de ocultarlos muy bien debajo del colchón
Aunque en la Isla el nombre de Orwell nunca desapareció de la conversación –casi siempre a media voz–, la circulación de sus libros fue durante décadas clandestina. Sus obras circularon de mano en mano, en fotocopias y memorias flash, mientras el Estado editorial las ignoraba o las tachaba de “propaganda enemiga”. En la Aduana, era común que cosfiscaran los ejemplares como si se tratara de objetos peligrosos. En las universidades, los alumnos más curiosos debían cerciorarse de ocultarlos muy bien debajo del colchón.
La Bibliografía Cubana 1959–1962 de la Biblioteca Nacional José Martí –compilación de lo “más fundamental” editado en los primeros años del castrismo– no reseñó 1984 ni Rebelión en la granja pese a que una editorial privada, Librerías Unidas, las publicó entre 1960 y 1961, antes de que el Gobierno se declarara socialista. La omisión documenta el filtrado ideológico de la memoria impresa desde el mismo origen de la Revolución.
Desde finales de los noventa hay partes de incautaciones de libros considerados “contrarrevolucionarios”, mientras los portavoces oficiales aseguraban, de cara al turismo cultural, que “en Cuba no hay libros prohibidos”. La contradicción entre discurso y práctica –un clásico del orwellismo criollo– queda registrada en cientos de testimonios.
'El Sexto' fue a prisión por intentar soltar en La Habana dos cerdos pintados de verde con los nombres Fidel y Raúl, inspirados explícitamente en la novela
El caso del artista Danilo El Sexto Maldonado condensó el valor explosivo de Rebelión en la granja en plena calle. En diciembre de 2014, antes de lograr soltar en La Habana dos cerdos pintados de verde con los nombres Fidel y Raúl, inspirados explícitamente en la novela, fue detenido y pasó meses en prisión sin juicio, bajo acusaciones de “desacato” y “ofensa a los líderes”. La performance nunca llegó a ocurrir; la censura preventiva se impuso a la obra.
La censura cubana, aunque feroz y constante, nunca alcanzó la sofisticación tecnológica y algorítmica que imaginó Orwell en 1984 ni la que hoy despliega China con su sistema de vigilancia digital. En la Isla no existe un Gran Hermano con cámaras en cada esquina ni un ejército de algoritmos monitoreando cada clic en la red. Lo que predomina es la represión a la vieja usanza, la vigilancia física de la Seguridad del Estado, el batallón rústico de ciberclarias y el bloqueo de páginas web mediante filtros rudimentarios.
El Estado cubano controla, pero lo hace con herramientas más cercanas al apagón eléctrico y la amenaza policial que al perfeccionado panóptico digital. Su arsenal represivo es eficaz, pero primitivo comparado con el modelo chino, que encarna de forma casi literal la maquinaria orwelliana de 1984.
Cuba se parece más a la granja que describió Orwell que al superestado de '1984'
En cambio, Rebelión en la granja se ajusta con crudeza a la realidad cubana. Allí no hay tecnologías futuristas ni sistemas de vigilancia omnipresentes, sino un relato campesino, de establos y mandamientos pintados en una pared que se reescriben al antojo de los líderes.
Cuba, con su precariedad material y su insistencia en el sacrificio colectivo en nombre de una revolución traicionada, se parece más a la granja que describió Orwell que al superestado de Oceanía. Los cerdos que se apropian de la revolución y terminan bebiendo whisky, engordando y durmiendo en camas son metáforas que encajan a la perfección con una élite cubana que, tras décadas de austeridad predicada, vive en barrios exclusivos, con privilegios vedados al resto de la población.
Birán, donde nació Fidel Castro, evoca con ironía el escenario de la novela
No es casual que la finca de Birán, donde nació Fidel Castro, evoque con ironía el escenario de la novela. Un entorno rural convertido en mito fundacional de la Revolución: la finca personal de los Castro. El totalitarismo cubano no se presenta con pantallas de control ni con una neolengua refinada, sino con la rusticidad de un modelo campesino que, sin embargo, logró someter a toda una nación.
Rebelión en la granja muestra el pasado agrario convertido en presente interminable. Y es esa tosquedad, ese ejercicio brutal de dominio en nombre de la igualdad, lo que hace que la fábula orwelliana sea una radiografía mucho más precisa del castrismo que la distopía tecnológica del Gran Hermano.