"En línea con la Revolución cubana", las ruinas de la pizzería Lisboa buscan un redentor privado

El edificio se ha convertido en la madriguera de los borrachos y noctámbulos del barrio

La Lisboa fue cerrada durante la pandemia, aunque no sabe si la clausura se debió a las restricciones sanitarias. (14ymedio)
La Lisboa fue cerrada durante la pandemia, aunque no sabe si la clausura se debió a las restricciones sanitarias. (14ymedio)
Juan Diego Rodríguez

22 de noviembre 2023 - 14:19

La Habana/Con pocos muros en pie y trozos de escombros por todas partes, la antigua pizzería Lisboa, en el municipio habanero de Playa, ha pasado de ser un restaurante popular a una absoluta ruina en muy pocos años. Los vecinos, que han presenciado la debacle del local estatal, convertido en madriguera de borrachos y noctámbulos, rezan por que los restos del edificio caigan en manos de algún privado antes de que las pocas columnas que lo sostienen acaben por ceder.

"Hace un tiempo que todo eso está abandonado", cuenta a 14ymedio Reina, una vecina de la cuadra, que recuerda que hace unos cuatro o cinco años la pizzería todavía recibía a su clientela. Según calcula, la Lisboa fue cerrada durante la pandemia, aunque no sabe si la clausura se debió a las restricciones sanitarias. "Ahora solo sirve de punto de referencia. Al que me pide direcciones le digo que coja por esa cuadra donde todo está desbaratado. Ninguno se pierde", asegura.

Debajo de unos almendros y unas palmas que proporcionan sombra de día y refugio de noche, la pizzería se ha convertido, refieren los vecinos, en un "baño público". "En la última hora he visto a tres pegarse a la pared y orinar, incluyendo a ese", dice Reina mientras señala a un hombre que parquea su motorina, se acerca con parsimonia al muro y "desenvaina".

La Lisboa, lamenta, tampoco ha escapado a las garras de los "carroñeros", como llama la habanera a quienes, sin ser vistos, han ido descascarando las paredes del restaurante hasta dejarlo en "ladrillo vivo". "Se han llevado las puertas, ventanas, cabillas, todo lo que han podido cargar. Hasta las paredes han perdido grosor porque le han arrancado los ladrillos", lamenta.

"Cuando vieron lo que pasaba las autoridades pusieron unas rejas mal hechas para que la gente no terminara derrumbando la pizzería". Unas vallas "bastante rústicas" de cabillas es lo único que separa el interior del restaurante de quien pasa por la calle. Dentro, entre los escombros, se distinguen restos de ventanales y repello, además de sacos de gravilla y unos pocos bloques de cemento.

En una orilla, una pirámide de tablas llama la atención de la vecina. "Parece que las trajeron para apuntalar esto, pero nunca hicieron nada", opina.

"Hace tiempo se dice que la Lisboa va a pasar a manos privadas. No es seguro, pero al menos yo tenía la esperanza de que así fuera, antes de que eso se caiga o se convierta en un nido de maleantes", cuenta Reina.

Justo al lado de la antigua pizzería se encuentra el centro comercial La Copa, cuyos locales, arrendados en su mayoría a particulares, contrastan por su buen estado con los escombros rojizos de la Lisboa. Varios cafés, una peluquería y una barbería –todos en manos privadas– opacan a los mediocres comercios estatales que también forman parte del complejo.

El menú de una de las cafeterías obliga a los clientes a pensar dos veces antes de desembolsar: un café expreso a 100 pesos, un capuchino a 130 y un café bombón 300. En la sección de coctelería todo ronda los 550 pesos, menos el trago de michelada, que sale a 350, pero la cerveza se compra aparte.

Una farmacia sin medicamentos, una tienda en moneda libremente convertible vacía y un rincón con dos cajeros automáticos, de los que solo funciona uno –más utilizado como urinario improvisado– completan la escena de La Copa. A pocos pasos de allí, a la destartalada galería Servando Cabrera –que las autoridades definían como "bastión del arte emergente en Cuba"– le hace honor al antiguo eslogan de la Lisboa, que ahora cuelga de sus ruinas: "En línea con la Revolución".

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